Capitalismo vs. Corporativismo
Desde el nacimiento de los EE.UU. inspirado por las ideas de Thomas Jefferson y Adam Smith, la nueva nación inició una etapa de desarrollo nunca vista en la historia. Jefferson y Smith se complementaban. Ambos compartían el instinto republicano; ambos eran apóstoles de la libertad. El argumento de Jefferson por libertad política iba siempre acompañado por la campaña de Adam Smith pro libertad económica. La democracia constitucional nació así como gemelo de la economía de mercado.
Conforme el Siglo XIX se desarrollaba, Inglaterra, con sus ricas colonias y la aplicación del liberalismo, se consolidaba como la potencia mundial. Cuando Jefferson iniciaba el borrador de lo que sería la constitución de los EE.UU., en México luchábamos por liberarnos del control autocrático de la corona de España y del yugo de la iglesia católica, sin una idea clara de que clase de gobierno queríamos para nuestro proyecto de nación.
Cuando el federalismo y los mercados libres echaban raíces en los EE.UU. como la plataforma de su impresionante desarrollo, los mexicanos buscábamos un emperador Europeo en medio de una sangrienta guerra que nos llevó, inclusive, a perder la mitad de nuestro territorio. Cuando Laissez Faire provocaba la revolución industrial en los EE.UU., en México promovíamos mercantilismo, socialismo, estatismo, en medio de una revolución encabezada por militares sedientos de poder que dejó el país destrozado.
Cuando la gran depresión abrazaba a los EE.UU. a finales de los años 20, México había ya vivido la suya producto de una revolución fracasada. Cuando FDR esclavizaba a los EE.UU. con las cadenas de su “New Deal”, en México ya éramos esclavos en un país controlado por una elite de políticos demagogos. Cuando Gerald Ford luchaba en los EE.UU. contra de las políticas socialistas de Nixon y Johnson, en Mexico Echeverría iniciaba la etapa de su nacionalismo revolucionario para luego pasar la estafeta a López Portillo, y en 1982 entregaran un país quebrado con una deuda de 120,000 millones de dólares.
Al inicio de la revolución de Ronald Reagan, México empezó a pagar las consecuencias de un siglo de malos manejos, estatismo, proteccionismo etc. A principios de los años 80 México enfrentaba una grave crisis. El mar de petróleo había sido insuficiente para ocultar la corrupción e ineptitud de nuestros líderes, se había perdido otra década y el país navegaba a la deriva. En Septiembre de 1982 el Secretario de Hacienda, Silva Herzog, se presentó en Washington para declarar la quiebra de México.
Durante la primera parte del Siglo XX, a nivel mundial los partidos de izquierda habían tenido un desarrollo espectacular debido, principalmente, al desprestigio que había sufrido el capitalismo injustamente culpado por la gran depresión de 1929. Fue cuando Keynes aparecía revolucionando la ciencia económica con sus nuevas teorías de intervención gubernamental, que enviaron al mundo en una espiral socializante heredándonos los centinelas de ese socialismo; el FMI, el Banco Mundial, y Bretton Woods.
Al finalizar la segunda guerra mundial los países victoriosos se reunieron en Bretton Woods para diseñar la nueva arquitectura financiera mundial. Dichas reuniones fueron encabezadas por dos famosos economistas de esa época: John Maynard Keynes, el padre de las intervenciones estatales, y Harry Dexter White, a quien se acusaba de pertenecer al partido comunista. Keynes y White fueron los padres de lo que ahora conocemos como capitalismo de estado, el Corporativismo.
Sin embargo, con la revolución de Reagan se inició la debacle del mundo comunista, socialista y de economía mixta, cuna de esa nueva versión del capitalismo, el capitalismo crony también conocido como Corporativismo. Una versión distorsionada de lo que es el verdadero capitalismo democrático. Un capitalismo amafiado entre el estado, negociantes sin escrúpulos y sindicatos embarrados. Un capitalismo en el que el estado escoge a los ganadores y a los perdedores.
A principios de los 90s finalmente el mercado, armado con la nueva tecnología, inició la destrucción de todos esos modelos económicos antinaturales. El mercado pasaba la factura a los países en donde se había enraizado el Corporativismo; Japón, los tigres asiáticos, México, América Latina en general. Se iniciaba una de las épocas de mayor inestabilidad financiera a nivel mundial: devaluaciones, quiebras nacionales, suspensión de pagos, derrumbe de las bolsas de valores, decrecimiento de los PIB de esos países. El árbol se sacudía para deshacerse de los malos frutos.
Ante la arremetida del mercado los “grandes interventores” clamaron por la acción de un estado más fuerte para controlarlo. En una neurótica reunión de ministros de finanzas del Grupo de los 7 en Alemania, se hacían compromisos para, a costa de lo que fuere, de nuevo aprisionar esa fuerza incontrolable; el mercado. Había que regresar al insurgente genio a su botella para controlarlo. Emergían de nuevo las pretorianas regulaciones, los esclavizantes impuestos, la imprenta del FED se echaba a funcionar 24 horas, de nuevo los gobiernos sumergían su gran cuchara en el potaje de la economía mundial.
Las consecuencias las estamos viviendo.
Todavía no entendemos que la única forma de lograr esa paz financiera mundial, es reformando las economías de países donde todavía el Corporativismo es el común denominador, expulsando a los gobiernos de la rectoría económica de los países, liberando los mercados. Dejando que el mercado asigne los recursos y no burócratas corruptos.
Los grandes especuladores, como Soros, ahora con ropajes de redentores piden intervención estatal. Gana la presidencia de Venezuela un militar golpista porque promete luchar contra los mercados y sus injusticias, lo mismo sucede en Bolivia, Ecuador etc. Pero lo más grave, gana la presidencia de los EE.UU. el gran enemigo del mercado, Barak Obama, para iniciar la mexicanización de la economía de EE.UU. tanto que ya Chavez lo llama Camarada.
La lucha es franca y abierta, una guerra entre el mercado y el estado y en ella participan dos clases de políticos: Los hábiles que entienden y le han dado paso al mercado, y los torpes que lo quieren destruir. La lucha es a muerte pero no hay duda que el ganador será el mercado.
Los políticos exitosos de este milenio serán los que entiendan que estado y mercado deben ser aliados. Que entiendan el estado tiene su función y es diferente a la del mercado. El estado no debe ser propietario, productor, proveedor, consumidor, juez y parte. Que entiendan el mercado liberado puede ser un agente de justicia y prosperidad. Que entiendan, también, que cuando se le reta y se la ataca, es cruel y despiadado, los japoneses tienen casi veinte años sintiéndolo y todavía no lo entienden.
Esperemos al mundo no le tome 20 años rectificar la ruta Obama Corporation.
- 31 de octubre, 2006
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