Madoff : Un gran ilusionista
El arte de encantar con las palabras es un don de pocos. Y este don fue ejercido con maestría por un ser especial, Bernard Madoff. Y lo excelso de Madoff es que encantaba a encantadores. A hombres acostumbrados a convencer, a doblegar voluntades, a manejar fortunas, a desconfiar?
Madoff penetró en esas mentes porque conocía la clave, el punto débil que anulaba todas las alarmas: la ambición desmedida, el lujo de la ganancia rápida.
El escenario era impecable: mansiones, hoteles impresionantes, clubes exclusivos.
El ropaje y las joyas armonizaban y luego venía la actuación única, irrepetible: el señorío de los gestos y la melosidad de las palabras que describían el sebo y ocultaban la trampa impensable.
El financista norteamericano usó el viejo truco de la pirámide de Ponzi, añoso, gastado, pero que en sus manos parecía novedoso, atrapante, irresistible.
Los hombres se postraban ante él y cedían sus millones de dólares para que este mago los hiciera crecer y multiplicar.
Así lo hizo "el ilusionista". Y los dólares fluyeron sobre sus creyentes y éstos contaron la buena nueva y otros se desesperaron por ingresar en la pirámide.
Pero Bernard Madoff era selectivo, los hacía esperar, para que los ganara la ansiedad y al ser elegidos se sintieran especiales y entregaran todo.
Una manipulación magistral ejercida por un estafador que se ganó un lugar de privilegio en la historia del timo mundial.
¿Cómo pudo hacerlo? ¿Qué características debe tener esa mente para realizar tamaña proeza? Esa mente no debe tener trabas éticas, debe considerar a las otras personas meros instrumentos para su juego, debe estudiar a las personas para conocer sus debilidades, debe ser impune a las consecuencias de sus actos, debe convencer a pesar de las evidencias, debe ser inteligente y un actor consumado, es decir, debe ser un psicópata.
¿Y cómo deben ser los estafados? Ambiciosos, voraces y deseosos de ser encontrados por un Bernard Madoff que les deje ver por el ojo de la cerradura el relumbrar de tesoros casi imposibles y sólo alcanzables con la llave que cuelga de la cintura del "mago".
El autor es médico psiquiatra, especializado en psicopatías
- 23 de julio, 2015
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