El Estado contra los ciudadanos
Este último decenio exhibe una situación nunca vista ni experimentada por la sociedad venezolana, se trata de la materialización de una concepción absolutista, autocrática y avasallante del Estado que con toda la fuerza política de sus poderes e instituciones busca aniquilar toda expresión de independencia en los ciudadanos, con el objeto de transformarlos, dentro de su paradigma del “hombre nuevo”, en simples fichas numeradas a su pleno servicio. En este enfrentamiento que se expresa en situaciones de violencia, de hecho o de palabra o ambas, el ciudadano no posee ningún tipo de armas, solamente hace uso de su pensamiento y su palabra, de sus derechos y de su voluntad, de su libertad y autonomía.
El Estado “pacífico pero armado” (¿?) convertido en un ente omnipotente y omnipresente pugna por vías “jurídicas” y coercitivas dominar y someter la individualidad de los ciudadanos para hacer de ellos unos simples, anónimos y obedientes vasallos. Ante tal situación cabe preguntarse si este hecho se compagina con una democracia auténtica o si, por el contrario, es propio del Estado totalitario. Caber respaldar esta apreciación con una importante reflexión del filósofo Spinoza quien advertía que “de los fundamentos del Estado se deduce evidentemente que su fin último no es dominar a los hombres ni acallarlos por el miedo o sujetarlos al derecho de otro”. Esa sería, en esencia, la naturaleza del Estado democrático.
En ese orden de ideas, el Estado democrático, siguiendo los razonamientos del filósofo tiene por función “libertar del miedo a cada uno para que, en tanto sea posible, viva con seguridad, esto es, para que conserve el derecho natural que tiene a la existencia, sin daño propio ni ajeno”. Dentro de su marco relacional con el ciudadano, el Estado y sus funcionarios tienen la obligación de velar por la continua vigencia de una cultura de la vida y desechar todo lo que implique una cultura de la muerte. Cuando observamos la realidad venezolana podemos evidenciar la manera cómo nos encontramos ante un Estado que a través de una burocracia que responde a los lineamientos y el discurso de un líder, no de los legítimos intereses del colectivo, ha sido estructurado como el verdadero partido de gobierno, frente al cual en procesos electorales, los ciudadanos se convierten en víctimas de todo tipo de abuso de poder así como del más descarado y obsceno ventajismo.
El Estado, en esa perspectiva, se convierte en un organismo represivo de toda posición diferente, por esa razón cabe citar nuevamente a Spinoza, quien afirma que “no es el fin del Estado convertir a los seres racionales en bestias o en autómatas, sino por el contrario que su espíritu y su cuerpo se desenvuelvan en todas sus funciones y hagan libre uso de la razón sin rivalizar por el odio, la cólera o el engaño, ni se hagan la guerra con ánimo injusto. El verdadero fin del Estado es, pues, la libertad”. Por ello, cuando el Estado mediante sus mecanismos de control y sus instituciones es manejado desde la concepción autoritarista, puede devenir, de acuerdo a Proudhon, en una estructura que ahoga paulatinamente todo derecho y sentido de libertad, por lo que ser gobernado dentro de tal esquema equivale a “ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, censurado, en suma, mandado por seres que no tienen ni título, ni ciencia, ni virtud”.
En esa dimensión, un ciudadano evidentemente aplastado y dominado por un Estado superpoderoso a la par que ineficiente y anquilosado, corre el riesgo de que los efectos de los actos de gobierno expresados en cada operación y transacción, se concreten, según Proudhon, en “ser anotado, registrado, censado, tarifado, amonestado” y cuando el Estado, utilizando como pretexto la justicia social, la igualdad y el interés general, hostiga, penaliza, castiga, a “enemigos del pueblo” que deben ser, en definitiva, desaparecidos para que sus burócratas ocupen una posición de privilegios dentro del marco social, este pensador advierte que tal situación conlleva para el ciudadano “ser expuesto a contribución, desollado, explotado, monopolizado, depredado, robado, reprimido, multado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, encarcelado, sacrificado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado, burlado, ridiculizado, ultrajado”.
Como conclusión, cabe citar un texto de E. de la Boétie, quien en su tratado sobre la servidumbre voluntaria manifestó: “¿Cómo puede ser que tantos hombres, tantas ciudades, tantas naciones soporten a veces a un solo tirano que no tiene más poderío que el que se le concede y que no tiene capacidad de dañar sino en tanto se le aguanta, que no podría hacer mal a nadie sino se prefiriera soportarle a contradecirle? Gran cosa es y más triste que asombrosa ver a un millón de hombres someter su cuello al yugo no obligados por una fuerza mayor sino por el solo encanto del nombre de uno”. Excelente reflexión para los venezolanos.
- 3 de julio, 2025
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