Venezuela: Chatarra política
Hace veinte años, cuando en este país no se temía a los hombres y sus ideas, el líder del movimiento Solidaridad, el obrero polaco Lech Walesa, durante una visita a Caracas, expuso sin ningún tipo de problemas su visión sobre lo que estaba aconteciendo en el mundo del socialismo estatista, tanto dentro de las fronteras del sistema soviético como en los países de Europa oriental sujetos a las directrices comunistas de Moscú. En una de sus intervenciones dijo la siguiente frase lapidaria: “A Lenin lo hemos echado a patadas”. Tal expresión, como luego lo comentaría el escritor Arturo Uslar Pietri, era reveladora del repudio de la concepción marxista-leninista de la política y de las relaciones internacionales.
En Lenin, ícono emblemático del comunismo, se condensaba lo que tal sistema representó para unos cuantos países y sociedades en lo que respecta a la supresión de la libertad. Por esa razón, Uslar no vaciló en afirmar que esa modalidad socialista, hoy cada vez más envejecida, anacrónica y desfasada del tiempo y de la historia, “se convirtió en la base y en la razón de un sistema político dictatorial y cerrado verticalmente”, a lo cual agregó: “Era fundamentalmente un sistema autoritario de dominio y regimentación por una minoría que posponía para un futuro indefinido los ideales políticos que preconizaba”.
En ese sentido, en las dos décadas que nos separan de la caída del Muro de Berlín, monumento ignominioso a la exclusión y a la intolerancia, cabe hacer notar un cambio significativo entre lo que fue la vida para las sociedades sojuzgadas por los comunistas enmascarados bajo cualquier denominación populista y lo que es la vida en la actualidad, signada por una práctica política democrática y social, en dichos países. A esa realidad se contrapone el caso cubano. Luego de cincuenta años de dominio comunista, hoy los cubanos enfrentan la escasez de todo tipo de artículos de uso personal así como de la dieta básica, la calidad de vida se deteriora cada vez más y se les niega toda posible apertura política. Cuba, regida por una gerontocracia aferrada al poder, no es ni puede convertirse en paradigma político para nadie. Es un guión amarillento desgastado por tiempo. Una “revolución” petrificada, convertida en chatarra. Una “chivera” política para los neocomunistas.
Pero, paradójicamente, demostrado como está el fiasco del socialismo estatista, considerado por Winston Churchill como “la filosofía del fracaso, el credo de la ignorancia, la prédica de la envidia”, cuya “virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”, nos encontramos en que en nuestra América hispana, líderes y movimientos, arropados por un “progresismo” sesentoso, igualmente superado por la dinámica de la historia, tratan ahora de vender nuevas versiones, maquilladas y remozadas de tal “filosofía”.
Con sobrada razón, Uslar advertía sobre el sentido teleológico de una izquierda nostálgica de sovietismo, encubierta en Venezuela y los países hispanoamericanos con máscaras de movimientos que, apoyándose en situaciones de crisis institucional y de cuadros de injusticia social, pugnaron acceder por la vía electoral al control del Estado. Por desgracia, nadie o muy pocos escucharon su llamado y en estos momentos posiblemente lo lamentan. El intelectual venezolano alertó sobre el trasfondo estalinista de tales movimientos y liderazgos ya hechos gobierno: “Ese sistema se fue convirtiendo en una chaqueta de fuerza, donde toda posibilidad de libertad de pensamiento y de iniciativa individual llegó a desaparecer por completo”. Tal situación que hace dos décadas se pensaba que no se repetiría, ha rebrotado en nuestras tierras donde se siente y se respira cada vez con mayor intensidad una “opresión esterilizadora, empobrecedora y retardataria”.
Concluyamos con una muy interesante reflexión que a su tiempo hizo este venezolano de excepción: “Dirigentes políticos de América Latina siguen tenazmente adheridos a esa concepción de la lucha política, que ya ha dejado de tener vigencia en los países desarrollados. Todo un cuerpo de concepciones, todo un vocabulario ha comenzado a ser tan ineficaz y antihistórico como el Muro de Berlín. No es un mero problema de semántica, sino de salud social y de eficacia política. Se están perdiendo oportunidades de progreso, atándose al subdesarrollo, en nombre de doctrinas que ya perdieron vigencia, de realidades internacionales profundamente modificadas, de ideas definitivamente cuestionadas”.
El discurso “socialista” que se difunde desde Venezuela bien se aviene a lo observado por el escritor quien con una acertada visión de futuro agregó: “Habría que pensar que las naciones de la región marchan en un sentido que ya no es el de la historia universal. Hay el riesgo de que la historia las pueda dejar atrás. Sería lamentable que se siguiera manteniendo un pensamiento y un lenguaje que ya pertenecen al pasado”. En suma, las ideas y la retórica de un socialismo endógeno ya forman parte del basurero de la historia. Son simple y llanamente, chatarra política, tal como las olvidadas momias de Lenin y Stalin.
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