Oportunistas del mundo, ¡uníos!
Para deleite de unos e indignación de otros, el Presidente del Brasil, Luis Lula da Silva, sugirió recurrir al Manifiesto Comunista de Carlos Marx para hallar salidas a la actual crisis mundial. Algunos habrán quedado asombrados, pero la verdad es que, si miramos un poco para atrás, tales declaraciones tienen poco y nada de sorprendentes.
Los giros de las corrientes ideológicas siempre han acompañado los vaivenes de la economía mundial. Quienes nos hablan ahora del fin del capitalismo no son muy diferentes de quienes, hace unos años, nos hablaban de su triunfo definitivo y el “fin de la historia”. Ni una cosa ni la otra están cerca de la realidad.
Las crisis económicas suelen generar un brusco cambio de ánimo en la gente, por lo que los políticos inmediatamente tratan de tomar distancia de la situación anterior, sacarse de encima cualquier posible responsabilidad y, si se puede, montarse rápidamente a la nueva ola y ponerse en el plano de ser ellos los verdaderos profetas del porvenir.
Fue así como la Gran Depresión se llevó consigo un siglo de paradigma liberal, sobre cuyos escombros se encumbraron el fascismo y el nazismo, se consolidó el totalitarismo soviético y se justificaron las horribles barbaridades de Stalin y Hitler. Fue así también como se impuso el exaltado fundamentalismo neoliberal tras la caída del muro de Berlín y su posterior moderación tras las crisis de México y Asia y la debacle de Argentina.
Con seguridad esta vez no será diferente, aunque buscar inspiración en el viejo Manifiesto de 1848, publicado, para tener una idea, cuando en el Paraguay hacía poco comenzaba su gobierno Carlos Antonio López, parecería ir demasiado lejos.
Se le suele reconocer a Marx el mérito de haber desentrañado la verdadera naturaleza del capitalismo y sus cíclicos altibajos, pero para muchos importantes pensadores esto no es más que un simple mito. El flamante premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, por ejemplo, pese a encuadrarse dentro de lo que se podría llamar la izquierda estadounidense, considera más relevantes los aportes de Zeppo Marx a la comedia que los de Carlos Marx a las ciencias económicas.
John Maynar Keynes, un hombre que también es permanentemente mencionado en estos tiempos, decía que “el socialismo marxista deberá por siempre permanecer como un portento para los historiadores del pensamiento: cómo una doctrina tan ilógica y tan torpe ha podido ejercitar una influencia tan poderosa y duradera sobre las mentes de los hombres, y a través de ellas, los eventos de la historia”.
Según Krugman, fue justamente Keynes, y no Marx, quien “descifró el código” del capitalismo y por primera vez fue capaz de explicar cómo ocurren las recesiones y depresiones.
Para el afamado economista del MIT y columnista del New York Times, la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero (1936) de Keynes fue para la economía lo que El Origen de las Especies de Darwin fue para la biología. “Antes de la Teoría General, los economistas no podían explicar cómo ocurrían las depresiones ni qué hacer con ellas (he revisado la literatura pre-keynesiana sobre los ciclos económicos y es una vasta zona de desperdicios). Después de 1936, pudieron”, escribía Krugman en 1998, casualmente a propósito del 150 aniversario del Manifiesto Comunista.
Las crisis son por lo general etapas de gran confusión, lo que es muy lamentable, porque son precisamente estos son los momentos en los que se debería pensar y actuar con mayor calma y madurez, con la visión puesta en el largo plazo, en cómo vamos a quedar posicionados una vez que acaben las turbulencias. La cordura tendría que primar y los líderes tendrían que contribuir. A lo mejor es mucho pedir.
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