Los vuelos de la CIA y la crisis
8 de diciembre, 2008
8 de diciembre, 2008
Los vuelos de la CIA y la crisis
¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?, se preguntarán ustedes. Pues lo mismo que tiene que ver la crisis económica con los calcetines de Esperanza Aguirre, el crucifijo en las escuelas o la lápida de Sor Maravillas en el Congreso. Son una pantalla, un señuelo, una cortina de humo.
España es el único país en el que, con la que está cayendo, el tema estrella de sus medios de comunicación oficiales y oficiosos es la autorización concedida por el Gobierno Aznar a los aviones norteamericanos con talibanes a bordo, para hacer escala en nuestros aeropuertos camino de Guántánamo. O esos medios se han quedado sin vista, oído ni olfato, o han decidido dedicarse al humor negro.
Pero ni una cosa, ni otra. Lo que tenemos en España desde hace, no ya semanas, sino meses, es una maniobra de distracción perfectamente planeada y hábilmente ejecutada. El Gobierno Zapatero, ¿recuerdan?, empezó negando la existencia de la crisis. «En el otoño, tendremos los primeros síntomas de recuperación», nos aseguraba. Será el otoño de 2009. O el de 2011, porque lo que tenemos este otoño no es recuperación, sino recesión. Ante ella, se han puesto a hacer malabarismos: «¿Ven este documento secreto autorizando los vuelos de la CIA? Pues ya no lo ven». «¡Fíjense, fíjense cómo llega la presidenta de la Comunidad de Madrid despavorida de Bombay!». «¿Crucifijos en las escuelas? ¡Qué disparate!». «¿Qué se le ha perdido a una monja en el Congreso?». Y el respetable, riéndoles las gracias.
Que a los españoles nos encanten los dimes y diretes, la chismografía y el insulto más o menos grosero facilita mucho esta estrategia de diversión, en el doble sentido que tiene esa palabra de entretenimiento y amnesia colectiva, con el Gobierno proporcionándonos el olvido y la distracción.
Eso, naturalmente, no va a evitar que el paro siga subiendo, las bolsas bajando y enteros sectores industriales camino de la UVI. Pero la satisfacción personal que nos proporcionan esas comidillas y jolgorio no nos la quita nadie. Hasta que no seamos nosotros quienes nos vayamos al paro, claro.
Esta parece ser la receta del Gobierno para la crisis económica, ya que los parches que viene
poniéndole no acaban de dar resultado. Que los españoles nos olvidemos de la recesión como nos olvidamos de su fracasada negociación con ETA y de sus malhadados nuevos estatutos, para dedicarnos a lo que más nos gusta: a librar batallas pasadas y a olvidarnos del duro presente. ¿Y qué va a pasar cuándo lo de los vuelos, lo de los calcetines y lo de los crucifijos no den más de sí? No se preocupen, que en Moncloa ya se encargarán de proporcionarnos nuevas distracciones y nuevas polémicas. Puede incluso que estén ya en ello. En una buena crisis gubernamental, por ejemplo, con la salida de algún peso pesado, también en el doble sentido de la palabra. «¿No querían que reconociese la crisis? -podrá decir abriendo los brazos nuestro espabilado presidente-. Pues ahí la tienen».
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