El sueño de Bolívar choca con varios intereses

"Un sueño mayor que el de Bolívar." Con estas palabras, Luiz Inacio Lula da Silva saludaba la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en mayo del año pasado.

Pero el deseo del presidente brasileño de fundar una alianza regional más ambiciosa que la Gran Colombia del Libertador se ve amenazado, ahora, por los continuos conflictos bilaterales y las marcadas diferencias ideológicas entre algunos gobiernos de una región que todavía está lejos de alcanzar la anhelada integración política.

La cumbre de la Unasur que se celebra hoy en Quito está marcada inevitablemente por la alarma que ha generado en algunos países de la región la ampliación del acuerdo militar entre Colombia y Estados Unidos. Pero los 12 Estados que conforman la alianza sudamericana tienen ante sí un desafío mayor que otros asuntos delicados: la consolidación de un proyecto institucional que todavía camina con pies de arcilla.

De entrada, la Unasur tiene pendiente todavía la elección de su secretario general. Impulsada por el gobierno argentino, la candidatura del ex presidente Néstor Kirchner está bloqueada por el veto del uruguayo Tabaré Vázquez, distanciado de la Argentina por el boicot de los Kirchner a la planta de celulosa de Botnia en Fray Bentos.

Las dificultades para elegir por consenso a su secretario general son el mejor ejemplo de que la Unasur todavía tendrá que marchar mucho para afianzarse. Y son esos intereses particulares los que podrían echar por tierra el objetivo principal de la institución: la integración regional para que América del Sur cuente con una sola voz, firme y cohesionada, en el concierto internacional.

Para desesperación de Lula -el gran director de orquesta de la Unasur-, los conflictos bilaterales que afectan el fortalecimiento de la organización se suceden en la región.

El mandatario brasileño suele poner como ejemplo de las dificultades de construir un proyecto transnacional a la Unión Europea (UE), cuyos socios no siempre mantienen un criterio común.

Pero en el seno de la UE no hay, de momento, ruptura de relaciones diplomáticas entre sus miembros, como sí ocurre en la Unasur.

Los gobiernos de Rafael Correa y de Alvaro Uribe no se hablan desde que, hace un año, Ecuador denunció la incursión en su territorio del ejército colombiano para eliminar al dirigente de las FARC Raúl Reyes.

Como presidente de turno de la Unasur a partir de hoy, Correa se ha comprometido a fomentar la integración regional. Los doce meses que tiene por delante serán decisivos para saber si la institución se afianza o sigue el mismo sendero decadente de la Comunidad Andina de Naciones.

El propio Correa deberá corregir su propia percepción de la Unasur. Hace apenas nueve meses calificaba la creación del organismo como "un error estratégico". Y, para poner más trabas en el camino, desde Colombia se ha insistido estos días en que el organismo "podría morir" en manos de la presidencia de Ecuador. La ausencia de Uribe en la cumbre de hoy siembra todavía más dudas sobre esa deseada integración regional.

Tensiones bilaterales al margen, la reunión de la Unasur puede dar frutos positivos en políticas comunes sobre salud (compra conjunta de vacunas para la gripe A) o lucha contra el narcotráfico. Los mandatarios de la Unasur tendrán también ocasión de volver a condenar el golpe de Estado en Honduras, ante la presencia de un invitado especial: el derrocado presidente Manuel Zelaya.

Y si Uribe, Correa y Chávez se lo permiten, Lula podrá seguir soñando con una América del Sur unida que pueda, algún día, "mover el tablero del poder en el mundo".