Ante una nueva bravuconada
Por Moisés Naím
El País, Madrid
WASHINGTON.- El estadista venezolano recurrió una vez más a su fina prosa para mandarle un mensaje al imperio.
“Váyanse al carajo, yanquis de mierda”, gritaba el presidente Hugo Chávez en un discurso que merece ser visto y oído en vivo (es fácil encontrarlo en Internet). ¿Qué pasó? ¿Cuáles fueron las razones que motivaron a Chávez a expulsar al embajador estadounidense y empeorar sus ya malas relaciones con Estados Unidos?
Las posibles respuestas a esta pregunta constituyen una especie de test de Rorschach político, que en vez de revelar ciertas características psicológicas de quien lo toma, revela sus inclinaciones políticas: dígame por qué cree que el presidente venezolano expulsó al embajador de Estados Unidos y probablemente pueda adivinar cuáles son sus opiniones sobre Irak, Rusia y la globalización.
Para Chávez y sus muchos simpatizantes en el mundo, la razón por la cual él tuvo que actuar así es obvia: Estados Unidos está conspirando para derrocar a Evo Morales en Bolivia y asesinar al líder venezolano. ¿Por qué? Porque Chávez defiende a los pobres, intenta corregir siglos de injusticia social y porque está esparciendo por América latina y el mundo la resistencia a la hegemonía estadounidense.
Además, Chávez ahora tiene a Rusia como aliado y Vladimir Putin está cada vez más enfrentado con los yanquis. Y no hay que olvidar, por supuesto, que al final lo que más importa en todo esto es el petróleo, por cuyo control los estadounidenses están dispuestos, como vimos en Irak, a hacer cualquier cosa.
Otros ven en las imágenes de Chávez gritándole al imperio cosas muy distintas. Ven a un político haciendo uso del viejo truco de acusar al imperialismo yanqui para distraer a los incautos de problemas muy reales que son hechos en Caracas y no en Washington. La popularidad de Chávez, el mandatario con más tiempo en el poder en el hemisferio occidental, ya no es la de antes y las pugnas entre sus seguidores se han exacerbado.
La economía venezolana sufre una tasa de inflación que está entre las más altas del mundo, y el estallido de asesinatos, asaltos y secuestros sitúa al país entre los más inseguros. Todo esto a quienes más daño hace es a los pobres. Por si fuera poco, la economía no petrolera ha sido devastada y sólo quedan los ingresos por exportaciones de petróleo, y éstos están cayendo precipitadamente.
Los ingresos petroleros no sólo disminuyen porque los precios están cayendo, sino, más importante aún, porque Venezuela produce cada vez menos petróleo y consume internamente cada vez más, en parte porque un litro de nafta cuesta 12 centavos de dólar, el más barato del mundo.
Esto hace que el petróleo disponible para exportar sea hoy un 40% menos de lo que era cuando Chávez llegó al poder. Además, parte de las exportaciones no se cobran, porque regalar petróleo es un pilar fundamental de la política internacional de Chávez.
Irónicamente, casi los únicos que pagan por el petróleo venezolano son los odiados yanquis: 85% de todos sus ingresos por exportaciones petroleras Venezuela los recibe de Estados Unidos. Quizá por eso el día después de su discurso Chávez pasó de la poesía escatológica a la contabilidad de costos: expulsar al embajador y mandar a los yanquis al diablo no quiere decir que se interrumpan las relaciones comerciales, aclaró.
Pero no todo es petróleo. Para muchos, el violento discurso de Chávez no puede ser entendido sin tomar en cuenta las recientes revelaciones que implican a altos funcionarios del gobierno de Venezuela en casos de corrupción (que también involucran al gobierno argentino) y en la complicidad con los asesinos de las FARC.
Rorschach de nuevo: para unos, estas revelaciones son una conspiración más de los yanquis. Para otros, una muestra más de la podredumbre que corroe al régimen chavista.
En todo caso queda la pregunta: ¿cuán en serio hay que tomarse este último estallido de Hugo Chávez?
No mucho. En su década en el poder, Hugo Chávez ha expulsado a los embajadores, o insultado, amenazado y denunciado a los gobiernos de Alemania, El Salvador, España, Estados Unidos, Chile, Colombia, México, Perú y la República Dominicana. Entre otros.
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