Barack Obama arranca en Asia
El Tiempo, Bogotá
Al enviar a su secretaria de Estado a países que hace diez años ni siquiera figuraban en el horizonte político de Washington, el presidente Obama mostró, no sólo que tiene un nuevo estilo, sino también nuevas prioridades, que rompen con el eurocentrismo de sus antecesores.
Obama dio en el clavo. En la última década, la influencia económica de Asia aumentó, pero no sucede lo mismo con su peso político. La visita de Clinton corrige esa distorsión y traza una línea divisoria con los objetivos del gobierno anterior.
Hillary quiere ejercer un "poder inteligente". El término, nuevo en el léxico diplomático de Washington, se podría describir como una combinación de fuerza militar y sanciones económicas, con una estrategia para persuadir a los demás de las bondades del modelo económico y de democracia que se busca exportar.
A pesar de su tono amigable, la presencia de la nueva secretaria de Estado en Asia reitera que, en medio del estado calamitoso de su economía, Estados Unidos sigue siendo la potencia mundial y que no hay límites regionales ni temáticos para su jurisdicción.
El exceso de atención que Bush les dedicó a las guerras en Irak y Afganistán le hizo perder terreno en el Pacífico, y la supremacía que ejercía desde el fin de la Segunda Guerra está cada vez más amenazada por China.
Este nuevo acercamiento de Washington también agrada a muchos vecinos del gigante asiático, que ven con buenos ojos la llegada de otro actor de peso a la escena. En algunos casos, como el de Corea del Norte, los resultados de las políticas erráticas de la era Bush han sido desastrosos y, como consecuencia de ello, la dictadura comunista es ahora una impredecible potencia nuclear.
Sin mucho interés, Washington se limitó a ver con indiferencia cómo Japón, su principal aliado en la región, perdió influencia, al punto de volverse irrelevante.
Y está el caso de Indonesia: luego de crear un enfrentamiento generalizado con el mundo islámico, el gobierno de Bush hizo muy poco para poner de su lado al país con mayor número de musulmanes.
Como me dijo esta semana el estadounidense Paul Harris, profesor de ciencia política de la Universidad Lingnan, de Hong Kong, Indonesia representa la oportunidad para Estados Unidos de mostrar que su problema no es con el islam, sino con los extremistas. ¿Qué pasaría si E.U. se gana la buena voluntad de 200 millones de musulmanes?
Yo creo que Hillary Clinton ya dio el primer paso para empezar a responder esa y otras preguntas.
La funcionaria está hoy en China para garantizarle al gobierno de Hu Jintao que el hecho de que su país sea cada vez más dominante no lo convierte necesariamente en un adversario.
Es importante que lo haya dicho, aunque no sea cierto. La relación diplomática más importante del mundo está llena de temas contenciosos. Hay desacuerdos en lo comercial y lo militar, el historial de derechos humanos de China incomoda a los norteamericanos y ambos países se señalan como los principales responsables del cambio climático. Hasta ahora, esos desacuerdos no han ocasionado una crisis, pero la recesión mundial crea tensiones que antes no existían, lo cual hace aún más relevante y hasta más exitoso el viaje de Clinton.
"Cuando uno está en la misma barca, hay que cruzar el río juntos y en paz", dijo la diplomática antes de embarcarse para Asia, al tomar prestado un antiguo proverbio chino.
La barca está en medio del río y las aguas están revueltas. Ya era hora de que el gobierno norteamericano invitara a Asia a navegar, porque es posible que, en algunos años, sean los asiáticos los encargados de determinar el rumbo.
La autora es Periodista
- 3 de julio, 2025
- 29 de junio, 2025
- 5 de noviembre, 2010
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