Chile: Entre Evo y Alan
Por Hernán Felipe Errázuriz
En las fiestas ruidosas de los vecinos, es mejor participar; la alegría merece compartirse. No así en las pe-leas y enconos entre vecinos. De ésos hay que tomar distancia, hasta donde se pueda. Con mayor razón de las disputas entre Perú y Bolivia. Ambos países han tenido desavenencias desde siempre: en la Colonia, por la escisión del Alto Perú; una vez independientes, en los dos últimos siglos, y ahora, con el advenimiento de Evo Morales. El Presidente boliviano es destemplado, ideologizado, y aunque reclama contra el imperialismo, su marxismo-leninismo lo conduce a interferir en otras naciones.
Entre Perú y Bolivia hay historia áspera, confederaciones y anexiones que finalizaron mal; hubo disputas territoriales, discrepancias políticas y, últimamente, irritantes diferencias personales e ideológicas entre sus gobernantes. Evo Morales y Alan García no se soportan. Entrometernos en esa gresca puede ser contraproducente, y hasta pueden terminar siendo aliados en contra nuestra. Ha sucedido.
En todo caso, el distanciamiento chileno debe ser equilibrado, y no lo está siendo. Aumenta la distancia con Alan García y se mantienen cercanía y ambiguas promesas con Evo Morales. Esa situación es inconveniente: los principios e intereses compartidos con Perú son superiores a aquellos con el país altiplánico. Evo Morales se eterniza en el poder y lo totaliza, debilita sus instituciones; convulsiona a su país y a la región. En su gobierno hay incompetencia y desbordes que favorecen la corrupción y el narcotráfico, que trascienden a otros territorios. Al igual que su mentor, Hugo Chávez, no oculta su apoyo a Ollanta Humala, y persigue a opositores más allá de sus fronteras. Evo y Chávez se han unido nuevamente en contra de Alan García porque el Presidente peruano se atrevió a prestar asilo a disidentes políticos venezolanos y bolivianos.
El Gobierno chileno ha guardado silencio ante estos atropellos, y el próximo mes le extenderá alfombra roja a Chávez, en su visita a La Moneda. Entretanto, las relaciones con Perú y con Alan García se han enfriado, justificadamente, por el desconocimiento de los tratados que delimitan la frontera marítima y por su patrocinio ante la Corte de La Haya.
No corresponde la misma equidistancia con Chávez, Morales y García. Perú y Alan no pueden confundirse con los mandatarios de Bolivia y de Venezuela. Tal vez sin advertirlo, sin percibir sus alcances, parecemos más alejados de Alan García que de los promotores del socialismo del siglo XXI. Mala señal ante la comunidad de naciones y motivo para incrementar desencuentros con Perú. El equilibrio aconseja una agenda más constructiva con Alan García y más distancia con Chávez y Morales.
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