Elecciones europeas, unos ganan y otros pierden
Probablemente el asunto más cómico de cuantos se despejaron en la vida política española —ayer domingo 7 de junio— es la que se refiere a los cálculos, tientos y diferencias derivadas de las elecciones europeas, unos comicios que hasta ahora han sido incapaces de movilizar el entusiasmo de los ciudadanos, por no decir su absoluta y/o plena indiferencia.
Tradicionalmente este tipo de elecciones suelen dejar indiferentes a la opinión pública, máxime en los países del sur de Europa o en aquéllos de muy reciente historia democrática. El caso de España es paradójico y no sólo porque los asuntos que se ventilan en los comicios tienen una importancia muy relativa. El caso es que ni los partidos políticos ni los grupos de ciudadanos se conmueven ante la importancia de los temas que serán ventilados y que en su gran mayoría tienen enorme importancia aunque la inmensa mayoría de la opinión pública los ignore.
Lo que resulta ciertamente chocante es que antes siquiera de que las fuerzas políticas despejen sus diferencias lo importante es lo que dicen o quieren decir las pruebas preelectorales. Dijérase que lo importante no serán tanto los resultados como los previsibles resultados.
Lo importante no es lo opuesto a lo que los ciudadanos digan o vayan a decir sino el cómo y el por qué lo dicen.
La vida política europea se ha ido deshaciendo entre la burocracia y la falta de sentido común y eso lo notan incluso los más entusiastas europeístas que son cada día menos. Gane quien gane en estas elecciones del 7 de junio, lo importante no será tanto lo que allí se ventile aunque, por ejemplo estemos hablando de asuntos como la política agraria común. Lo importante es la cuenta de resultados de cada bando. Ganen unos u otros la clave se enfoca hacia la importancia de los líderes o, en el mejor de los casos, en un futuro que nadie o casi nadie toma en serio. A los europeos les aburre Europa y poco o casi nada se puede hacer para moverla. La continua burocracia ha terminado por convertir en grandes fábricas de papel timbrado en un ejercicio aburrido e insoportable. Eso explica entre otras cosas que los europeístas menudeen y los políticos europeos se interesen relativamente con su labor cotidiana. Pero de ahí a un interés demoledor va un largo trecho.
©Firmas Press
El autor es periodista español-colaborador de La Estrella Digital
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