Ecuador, de la retórica a la realidad
Tuve ocasión de conversar con un amigo, quien me sorprendió por su apoyo a Rafael Correa. Según mi amigo, el presidente del Ecuador está haciendo un buen gobierno y era hora de ponerle fin al “imperialismo yanqui” y a su lacayo Álvaro Uribe. Ve con muy buenos ojos que los “ricos” están ahora pagando impuestos y los pobres mejoran su condición. Dice que la democracia participativa, impulsada por la Constitución de Montecristi, es un paso al frente para corregir los males de la democracia representativa. Aunque deplora el estilo agresivo y autoritario de Correa, cree que debe serlo para gobernar un país fundamentalmente ingobernable.
Decidí entonces confrontar a mi amigo con la realidad y ver si cambiaba de opinión. Le pregunté, ¿crees que ahora renace el nuevo Ecuador? Me respondió que sí, que se está llevando a cabo un “proyecto político” que impulsará un sistema equilibrado, sin los defectos del capitalismo salvaje o del comunismo soviético. Pero en Ecuador la realidad es diferente. El ataque de Angostura no fue un asalto al Ecuador sino a las FARC que estaban operando en territorio ecuatoriano. No hubo “invasión” pues no fueron los ecuatorianos los agredidos. Afirmar eso nos convierte en “traidores”.
No hay ejemplos del muy mentado “imperialismo”, a pesar de la exhibición del Libro Blanco que hizo Hugo Chávez. En el Ecuador casi no operan las multinacionales estadounidenses. No hay banca extranjera. Las operadoras de telefonía celular son reguladas. Se denunció la deuda externa como lastre para el desarrollo e instrumento de dominio extranjero, entonces, ¿cómo se explica que el gobierno se haya endeudado en más de 2 mil millones de dólares en los últimos dos años?
Los impuestos, aranceles, aumento del sueldo mínimo y la obligación de afiliar a empleadas domésticas al seguro social sólo han logrado aumentar el desempleo y la informalidad. La fuga de capitales continúa. Hay muy poca inversión. Es verdad que el bono de la pobreza se ha incrementado, pero eso es una afrenta a la dignidad. Igual sucede con los subsidios. El desempleo aumenta la delincuencia. El ciudadano común se siente amenazado. Cunde el miedo y la desconfianza.
Si el gobierno ecuatoriano fuera tan bueno como mantiene su retórica, ¿por qué defenderlo? Los comités de defensa, las manifestaciones frente al diario El Universo y las amenazas de clausura a Teleamazonas son intentos oficiales de encubrir su ineficiencia, despilfarros y corrupción.
Pero no convencí a mi amigo. La propaganda pudo más. Los cantos de sirenas son más tentadores que las sirenas de bomberos y ambulancias que día tras día denuncian el descalabro de la revolución ciudadana. ¿Será por eso que las encuestas todavía favorecen con más del 50% a Rafael Correa?
El autor es Profesor adjunto, Universidad de Tulane, Nueva Orleans.
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