El horror de Sri Lanka
Sri Lanka se ha convertido en un Estado donde ni el gobierno ni los Tigres de la Liberación Tamil respetan el derecho internacional humanitario de la población civil.
Después que 35 personas murieron el 15 de mayo en un ataque a una “zona segura”, Irene Kahn, Secretaria General de Amnistía Internacional, envió una carta al Consejo de Seguridad de la ONU instándolo a reunirse de inmediato pidiendo se ponga fin a los ataques del ejército de Sri Lanka y de la guerrilla tamil contra civiles y que el gobierno de Sri Lanka permita el inmediato acceso de organismos internacionales con ayuda humanitaria .
Recordó que en los últimos días 400 personas, entre ellas más de 100 niños y niñas murieron, lo que la propia ONU calificó como “baño de sangre”. Las narraciones de los refugiados que logran salir son sobrecogedoras y el gobierno está haciendo todo lo posible para que estas historias no lleguen al resto del mundo, dijo un representante de Human Rights Watch, organización que entrevistó a los que lograron fugar y llegar a la India. “Estos testimonios deben multiplicarse decenas de veces para poder capturar plenamente el horror de los que siguen atrapados entre los Tigres tamiles y bombardeados por las fuerzas gubernamentales”, expresó Meenakslú Ganguli, su investigador principal..
En el pueblo todas las casas tenían un “bunker” doméstico. Había cinco o seis personas dentro, a veces tres o cuatro horas. Los Tigres tamiles a veces disparaban desde zonas cercanas adonde vivían los civiles lo que los exponía al fuego de represalia. Huimos porque teníamos miedo, dijo un testigo. “Había enfermos pero no había medicinas en el hospital y mi esposa acababa de tener un bebé. Tuve que esperar un día para que llegaran las medicinas”.
Otro refugiado describe la carencia de alimentos. “El Gobierno enviaba algo de granos, pero si hacía falta 100 kilos enviaba 25”. No había organizaciones no gubernamentales en la zona. Los refugiados narraron en detalle a Human Rights Watch su viaje en barco a India en el que muchos murieron. Se perdieron en altamar, el motor dejó de funcionar y se quedaron sin combustible. Permanecieron a la deriva hasta que se quedaron sin alimentos ni agua.
“Bebíamos agua salada. Empezaron a morir uno tras otro. Primero murieron los niños. Murió la hija pequeña de mi hermano”, expresó un sobreviviente. Los relatos transcritos son duros pero el mundo debe conocerlos para que la ONU actúe incluyendo en su agenda esta situación y cree una comisión para investigar las violaciones del derecho internacional humanitario por ambos bandos en el conflicto de Sri Lanka. El horror aún no ha terminado.
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