La estrategia militar de Obama, bajo la lupa
WASHINGTON.- La nueva ola de violencia en Irak y en Afganistán, dos países que hace años fueron invadidos por Estados Unidos y donde aún hay tropas norteamericanas, complica cada vez más al gobierno de Barack Obama. Y abre dudas sobre sus planes militares para estabilizar ambas naciones.
Sin embargo, en un país harto de las derivaciones de esos dos frentes de conflicto, la primera impresión recogida ayer en medios locales era que no iba a haber cambios en las estrategias anunciadas por Obama para ambas naciones.
Tal afirmación podría ser puesta en duda si, en los próximos días, como muchos temen, se reiteran acciones del calibre de las vistas ayer.
A diferencia de lo ocurrido en los últimos días, la primera línea del gobierno no hizo ayer comentarios públicos sobre la escalada terrorista.
De ese modo, la reacción inicial corrió por cuenta de voceros del Pentágono y del Departamento de Estado. Y apuntó, específicamente, al baño de sangre que ayer sacudió a Irak. En concreto, dijeron que nada cambia ni tiene por qué cambiar.
¿Pero es realista mantener el plan de retirada de las tropas de Estados Unidos para fines de 2011 cuando la ola de violencia parece demostrar que los argumentos de mejora en la seguridad se vienen abajo?
La única respuesta que se hizo llegar ayer a lo largo del día a esa pregunta fue: "El plan de retirada no tiene cambios".
Obama quiere sacar de Irak a más de 80.000 soldados norteamericanos en menos de un año. Y que no quede ninguno para fines de 2011. Todo, con el argumento de que el trabajo que se iba hacer allí se está cumpliendo "con éxito".
El baño de sangre de ayer parece ponerlo en duda. La primera respuesta fue que nada se modifica. Pero al cierre de esta edición la impresión era que las dudas no serán fáciles de disipar.
"Sigue habiendo desafíos -dijo el vocero del Pentágono Patrick Ryder-. Pero las fuerzas de seguridad siguen progresando y obviamente ponen énfasis en las operaciones de seguridad. Confiamos en su habilidad para seguir avanzando."
El otro frente es Afganistán, donde, por el contrario, Obama quiere reforzar la acción militar y donde hoy se celebrarán elecciones.
La duda que surge respecto de los comicios es si serán lo suficientemente legítimos en un contexto en el que la violencia constante parece presionar a los votantes.
Al respecto, el Departamento de Estado se limitó a afirmar que "el gobierno de Estados Unidos trabajará con la autoridad que resulte consagrada en los comicios.
La secretaria de Estado, Hillary Clinton, abundó un poco más en el tema. Garantizó imparcialidad de Washington ante las elecciones afganas y dijo que "se reconocerá" a quien resulte elegido.
"Estados Unidos se mantiene imparcial. No apoyamos ni nos oponemos a ningún candidato en particular", afirmó Clinton. "Sí deseamos ver unas elecciones creíbles, seguras y con amplia participación, que todos juzguen como legítimas", añadió.
Obama viene señalando su compromiso con Afganistán. Y justifica el esfuerzo de encarar una guerra tan impopular como la de Irak.
El combate a los insurgentes talibanes en Afganistán no será "rápido ni fácil", previno el presidente, quien subrayó que la "victoria" resulta fundamental para la seguridad estadounidense.
"La insurgencia en Afganistán no apareció de la noche a la mañana y no la derrotaremos de un día para otro", clamó, en una de sus defensas más encendidas del esfuerzo militar en ese país. En qué se diferencia su guerra de la de George W. Bush es la pregunta de muchos. Obama afirmó que hay una "nueva estrategia" y un nuevo enfoque que incluye mayor cooperación con el vecino Paquistán.
Es sobre ese argumento que Obama puso en marcha un plan que es diametralmente opuesto al de Irak: en lugar de retirar tropas, las refuerza. Tanto, que la intención sería enviar un contingente extra de 30.000 soldados el año próximo, según trascendió.
"Si no atendemos ese frente, la insurgencia talibana ofrecería un refugio cada vez mayor desde el cual Al-Qaeda planearía más ataques contra ciudadanos norteamericanos", suele ser el argumento del presidente.
Popularidad en baja
En lo doméstico, el frente en Irak y Afganistán complica mucho a un Obama cuyo gobierno se encuentra en el punto más bajo de popularidad por un plan de aliento económico que no termina de levantar vuelo y por la demora en la reforma del plan de salud a la que ató su destino político.
Ninguna de las dos cosas, hasta ahora, da señales positivas. Los tibios signos de recuperación no terminan de cuajar en la vida cotidiana.
Y la reforma de salud es, en este momento, un galimatías de destino incierto. Ni los demócratas terminan de entender en qué estadio se encuentra el proyecto.
Y si bien es cierto que nunca es bueno que las cosas se compliquen, no parece éste el mejor momento para que a Obama se le abra, encima, una grieta en su estrategia militar.
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