Realismo mágico
La reciente conducta de la Organización de Estados Americanos por el tema Honduras es digna de una novela de realismo mágico. Según una definición, realismo mágico es "lo que sucede cuando un escenario realista altamente detallado es invadido por algo demasiado extraño para ser creíble".
Entre las cosas "demasiado extrañas para ser creíbles" está la precipitada clasificación de los eventos en Honduras como un golpe militar tradicional, a pesar de que las fuerzas armadas intervinieron sólo cuando el Congreso y la Corte Suprema se lo pidieron, luego que el presidente Manuel Zelaya decidió ignorar la Constitución hondureña, que prohíbe la reelección, para convocar a un "plebiscito" que demostrara que "la gente" quería que se repostulara. Esto supuestamente permitiría a Zelaya no sólo ignorar la Constitución, sino modificarla. La OEA había enviado un equipo de veedores para supervisar el "plebiscito", lo que ya es extraño porque esa entidad nunca antes había enviado un equipo a observar un plebiscito en América Latina.
Lo que es aún más surrealista fue la condena por parte de la OEA del derrocamiento de la democracia en Honduras sólo semanas después que había solicitado readmitir a Cuba, una dictadura que no ha realizado una elección presidencial en 50 años. El hecho que la OEA había previamente adoptado una "cláusula democrática" aparentemente no fue relevante en cuanto a Cuba. Tampoco, según el presidente de la OEA, importaba la situación en Venezuela, donde el presidente Hugo Chávez ha sistemáticamente socavado la democracia venezolana.
¿Por qué no se aplicó la cláusula democrática en los casos de Cuba y Venezuela? Porque, según el secretario general, la ausencia de democracia en esos países era un tema "interno", y la OEA no interviene en los temas internos de sus países miembros. Pero si la democracia, o la ausencia de ella, es un "tema interno", ¿por qué la participación de las fuerzas armadas hondureñas no es un tema interno??También era surrealista ver a los líderes de los países más antidemocráticos del hemisferio (Cuba, Venezuela y Nicaragua) clamando por el retorno del presidente democráticamente elegido de Honduras.
Sin duda hay más de una explicación para esta extraña serie de eventos, pero en el centro de todo está la determinación de la OEA y sus países miembros de no permitir que se repita la historia. En particular, la región no desea volver a su pasado de alternancia entre gobiernos democráticos y regímenes militares.
Desafortunadamente, al no considerar las razones y la naturaleza de una intervención militar en un país particular, la OEA y sus países miembros están luchando la última batalla, no la actual. En el pasado, los militares intervenían a pesar de las conductas democráticas de los gobiernos elegidos. Puede haber habido grupos en la población civil que apoyaban el golpe militar o solicitaban la intervención, pero la mayoría de los presidentes depuestos no habían destruido las instituciones políticas democráticas para concentrar el poder en sus manos.
En cambio, hoy la principal amenaza a la democracia en América Latina no proviene de las fuerzas armadas, sino de los demagogos autoritarios que usan los medios modernos de comunicación para dos propósitos antidemocráticos. Uno es movilizar a "la gente" para derrocar a los líderes democráticamente elegidos (como en los casos de los "golpes civiles" que forzaron la renuncia de Fernando de la Rúa en Argentina y de Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia). La otra es para proveer seudo legitimidad a líderes autoritarios democráticamente elegidos (como Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia) para desmantelar sus instituciones democráticas.
Se pueden sacar varias conclusiones frente a estas nuevas amenazas. La primera es que se debe enfrentar y desafiar la conducta antidemocrática e inconstitucional antes que las instituciones sean golpeadas a tal nivel que requieran la ayuda de los militares para evitar que un presidente, actuando ilegalmente, los destruya. Esto no se hizo en el caso de Honduras. Ni se hizo en Venezuela, donde se destruyeron las instituciones y las fuerzas armadas sufrieron una purga.
Segundo, frente a la fragmentación en América Latina entre países gobernados por demócratas elegidos y otros gobernados por líderes autoritarios democráticamente elegidos, no se puede esperar una respuesta colectiva por parte de la OEA a los desafíos que enfrenta la democracia, ya que los líderes autoritarios nunca votarán en contra de uno de los suyos. Esto puede significar que la única respuesta colectiva factible a estas amenazas es que las verdaderas democracias en la región se unan para ayudarse y darse apoyo mutuo.
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