El caso islandés
Islandia es un pequeño país ubicado a mitad de camino entre Escandinavia y Groenlandia, habitado por algo más de 300.000 personas descendientes de suecos, noruegos y dinamarqueses. Hasta mediados de la década de 1970, vivía de la pesca, tenía un sector público grande y una economía dirigida. El despegue de su economía data de aquella época y se atribuye a una importante modificación del sistema de asignación de cuotas para la pesca y un proceso de privatización de largo aliento. Treinta años después, Islandia goza de un PBI per cápita de u$s 56.000 (el más alto del mundo según un informe de la ONU de 2006), una mano de obra altamente calificada, una distribución del ingreso nacional muy igualitaria y abundantísimo crédito (su volumen llega a casi 1000% del PBI; note que en Gran Bretaña llega a 400% y en Argentina, a 9%).
La crisis de las hipotecas sub-prime, que se inició en agosto de 2007 y alcanzó su clímax en octubre de 2008, tumbó a la próspera economía islandesa. Pese a que el superávit fiscal ascendía a 5% del PBI, la deuda pública no superaba el 30% del PBI y sus bancos eran rentables y estaban bien capitalizados. El tipo de cambio saltó en octubre pasado de 134 coronas por euro a 340 (+160%), hubo pánico bancario, congelamiento de depósitos y, finalmente, una nacionalización de los tres grandes bancos del país. El precio de los inmuebles había aumentado un 30% anual en los últimos años. El boom inmobiliario y de consumo había sido financiado por créditos bancarios. A su vez, los créditos se habían financiado por medio de depósitos y endeudamiento externo. La crisis de las hipotecas sub-prime dificultó mucho la renovación de los fondos externos; la prima de riesgo crediticio (CDS) para los bancos trepó a 1.000 puntos básicos y este clima de incertidumbre promovió una corrida de los depositantes. Las reservas internacionales del banco central islandés fueron insuficientes para evitar el colapso de los bancos. Demostraciones populares frente al Parlamento y "cacerolazos" determinaron la caída del gobierno.
¿Cuál fue el talón de Aquiles de la economía islandesa? Según dos artículos publicados por Ambito Financiero el pasado martes 27 (uno y dos), el lado vulnerable fue su sistema bancario y la solución consistiría en reemplazar la corona islandesa por el euro y en poner a la banca islandesa bajo el paraguas del Banco Central Europeo. La opinión pública islandesa se inclina ahora en forma abrumadora por esta solución, tras haberla rechazado abrumadoramente cuando se le planteó el ingreso al área del euro.
El caso islandés tiene especial relevancia para Argentina. Por un lado, Islandia se vio forzada a practicar una maxi-devaluación y a decretar un "corralito" a pesar de exhibir mejores indicadores fiscales y bancarios que Argentina en 2001. Por el otro, la opinión pública se da cuenta de que si el sistema monetario y bancario islandés hubiera estado bajo el paraguas del BCE nada habría ocurrido. Hasta Gran Bretaña, que padece una crisis menor pero más intensa que en cualquier otro país europeo, está comenzando a darse cuenta de lo mismo. Como se verá, la banca offshore (con dolarización o eurización, según se prefiera), que propuse en diciembre de 2001, no era un sueño de una noche de verano.
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