En España, un duro golpe al campo y a la mano de obra inmigrante
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MADRID.- Según las predicciones de los economistas, la depresión de la economía española aún no ha alcanzado su nivel más bajo. Pero ese triste pronóstico parece precipitarse ante el testimonio que el campo ofrece a través de los recolectores de frutas, hasta hace dos años uno de los sectores de la clase trabajadora que más -y mejores- oportunidades laborales tenían.
"No hay trabajo para nada. El año pasado yo dirigía una cuadrilla de 25 personas, y ahora todos hemos quedado fuera del sistema, porque nadie pide nuestros servicios. Muchos de los que trabajaban conmigo tienen que dedicarse a otros oficios, y algunos incluso han salido a robar para subsistir", asegura a LA NACION Octavio Alexander, un nicaragüense que llegó a Valencia hace 4 años para dedicarse a cultivar frutillas, atraído por las historias de prosperidad que llegaban en avión hasta su país natal.
Sin embargo, hoy aquella promesa de vivir y gozar el Primer Mundo parece haberse esfumado para darle lugar a una realidad inesperada… y no sólo para sus compatriotas. "Conozco a varios argentinos que venden artesanías y comidas de su país de día, y que por la noche roban. Muchos de ellos se quieren volver, pero no pueden ni juntar el dinero necesario para el pasaje", dice este joven, que también piensa en tomarse el primer vuelo disponible hacia Managua "no bien tenga con qué pagarlo".
Aunque tal grado de desesperación aún no ha alcanzado masivamente a quienes supieron ser los "jornaleros estrella" del primer productor de frutas y hortalizas de la Unión Europea, la desilusión y el pesimismo han arrancado a los recolectores de sus anhelos de ascenso social.
Recientemente, The New York Times se hizo eco del final del sueño de muchos de estos trabajadores que, gracias a las ganancias obtenidas, llegaron a conformar sus propios microemprendimientos de cultivo de frutillas en Huelva. Sin embargo, todas estas pequeñas empresas dedicadas a explotación de esas y otras frutas desaparecerían tan rápidamente como surgieron al profundizarse la contracción de la actividad, como consecuencia de la crisis financiera global y el estallido de la llamada "burbuja inmobiliaria".
Así, quienes habían logrado pasar del primer escalón de la producción de un negocio que facturó 14.000 millones de euros en 2007, debieron, en el mejor de los casos -y en todos los sentidos posibles- bajar a la tierra.
"Hace dos años vivíamos mucho mejor, y puedo decir que con trabajar en la cosecha de fresas solamente nos alcanzaba para vivir con comodidad a mi mujer y mí. Pero ahora los productores que necesitan mano de obra la encuentran a una velocidad increíble, así que siempre me quedo afuera", dice Antonio Sánchez Galán, un joven nacido en Ceuta que se había trasladado a Sevilla para poder estar más cerca de las empresas agrícolas. "Hoy, la falta de trabajo en las plantaciones me llevaron a dedicarme a ser chapuza [albañil], aunque ése es otro problema, porque se está construyendo y reparando poco", dice.
El sensible descenso en la demanda interna de frutas en España había comenzado ya en los albores del crisis: según datos de la asociación Freshfel, el consumo de frutas se redujo en 2007 cerca de un 10% en comparación con la media de los cinco años anteriores.
Más allá de que las estadísticas del año último aún no han sido difundidas, el incesante peregrinar de los recolectores de fruta por las empresas, cooperativas y federaciones agrícolas dan cuenta de que la tendencia en baja se ha consolidado.
"Se está trabajando bastante menos que el año pasado. No nos ha ido bien en la última temporada con el cultivo de naranja, porque los productores nos hacen trabajar la mitad de lo que lo hacíamos antes", afirma José Alcántara, un alicantino que desde hace 5 años está a cargo de una pequeña cuadrilla de recolectores de cítricos. "Pero la crisis no es el único problema. Los recolectores inmigrantes les están sacando trabajo a los españoles, porque suelen cobrar jornales más bajos, y hoy todos están pagando menos. Lo peor de todo esto es que la ley exige que estos extranjeros tengan papeles, pero eso no les importa a los productores, porque los contratan igual", protesta Alcántara.
De los 50.000 recolectores que de acuerdo a las federaciones agrarias se necesitaron para trabajar los cultivos frutihortícolas durante la última temporada, cerca de 22.000 han sido extranjeros. Pero los números parecen importarles menos a los inmigrantes que las crecientes pretensiones de los productores que los contrataron. "Ultimamente he tenido muchos problemas para conseguir trabajo, porque prefieren marcadamente a las mujeres. Creo que es porque piensan que son más responsables", afirma el rumano Adrián Borpescov, quien también dice estar convencido de que los empleadores locales privilegian la contratación de recolectores de origen español.
En cambio, para la productora hortícola Claudia Escudero, de Barco de Avila, la discriminación hacia los extranjeros, si existe, es de signo positivo. "Los inmigrantes han demostrado que, en muchos casos, saben trabajar con mayor productividad y a menor costo que los españoles, así que no dudaría en seguir contratándolos. Pero hoy no hay trabajo ni para los españoles ni para los inmigrantes. Los productores estamos prescindiendo de gran parte de nuestra plantilla, es un verdadero desastre", concluye Escudero.
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