Dictador al banquillo
Editorial –
El Tiempo, Bogotá
(Puede verse también Al-Bashir, el militar sudanés que resiste con mano de hierro)
Por primera vez en sus siete años de vida, la Corte Penal Internacional (CPI) acaba de acusar formalmente a un jefe de Estado en ejercicio por cometer crímenes contra la humanidad (casi lo hace también por genocidio). En una decisión histórica, la Corte, con sede en Ginebra, pidió el arresto de Omar al Bashir, presidente de Sudán, y su comparecencia ante ese tribunal, que apoyan 106 países y los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU. Hace un tiempo, tribunales especiales iniciaron el procesamiento de dos antiguos presidentes: Slobodan Milosevic (Serbia) y Charles Taylor (Liberia).
La CPI llevaba meses estudiando este paso contra uno de los más nefastos dictadores africanos. Instalado en el poder desde 1989, mediante un golpe militar, el tímido pero sanguinario Al Bashir ha promovido y alimentado una cruenta guerra civil entre el norte musulmán y el sur animista y cristiano. Como consecuencia de ella han muerto cerca de 300.000 personas y tres millones perdieron sus hogares. Sudán es el país más grande de África, tiene una población de 41 millones -apenas inferior a la de Colombia- y el punto principal de conflicto es la región occidental de Darfur, donde las milicias árabes -Janjawid- se pasearon matando enemigos entre el 2003 y el 2006, a instancias del Gobierno. Una misión africana de paz solo aportó una transitoria tranquilidad a la zona.
Como era de esperarse, la reacción oficial ha sido la de rechazar la medida, expulsar del país a varias ONG que socorrían a los refugiados y promover un movimiento de unidad patriótica en torno a su "ofendido" líder. De los Estados africanos, lamentablemente, no cabe esperar más que declaraciones retóricas y apoyo a Al Bashir. Al fin y al cabo, varios de sus vecinos ya están poniendo las barbas a remojar, pues también son candidatos firmes al banquillo de la CPI.
No es que el tribunal haya pecado de ingenuo al pedir el arresto de Al Bashir. Su reacción, y la de los líderes africanos, era previsible. Pero, al proceder contra él, ha demostrado que ningún criminal, por elevado que sea su cargo, está por encima de la ley internacional. Es posible que el osado movimiento de la justicia no tenga correspondencia en la práctica, al menos por ahora. Pero habría sido desmoralizador que la Corte siguiera mirando lo que ocurre en Sudán -y en otros países- sin mover un código. Pese a todo, el fiscal de la CPI, el argentino Luis Moreno Ocampo, asegura que será cuestión de tiempo antes de que Al Bashir caiga. Que así sea.
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