¿Un nuevo boom de las commodities?
Madrid – La crisis financiera mundial que estalló el pasado septiembre y la posterior recesión económica global en la que todavía estamos inmersos cortó en seco la escalada de precios de las commodities (materias primas, alimentos y, sobre todo, petróleo) que tuvo lugar a mediados de 2008. Como los mercados financieros tienen un importante papel en la determinación de estos precios al desaparecer súbitamente el crédito se produjo un desplome, que además fue muy acusado porque se habían producido burbujas en algunos de estos mercados cuando la liquidez abandonó los activos hipotecarios estadounidense a mediados de 2007 y buscó rentabilidad en las inversiones en commodities. La contracción de la demanda tanto en las economías avanzadas como en las emergentes y la falta de crédito a la exportación terminaron por "tumbar" los precios, que en el caso del petróleo pasaron de los 147 dólares por barril a los 32 en tan sólo unos meses.
Aunque los principales análisis que se publicaron al hilo del boom de la crisis alimentaria y energética de 2008 coincidían en que la tendencia de los precios a medio y largo plazo debería ser al alza porque la demanda global continuará creciendo impulsada por el rápido crecimiento de las economías emergentes (sobre todo asiáticas), parecía que los precios podían mantenerse bajos durante algún tiempo. Sin embargo, desde principios de año han comenzado a subir y lo están haciendo más rápido de lo previsto.
Así, el petróleo ya ha superado los 65 dólares por barril, es decir, ha duplicado su precio en seis meses. Y sólo en el mes de mayo, el S&P/Goldman Sachs Commodity Index registró una subida del 20%, una de las mayores escaladas mensuales de su historia. Además, si tenemos en cuenta que durante el último año se han frenado prácticamente todas las inversiones necesarias para aumentar la capacidad de producción a largo plazo — sobre todo en el caso del petróleo, que suele tener un efecto arrastre sobre los precios de las materias primas y los alimentos por ser un input esencial para su producción y transporte–, si la demanda global aumenta y la liquidez termina de volver a los mercados podríamos encontrarnos ante una nueva crisis energético-alimentaria.
Aunque sea imposible predecir el futuro, es posible extraer algunas conclusiones preeliminares de esta escalada de precios, que son particularmente relevantes para los países de América Latina, algunos de los cuales son grandes exportadores.
Primero, que las variables monetarias y financieras parecen tener un peso mucho más significativo en la formación de precios de lo que la mayoría de los análisis pronosticaban. Así, aunque la demanda global todavía no se haya recuperado, los inversores están anticipando que el enorme volumen de liquidez que los bancos centrales han puesto en circulación para salir de la crisis terminará generando nuevas burbujas, por lo que están tomando posiciones compradoras de las que esperan obtener beneficios. En este sentido, la normalización de los mercados financieros, aún siendo una bendición para la economía en su conjunto, puede hacer sobre reaccionar al mercado de commodities atrayendo inversores que no están interesados en el bien subyacente sino que simplemente buscan rentabilidad.
Segundo, que, paradójicamente, si los precios continúan subiendo impulsados por unas mejores expectativas, la recuperación podría retrasarse porque podríamos enfrentarnos a un escenario de estanflación. Esto es particularmente preocupante para el caso del petróleo, que al tener un alto peso en los índices de precios al consumo, podría forzar a los bancos centrales a elevar los tipos de interés a pesar de que se mantenga una coyuntura recesiva.
Por último, para las economías de América Latina, este nuevo boom podría ser una bendición, ya que les permitiría suavizar su restricción externa al crecimiento y volver a acumular reservas y superávit que podrían ser utilizados para compensar el impacto adverso que la recesión global está teniendo sobre los más desfavorecidos, que está introduciendo tensiones sociales en algunos países. Pero para aprovechar esta oportunidad — y las que vendrán en el futuro — es imprescindible que acometan inversiones que les permitan aumentar su oferta y su productividad a largo plazo, algo que sigue siendo una asignatura pendiente en algunos de ellos.
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