El regreso de una Alemania sin ataduras
Por Roger Cohen
The New York Times – La Nación
BERLIN. -Luego de dos décadas, una Alemania unificada vuelve al centro de atención, como una pesada criatura que emerge de la bruma. El resultado de sus elecciones ya no merece una nota de primera plana en el New York Times , pero todavía es el coloso europeo. Y no es la Alemania que conocíamos.
Cuando me mudé a Alemania en 1998, había gran entusiasmo por el nacimiento de la "República de Berlín" y el fin de la "República de Bonn". La capital se trasladaba nuevamente a las planicies prusianas luego de un interludio de medio siglo en las tranquilas tierras del Rin. Bonn había sido un retiro de la historia. Hoy, cuando algunos ministros se han mudado a edificios restaurados del Tercer Reich, una Alemania unificada se enfrenta cara a cara con sus espectros.
La República de Berlín, expresión nunca demasiado extendida a pesar de que a la coalición de centroizquierda del Canciller Gerhard Schroeder le gustaba, tuvo múltiples y febriles cuestionamientos. La misma Berlín era un amplio sitio de edificios con espacios vacíos que preguntaba suplicante: ¿Qué nueva Alemania va a ser la que los ocupe?
En esa ciudad que se formaba, una Alemania surgía a la superficie luego de décadas de autoimpuesto silencio, para cuestionarse si podía ser orgullosa, si podía hablar de sus millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial, si había realizado suficiente penitencia por el Holocausto, si había alcanzado la "normalidad", si por su condena por Auschwitz iba a ser por siempre un gigante económico y un enano político.
Al volver a Berlín, hoy ya sin tantos cuestionamientos, para presenciar el camino hacia la victoria de Angela Merkel, al frente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), y el colapso de los Social Demócratas (SPD), pude ver que esa etapa había terminado. Hoy la República de Berlín es la República alemana. Acostumbrémonos a ello.
Esta Alemania es más nacionalista, más equilibradamente situada entre Washington y Moscú, serena hasta el punto de desinteresarse por la Unión Europea, involucrada en sus propios asuntos y satisfecha de sí misma, responsable pero poco interesada en la alianza de la OTAN.
Nada de esto debería sugerir que Alemania dará la espalda a EE.UU., a la Unión Europea o a la OTAN, las tres piedras angulares de su historia de posguerra. Pero ya no tendrán la relación emotiva que tenían.
En realidad he advertido más entusiasmo intelectual sobre Rusia y la extensión de la relación ruso-alemana que sobre la Norteamérica de Obama.
Alemania es la socia comercial más importante de Rusia. Y ésta es la décima en importancia para Alemania. Una suerte de complicidad moral las une, dos grandes naciones que cometieron grandes errores históricos.
Los alemanes piensan que Estados Unidos cometió una gran equivocación al humillar a Rusia luego del colapso de la Unión Soviética. Trazan un inevitable paralelo con Weimar. También piensan que no fue la fuerza de Estados Unidos la que ganó la Guerra Fría, sino la distensión de Alemania.
"No esperen demasiado de Rusia", afirmó Karsten Voigt, que durante largo tiempo estudió las relaciones germano-estadounidenses en el ministerio de relaciones exteriores. "Puede ofrecer una pequeña ayuda en lo relacionado con Irán, pero ellos continuarán considerando sus intereses como completamente antagónicos a los de Estados Unidos."
Por el contrario, entre Rusia y Alemania las estrellas parecen alineadas por esas dos fuerzas irrefutables, la geografía y la historia. Agreguemos las provisiones de gas: caso cerrado.
Alemania en estos días siente que no tiene otra opción sino seguir su propio interés. Terminó con la abnegación.
Esto es cierto más que nada en su relación con la Unión Europea, alguna vez valorada como la solución para la agonía de la identidad alemana de posguerra pero que hoy se trata con una emoción similar a la de un contador con sus cuentas.
La Corte Constitucional alemana aprobó recientemente el Tratado de Lisboa, que podría dar un nuevo y esencial liderazgo a la Unión Europea si los irlandeses lo aprueban en un nuevo referéndum a realizarse en los próximos días y si los checos ingresan. Pero la aprobación alemana contenía la advertencia de que no se aceptaría más la erosión de la soberanía alemana.
Reinhard Bütikofer, importante líder político Verde, afirmó: "La corte levantó un muro de concreto a cinco centímetros de acá asegurando que no se daría un solo paso más que erosionara al Estado nacional alemán. Y agregó: "Ese es el espíritu de nuestro nuevo nacionalismo".
La mayoría de los alemanes está a favor del retiro de Afganistán, un deseo popular que la coalición de centro derecha de la CDU y el Partido Democrático Libre resistirán. Los alemanes no creen que la defensa de su país comience en el Hindu Kush [Nota de trad.: macizo montañoso en el centro y noreste de Afganistán]. Ellos disfrutan de la insoportable levedad de estar rodeados por aliados.
Al punto que han enviado a una de las piedras angulares de la política de la moderna Alemania, la Social Democracia, un partido fundado en 1869, al tacho de basura de la historia o casi. Fue el colapso del SPD, al 23 por ciento de los votos, y no la fuerte actuación del FDP lo que significó el verdadero cambio sísmico de la elección.
Frank-Walter Steinmeier fue un líder débil del SPD contra las más profundas corrientes históricas y la unificación. El viejo Partido de Unidad Socialista de Alemania del Este gradualmente se convirtió en Die Linke ["La Izquierda"] un partido que amalgamó las nostálgicas simpatías del extinto Estado comunista con un fuerte sentimiento de izquierda del oeste para formar una plataforma pacifista y pro obrera de "impuestos a los ricos" y anti OTAN.
La Linke se llevó el 11.9 por ciento de los votos. El futuro del SPD depende ahora de negociar con la izquierda, lo que la convierte en elegible para el gobierno, ya sea a través de un acuerdo o en una posible fusión. De otra manera, como se dice en Brooklyn, "fuhgeddaboudit", olvídenlo.
Luego del largo bostezo, la política está comenzando nuevamente en la República alemana y no es demasiado pronto, ni siquiera un minuto.
© The New York Times
Traducción de María Elena Rey
- 23 de junio, 2013
- 7 de marzo, 2007
- 10 de marzo, 2025
- 6 de diciembre, 2023
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