La historia de una casa ilustra el auge y caída de Detroit
Detroit. – En un terreno cubierto de pasto en una tranquila cuadra de una vistosa avenida está la respuesta a una pregunta que causa perplejidad: ¿por qué la casa promedio en Detroit cuesta US$7.100?
La casa de ladrillos y estuco ubicada en el número 1626 de West Boston Boulevard ha sido testigo de casi un siglo de los altibajos de Detroit, a través de la brillantez industrial y las tensiones raciales, el declive económico y, recientemente, el colapso financiero.
Sus dueños tuvieron un rol en todo lo ocurrido. Aquí vivió un ingeniero cuyas innovaciones ayudaron a transformar en reyes a los fabricantes de autos; un profesor que vio cómo otros blancos como él se mudaban a los elegantes barrios suburbanos; un plomero negro que rompió la barrera del color y un policía al que la criminalidad lo obligó a cambiar de barrio.
El último dueño tenía una hipoteca de alto riesgo, o subprime, y perdió la casa cuando los acreedores la embargaron.
Detroit, que hace 60 años inició un lento declive, ahora está en caída libre, empujada por las crisis inmobiliaria y automotriz. La población que alcanzó su auge en el censo de 1950, con 1,85 millones de habitantes, ahora es menos de la mitad. En julio, el desempleo ascendió a 28,9%, casi el triple del promedio de Estados Unidos.
El precio de venta promedio de una casa fue de US$7.100 en julio, según First American CoreLogic Inc., una firma de investigación de bienes raíces, un declive vertiginoso respecto a los US$73.000 de tres años antes. Una casa promedio en la ciudad de Cleveland se vende por US$65.000. Una en St. Louis por US$120.000.
Golpeadas y abandonadas hoy en día, tanto Detroit como la casa ubicada en el número 1626 de W. Boston Boulevard derrochaban optimismo hace 90 años.
Truman Newberry: construir los cimientos
A comienzos del siglo XX, Detroit era el lugar para ganar dinero, y para Truman H. Newberry, las tierras de Boston-Edison eran la forma de lograrlo.
Newberry, hijo de un congresista, fue uno de los inversionistas fundadores del fabricante de autos de lujo Packard Motor Car Co. También se aventuró en la política: en la carrera de 1918 por un escaño en el Senado de EE.UU., derrotó a Henry Ford, el fundador de Ford Motor Co.
Un escándalo sobre gastos de campaña pronto terminó con la carrera política de Newberry. Detroit, sin embargo, crecía con rapidez y pasó de ser la 13º ciudad más poblada del país a la cuarta en las dos primeras décadas del siglo XX. Newberry y su hermano poseían tierras en una zona en auge llamada Boston-Edison. La subdividieron en amplias parcelas para albergar a quienes acababan de alcanzar la prosperidad en la ciudad.
Clarence Avery: innovador industrial
En 1917, los hermanos Newberry vendieron un terreno en W. Boston Boulevard a Clarence y Lura Avery y les exigieron que gastaran por lo menos US$5.000 para construir la nueva casa.
Clarence Avery, nacido en 1882, fue profesor del hijo de Henry Ford, Edsel, en la escuela técnica. "Tienes una mente para la ingeniería", le dijo Edsel a Avery, según el nieto del último, Avery Greene.
Poco después, a través de su amistad con Edsel, Avery consiguió un empleo en Ford. Comenzó con un salario de 25 centavos de dólar la hora. En ese momento, Ford presionaba para que sus empleados aceleraran la producción del modelo Ford T. Cada uno de los autos demandaba 12 horas y media de trabajo de un hombre para fabricar. Hoy, los historiadores le dan el crédito a Avery, más que a cualquier otro, por convertir los deseos de Ford en una invención que cambiaría la naturaleza de la industria estadounidense: la línea de ensamblaje en movimiento.
La línea de ensamblaje en movimiento —en la que los trabajadores repetían una tarea específica a medida que pasaban los vehículos— redujo el tiempo de producción de un Ford T casi 80%, a 2,7 horas de trabajo por hombre.
