¿Y Guatemala?
Por Manuel F. Ayau Cordón
Prensa Libre
La ocasión de visitar otros países siempre da oportunidad de reflexionar sobre el propio. Escribo desde Tokio, donde, desde la ventana del hotel, observo una infraestructura de carreteras, calles y puentes, con pistas elevadas, hasta de tres pisos, para automóviles y camiones; otras, para trenes y autobuses, mientras, abajo, en túneles de varios niveles, se cruzan los trenes. Todo ello, logros admirables de ingeniería que se reflejan en la productividad de su gente. Entre tanto, en Guatemala se da poca o ninguna prioridad “social” al aumento de productividad que se deriva de disponer de carreteras y accesos, y que liberaría a tantas personas de consumir su tiempo y sufrir incomodidades durante cuatro o más horas diarias para llegar a su trabajo y retornar a su hogar —¡25 por ciento de su tiempo de vida diurna comprimidos en autobuses!—.
Se habla de crisis mundial, pero, obviamente, de ella no se han enterado algunos países como Perú, que crece al ritmo de 8% anual; China, al 10%; Polonia, al 6%, y así se desarrollan algunos países, mientras otros se ofuscan analizando la macroeconomía; se ahogan en el PIB, en cifras y gráficas, mientras celebran juntas y caras reuniones de “alto nivel”.
No hace tanto tiempo en la historia del mundo, las diferencias entre países no eran tan grandes como lo son hoy día, porque el mundo entero era pobre. Antes del Liberalismo, el hombre no había tenido la oportunidad de crear los medios de transporte, de comunicación, facilidades médicas, etc., que constituyen la riqueza moderna. Algunos países conservaron su natural de pobreza, y otros iniciaron y liberaron la iniciativa e inventiva de sus pueblos, aumentaron su productividad y crearon la riqueza que hoy los diferencia de los que permanecen pobres, ¡a pesar de que pueden aprovechar los inventos y conocimientos de los más liberales!
Las explicaciones de las diferencias son muchas. Pero comparando lugares con más o menos la misma cultura, la misma historia, la misma abundancia o escasez de recursos, similitud de climas y acceso geográfico, se puede apreciar que las diferencias se deben al grado de liberalismo económico adoptado. Compárese, por ejemplo, Corea del Norte o del Sur, China y Taiwán, Vietnam Norte o Sur, Alemania Este u Oeste, Perú con Alan García I y con Alan García II, China de Mao con la China de hoy, etc. Mientras más actividades se rigen por el respeto al derecho individual, por el intercambio libremente pactado y coordinados por el sistema de precios —“el mercado”—, con mínima interferencia económica de los gobiernos, más rápido es el progreso. En cambio, mientras más actividades privadas se pretenden dirigir por los reglamentos de los gobiernos para lograr finalidades sociales, menos progreso social se logra, y las necesidades sociales siguen insatisfechas, consecuencia de la pueril dependencia en la limitada sabiduría económica de los gobiernos. En cambio, en los países que usan los reglamentos principalmente para proteger derechos individuales, y no para dirigir los esfuerzos de la gente, la economía funciona y se logra progreso.
Sin reformar el tradicional sistema político que ya forma parte de nuestra cultura, no se vislumbra un futuro promisorio, porque subordina los derechos individuales a las aspiraciones llamadas “derechos humanos” y alienta el fuerte prejuicio ideológico en contra de las políticas fiscales y económicas que podrían sacarnos adelante.
- 23 de noviembre, 2025
- 23 de junio, 2013
- 24 de noviembre, 2025
- 24 de noviembre, 2025
Artículo de blog relacionados
Editorial – Clarín El complot descubierto en Londres para derribar diez aviones con...
18 de agosto, 2006- 17 de noviembre, 2012
- 4 de noviembre, 2010
Por Carlos Rodríguez Braun Libertad Digital, Madrid El historiador Gabriel Jackson, un darling...
20 de julio, 2008














