Raúl Castro, frente a su mayor desafío político
La otra orilla, como llaman los cubanos a Florida, siempre fue tierra enemiga para el régimen cubano. Allí recalaban los "gusanos" que abandonaban la isla por cualquier motivo. Con el tiempo, a los "traidores" que regresaban a visitar a sus familiares se los pasó a denominar "traedólares" y, en lugar de gusanos, "comunitarios". Pasaron de ser un problema a formar parte de la solución.
Con la eliminación de las restricciones a los viajes y al envío de remesas, el régimen cubano recibirá una inyección económica nada desdeñable en momentos en los que arrecia la crisis, pero, al mismo tiempo, Raúl Castro se enfrenta a su mayor reto político desde que llegó a la presidencia del gobierno, hace poco más de un año. Porque el gesto del presidente Barack Obama lleva adherida una carga política de profundidad: la ausencia de confrontación, tras décadas de beligerancia diplomática.
Y aunque Fidel Castro haya escrito recientemente que no le teme al diálogo y que su régimen no necesita la confrontación para existir, como, según él, piensan los "tontos" (debe de haber millones de necios en Cuba), lo desmienten los hechos, sus propias maniobras maquiavélicas para desbaratar un acercamiento con "el imperio" en las escasas ocasiones en que pudo haberlo (durante los mandatos de Jimmy Carter y de Bill Clinton).
Pero los tiempos han cambiado. El general (Raúl) no es el comandante (Fidel), aunque se muevan en la misma órbita de autoritarismo. El pragmatismo del actual presidente lo llevará a aceptar algunas concesiones para sacar a la isla de la parálisis económica que sufre. No se esperan contrapartidas políticas, pero sí, al menos, las tan cacareadas reformas estructurales.
Las restricciones impuestas por George W. Bush en 2004, limitando los viajes de los cubanoestadounidenses (uno cada tres años) y el envío de remesas (100 dólares al mes), estrangularon, más que al régimen, a miles de familias en la isla que subsistían en parte gracias a los dólares que llegaban de Estados Unidos, donde viven 1,5 millones de cubanos.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), las remesas enviadas a Cuba desde Estados Unidos rondan los 1000 millones de dólares al año, una cantidad que aumentará sensiblemente tras la eliminación de las restricciones.
El sector turístico -la segunda fuente de divisas del país, con 2000 millones de dólares anuales, sólo por detrás de los servicios de salud- también repuntará. Si en el último año hubo unos 130.000 viajes de cubanoestadounidenses a la isla, los economistas locales estiman que esa cifra podría triplicarse a partir de ahora. Un aumento que no alterará la política turística de la isla. Con más de dos millones de visitantes por año y unas 46.000 habitaciones disponibles, la ocupación hotelera ronda sólo el 60 por ciento y muchos cubanoestadounidenses se alojan en las casas de sus familiares.
Pero el panorama podría complicarse si prosperara la iniciativa que estudia el Congreso de Estados Unidos para que los ciudadanos de ese país puedan viajar libremente a la isla. Desde que, en 1963, se prohibió visitar Cuba (o, más concretamente, gastar dinero en la isla), los norteamericanos sólo pudieron viajar sin ser multados durante el mandato de Jimmy Carter (1977-1982). Según la Sociedad Estadounidense de Agentes de Viajes, cerca de dos millones de turistas podrían recalar en la isla en los tres primeros años, muchos más de los 40.000 que lo hacen ahora a escondidas.
El gesto de Obama hacia Cuba sepulta definitivamente la política de mano dura aplicada por Bush, pero no colma las expectativas del gobierno cubano, que aspira a una eliminación total del embargo que pesa sobre la isla desde 1962.
Un embargo que cuenta con rendijas cada vez más anchas. Desde que, en 2001, el Congreso estadounidense aprobó la venta de alimentos y medicinas a Cuba como ayuda humanitaria por los estragos causados por el huracán Michelle, el vecino del Norte no ha parado de comerciar con la asediada isla. Sólo el año pasado las ventas de alimentos rozaron los 500 millones de dólares, y Estados Unidos se situó como quinto socio comercial de Cuba.
Reticencias cubanas
En el decreto firmado por Obama y en las declaraciones de ayer de sus asesores hay detalles que no van a caer nada bien en La Habana. El envío de remesas a los altos funcionarios del régimen y del Partido Comunista continúa vetado. Y el mensaje político de que las medidas fomenten las libertades en la isla es una musiquilla que levanta sarpullidos entre la llamada generación histórica de la revolución, es decir, la que se resiste a ceder el poder.
Entre los anuncios hechos públicos ayer por la Casa Blanca llama la atención el denominado impulso al "flujo de información", tal como lo calificó el asesor presidencial Dan Restrepo. Washington pretende otorgar licencias para que las compañías estadounidenses de telecomunicaciones puedan operar en la isla. Y, además, los servicios podrán ser pagados por los familiares residentes en Estados Unidos. Pero para dar ese paso necesita la colaboración previa del gobierno cubano, al que todavía no se sabe si ha consultado al respecto.
Cuando faltan pocos días para que comience en Trinidad y Tobago la Cumbre de las Américas, la iniciativa de Obama sitúa el contencioso entre Washington y La Habana al rojo vivo. Pero, curiosamente, como si fuera una paradoja más de ese rompecabezas político, el futuro de esas relaciones no será tratado formalmente en una reunión a la que asistirán todos los líderes de la región.
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