Progresismo
Por Adolfo Ibáñez
La idea del progresismo constituye una falacia notable y perniciosa. A través del tiempo ha pretendido ser una corriente de pensamiento que haría progresar al mundo. Lo cierto es que en Chile este concepto tuvo mucha vigencia entre quienes se consideraron la "avanzada" de la civilización durante el siglo XIX, y los que se erigieron en la "avanzada" de los derechos sociales durante el siglo XX.
La historia nos enseña que el que floreció entre 1924 y 1973 empobreció a los chilenos. La propaganda política en torno a sus conquistas sociales y a su industrialización (sus ejes fundamentales) no ha podido ocultar el hecho esencial de que en 1973 el país estaba destruido, porque los revolucionarios de entonces lo repudiaban para construir el país revolucionario que predicaban.
Hoy afirman que el progresismo busca los mismos objetivos que el común de las personas, pero con un plus, o valor agregado, que apunta a finalidades bellas y altruistas para mejorar a las sociedades. Para lograrlo necesitan "más Estado"; es decir, más intervención para realizar los planes de los iluminados para guiar a la sociedad. A esta cruda realidad se le agregan componentes bellos como garantizar gobernabilidad, desarrollo inclusivo y bienestar de los pueblos para hacerlo seductor.
En la práctica, esta ideología abrió ancho cauce al "creacionismo" que se practicó hace medio siglo y más, persiguiendo infructuosamente la protección social y económica, y que introdujo distorsiones que entorpecieron la marcha del país en beneficio de los más fuertes y cercanos al poder. Peor aún, lo congelaron: la crisis económica de 1931 no se superó hasta 1975 con todas sus secuelas de empobrecimiento generalizado, mientras que la de 1982 se dejó atrás en 1985, abriendo paso al mayor ciclo de prosperidad conocido. En la actualidad, la de 1998 aún no se supera.
El progresismo creacionista con su belleza irreal, tan superada como los poemas surrealistas, expresa un mundo de buenas intenciones en algunos casos, y de ambiciones de poder en los más (como el caso del abanderado presidencial de la Concertación). Esto deriva del hecho de que todas las decisiones son negociables y que los acuerdos que se alcancen son positivos con el fin de mantener el poder. La propaganda mediática se encarga de realzar sus bondades y esconder sus contradicciones internas. Detrás del socialismo de balneario se esconde una mentira luciferina que intenta revivir un pasado que produjo miseria, dolor y frustración.
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