Las dos Venezuela
Luego de una derrota, el ejercicio más sano es analizar y reflexionar sobre lo sucedido. Es cada vez más habitual en el país que las contiendas electorales sean definidas por porcentajes muy pequeños entre ganadores y perdedores. Esta constante, al menos en las últimas tres votaciones, sólo confirma lo que es una conclusión que se puede sentir en la calle. Venezuela está dividida en dos facciones, en dos grupos casi del mismo tamaño. Obviamente no es una división exacta, matemática o inamovible, nada en lo humano es así de definitivo, pero llega a dar una comprensión bastante clara de cómo se siente esta sociedad. Chávez y su revolución vinieron a dividir y separar. Esa ha sido una estrategia política que le ha rendido buenos frutos.
Enfrentar un grupo contra otro es capitalizar el ánimo exacerbado, es crear solidaridades y lealtades más o menos fuertes. Sin embargo ese plan es insostenible en el tiempo sin cometer excesos. O se termina creando una zanja tan insalvable entre los dos toletes que se puede caer en la tragedia de una guerra civil, o el desgaste por la pugnacidad termina aglutinando en el centro de la opinión a los electores, diluyendo los radicalismos y acabando las fidelidades automáticas. Esto último parece que es lo que está ocurriendo. Tras diez años desperdiciados, el socialismo del siglo XXI se muestra cansado y con señales inequívocas de haber alcanzado su techo. La estadística permite ver que el chavismo no ha crecido en las últimas contiendas. O está estancado o lentamente parece decrecer. Sorprende esta revelación pues en cada nueva consulta la inversión del Gobierno para comprar adeptos, manipular, chantajear y movilizar al ciudadano se ha hecho a un costo mayor. Ahora los votos a favor de la revolución son mucho más caros que antes.
Pero en la acera contraria el resultado, aún cuando suponga un revés, debe ser tomado como algo positivo. Es cierto que el referéndum fue aprobado contrariando lo que se había decidido un año antes, pero también es cierto que cuantitativamente los votantes que se oponían a las ideas de Chávez han estado creciendo consistentemente desde esa elección del 2 de diciembre. Es importante recordar que se ganó en aquella oportunidad porque el voto chavista en gran medida no quiso expresarse en contra de su líder máximo. Prefirió abstenerse aunque no estuviera de acuerdo con lo que se proponía. Este 15F se logró más votos que en aquella primera cita pero también es cierto que el Gobierno pudo empujar y llevar más simpatizantes a las urnas. Chávez sabe que no fue que estos votantes cambiaron mágicamente su posición de disentimiento sobre la materia, sino que más bien la operación de remolque se cumplió más eficientemente. Este dato debe causar cierto temor entre los ideólogos de la revolución.
Otra reflexión interesante es que cuando se creía que la clase media ya había llegado a su número mágico, a su techo, se está experimentando ahora la presencia de nuevos electores de este lado que, viniendo de clases humildes y del propio chavismo, están discrepando de las órdenes cuarteleras del presidente. Caracas, por ejemplo, a pesar de la tenaz campaña oficialista dio una muestra de independencia aún siendo una de las ciudades aparentemente más beneficiadas por la revolución. Hoy por lo menos es un mito eso de que la capital es roja rojita. Si acaso la mitad lo es y las tendencias señalan que lentamente está dejando de serlo. En la otra cara de la moneda y como verdad taxativa está el hecho de que en el interior aún se mantienen unos fuertes lazos de fidelidad con Chávez. Quizá la razón sea porque en esos lugares no hay más nada sino la presencia gubernamental. Esos poblados dependen casi en exclusiva del estado para subsistir. Hacia allá se deberá entonces concentrar la labor de la oposición si quiere destrabar el juego y alcanzar más simpatizantes.
No hay por qué sentirse derrotado o deprimido. Se logró alcanzar para la oposición una cifra histórica sin los recursos que tiene el estado, sin liderazgos sólidos que dieran la cara, sin racionales profundos que convencieran, sin siquiera elementos de motivación reales. Y eso fue así no porque la maquinaria opositora estuviera creciendo en eficiencia, organización o poder de convencimiento. No. Lo que ocurrió es que el ciudadano de a pie está empezando a distanciarse del presidente de una manera personal, solo, por su propio juicio y reflexión. Si los políticos contrarios a este proceso destructivo de la revolución entienden eso y se orientan en profundizar un proyecto real de país, que tenga la bandera de la inclusión y con la honestidad de llegarle de cerca a los problemas de la gente, toda la situación se acelerará hacia la contundente victoria que busca la democracia venezolana.
Chávez ahora tiene que pensarse las cosas muy bien. Ganó, es cierto, pero está viendo que no fue fácil, que el encantamiento no fue suficiente, que cada vez más la victoria le cuesta mucho más dinero y que frente a él, hoy más que nunca, tiene medio país firmemente en contra.
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