Marie Ryan: de blanco a negro
Para principios de la década de los 40, la calle había perdido un poco de su atractivo. Las familias pudientes de Detroit, gracias a los mismos autos que los enriquecieron, se trasladaron a barrios elegantes alejados.
Eso hizo posible que personas de menor poder adquisitivo, como Marie Ryan, una profesora soltera, pudieran aspirar a West Boston Boulevard. Tenía 48 años cuando compró la casa, en 1942, para lo que pidió un crédito hipotecario de US$5.000 a 20 años con una tasa de interés fija de 4,5%. En total, sus pagos ascendieron a US$31,65.
Cuando se mudó, el vecindario aún estaba de moda entre los blancos. Eso cambió en los 23 años que vivió en la casa. En 1910, los negros eran sólo 1,2% de los 465.766 habitantes de la ciudad. Para 1960, el porcentaje había subido a 29% de un total de 1,7 millones.
La competencia por los empleos y las casas se volvió severa. Las tensiones aceleraron el uso de reglas de contrato para impedir que negros, judíos y otras minorías se mudaran a la zona.
Para la década de los 50, el éxodo blanco a los suburbios ya avanzaba a toda marcha y el vecindario se convirtió en una dirección de prestigio para médicos y abogados negros que buscaban casas grandes, calles arboladas y estatus social.
En 1965, Ryan, de 71 años, vendió la casa a sus primeros dueños negros: Herman e Ida Adams.
La familia Adams: élite de la clase trabajadora
Para los Adams, comprar la casa representó un salto social. Luego de luchar en la Segunda Guerra Mundial, Adams consiguió un empleo para producir partes de motores en Chrysler. Además, trabajaba como plomero con sus cuñados. Su esposa era taquígrafa y se había graduado de una universidad para negros. Era dueña de salones de belleza y trabajaba como empleada estatal.
Los Adams tomaron un préstamo de US$14.500 para pagar la casa.
En 1967, los problemas económicos contribuyeron a una atmósfera volátil que desembocó en violencia y 43 muertes. Detroit y la industria automotriz declinaban al unísono.
David Andrews: "Una oportunidad"
David Andrews, un joven policía negro de Detroit, y su esposa Ruth compraron la casa en 1999, cuando Veronica Adams, la hija y heredera de Herman e Ida, la puso en venta. Cerraron el acuerdo en US$79.900. "Estaba en mal estado", recuerda David Andrews, "pero dado el valor del vecindario era una oportunidad". Los Andrew renovaron la casa y compraron un auto.
Durante los años 90, las automotrices estadounidenses disfrutaron de un breve interludio de optimismo debido a los bajos precios de la gasolina y el auge de los todoterrenos. Detroit, al igual que el resto de EE.UU., fue presa de una burbuja inmobiliaria.
Los Andrew observaron el alza del valor de su casa, pero el crimen opacó su entusiasmo. Ladrones rompieron las ventanas de sus autos tres veces. Luego entraron en la casa.
Kimberley Carpenter: deuda abultada y riesgosa
Un año más tarde, en 2005, los Andrew le vendieron la casa a Kimberly Carpenter por US$189.000. Estaban tan aliviados que no preguntaron por qué ella registró la venta por US$250.000. Según documentos oficiales, Carpenter sacó préstamos simultáneos por US$200.000 y US$50.000 con una firma que se especializaba en hipotecas para prestatarios con un mal historial de crédito. Los vecinos dicen que nadie mantuvo la casa ni habitó en ella.
Embargo hipotecario y un nuevo comienzo
Carpenter se retrasó con sus pagos. En agosto de 2008, el banco que le otorgó el préstamo lo unió a un grupo de hipotecas en problemas y lo vendió a otra firma. Unos meses después, esta firma ejecutó la hipoteca, pero no fue posible conseguir un comprador. En 2008, la firma vendió la casa a un banco de inversión privado, que terminó vendiéndola por US$10.000 en abril a una organización sin fines de lucro que planea renovarla y espera venderla a una familia que quiera apostar por Detroit.
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