El sistema Ponzi y sus variantes
Enfoques – La Nación
Los sistemas de fraude son eficaces porque dependen menos de la sofisticación de la promesa que de la voluntad de creer. El deseo de ser tocado por una varita mágica y la aspiración a que la suerte se desproporcione en nuestro favor son grandes y siempre habrá quienes cierren los ojos ante esa tentación. El caso de Bernie Madoff es casi inverosímil: no se entiende cómo hizo para burlar a los inversores y reguladores más sofisticados del mundo.
Uno comprendería que ocurriera en países como el nuestro, donde no sobran variantes temáticas del fraude. La Argentina previsional ha sido siempre un gigantesco sistema Ponzi, una larga cadena de la felicidad, si no fuera irónico llamar así al sistema jubilatorio. Pero, además, ni siquiera es necesario el sistema Ponzi. Basta un decreto presidencial para robarse todos los recursos. Es que nuestro sistema produce avezados símiles de Madoff. Se pide en las campañas políticas que se invierta el voto a cambio de grandes promesas. Esquema que se completa luego con el desvío de los aportes de capital de los contribuyentes hacia intendentes, gobernadores y demás usufructuarios de las utilidades de ese gigantesco fondo de inversión. Todo se hace con plata ajena, y el esquema queda también al descubierto cuando se acaban los recursos.
En otras áreas, muchos predicadores utilizan también el sistema Ponzi para evangelizar a sus acólitos, con un mensaje que invita a invertir en ellos, para recibir luego rentas extraordinarias en el otro mundo. Esta variante del esquema Ponzi es perfecta, porque nunca se reclama de antemano el capital, y además realiza la alquimia de convertir recursos sometidos a la usura del tiempo en rentabilidades protegidas por la inmortalidad. El otro reciente y notable fraude es el libro de memorias falsas sobre el Holocausto nazi escrito por Herman Rosenblat, que resultó ser pura imaginación y que se preparaba como uno de los grandes lanzamientos editoriales. El hombre, sobreviviente real de Buchenwald, imaginó una bella historia en la cual una niña cristiana le entregaba manzanas a través del alambrado del campo y que resultaba ser aquella que encontró luego en la vida, y con la que se casó.
El develamiento de este fraude causó un daño superior al de Madoff. Porque aquella historia era la prueba que siempre necesitamos de que, aun en el infierno, pueden germinar el amor y el sentido. Hay que confesar que este caso, al contrario de Madoff o de los obesos gurúes que predican la redención mientras sorben helados, causa una remota sensación, si no de comprensión, al menos de piedad. ¿Fue sólo un negocio, una búsqueda de notoriedad, o un invento mediante el cual alguien necesitó escribir un final feliz para una tragedia? ¿Acaso el germen fue reescribir una realidad demasiado dura como para seguir viviendo, y la mentira, por ser demasiado bella, se le escapó de las manos y creció como una bola de nieve? En definitiva, uno se pregunta si, a pesar de las apariencias, el principal destinatario de la ilusión no era él mismo. Mientras existan ilusiones flotantes, siempre habrá puertos que se ofrezcan. En todo caso, ¡muchas felicidades para 2009, inmunes a Ponzi y sus variantes!
- 23 de enero, 2009
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