Ecuador: ¿Qué democracia?
El candidato-presidente comenzó la campaña electoral antes de la fecha fijada por la Ley de Elecciones y su Reglamento, mientras el Consejo Nacional Electoral, heredero aprovechado de su antecesor al Tribunal Supremo en la sumisión al Ejecutivo, hace falsos esfuerzos por detener la avalancha publicitaria oficial, imponiendo multas irrisorias que valen nada y por ello sigue la campaña electoral desigual y altanera desde el poder.
Ha comenzado así el abuso de la palabra democracia, para engañar, degradándola; sin el menor remordimiento ético; por parte de todos los “actores políticos” en trance de campaña, pero especialmente del Gobierno que, con su mayoría en la Constituyente primero y en el congresillo después, crucificaron a la democracia dictando un sistema autocrático, concentrador del poder en manos del Ejecutivo; así se burlan los principios doctrinarios del sistema democrático hasta el punto de haber eliminado del texto constitucional la alternabilidad, consustancial en el republicanismo que se proclama con tanta hipocresía.
En el ámbito de los principios, la democracia, según dice Rodrigo Borja en su “Enciclopedia de la Política”, “es un concepto compuesto de realidades y de ideales. Constituye por eso un proceso de continua e interminable construcción. Su condición inacabada es inherente a su propia esencia y no depende de períodos históricos ni de lugares”.
Es además, una forma de organización social que reconoce que la soberanía radica en el pueblo, que gobierna a través de sus representantes elegidos por votación directa, universal, libre e igual, con división de poderes, Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral, a lo que se ha agregado ahora el Poder Ciudadano. Todos se equilibran o deben equilibrarse para garantizar el ejercicio de las libertades públicas, dentro de un ordenamiento jurídico e institucional.
¿Qué nos ha dado el correísmo que toma el nombre de Alianza PAIS? Un Gobierno autocrático, con un Ejecutivo poderoso, un Legislativo dócil a él, una administración de justicia dividida y vacilante, con un “poder ciudadano” difuso y en manos del mismo Ejecutivo.
Esto no es democracia. Pero los partidos de la oposición que aún sueñan en el régimen del reparto del poder a través de los bloques legislativos, no reaccionan ante esta realidad, más bien se aborregan ante hechos consumados y en lugar de denunciar la situación y empeñarse en recaudar la democracia escarnecida, se aferran a lo tradicional, que aspira a migajas del poder.
Esto es la partidocracia que también habla de una democracia que ella degradó en su largo ejercicio del poder, modelando así la figura de Correa, cuya marcha triunfal en las próximas elecciones es ensombrecida por hechos surgidos en el propio seno oficialista, como el Caso Chauvín-Ostaiza-Angostura, o de corrupción como el registrado en el Ministerio de Deportes sobre el cual se quiere tender un manto de olvido.
Por eso la gente se pregunta: ¿de qué democracia están hablando los del Gobierno y los llamados de oposición?
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