Quien siembra odios, cosecha violencia
Por Susana Seleme A.
Red Confianza, Bolivia
Cuando el presidente Morales y sus hombres recurren a la coerción, no sólo a cuenta de los aparatos represivos del Estado –Fuerzas Armadas y Policía–, sino también a cuenta de los movimientos sociales organizados para imponer la hegemonía que buscan, asistimos a un escenario de naturaleza militar-civil violenta. Si agregamos como instrumento de lucha el uso malévolo de la propaganda, comunicación e información políticas y discursos incendiarios, tenemos un poderoso aparato de dominación ideológico, político, civil y militar.
Claro que resulta difícil definir cuál es la ideología del Gobierno por la confusión de sus protagonistas, mezcolanza indigenista con cosmovisión aimara-centrista, trotskismo, populismo demagógico y prebendal, izquierda voluntarista y otros ‘ismos explosivos’.
Pero la clave está dada por el intento de dominio étnico-cultural sobre la sociedad civil y dominación político-militar en todo el país, según dicen hasta el año 2020. Para ello cuentan con el histórico bloque campesino cocalero, fiel a su máximo dirigente, el propio Morales, desde hace más de una década. Mientras, el Vicepresidente y los demás asumen sus tareas a partir de lecturas y prácticas mediante las cuales intentan «robarle el alma a los k’aras». Es decir, robarles la forma de vida, la visión del mundo, la cultura y los valores a mestizos, blancos y todo lo que no huela a ‘originario-indígena’, con el fin de destruirlos y hasta vetarles la condición de ciudadanos.
Sin embargo, quien siembra odios, cosecha violencia. Y eso es lo que están cosechando, merced a las fracturas del tejido social boliviano por los reconcomios, deseos de revancha y castigos a los k’aras que alientan el Presidente, el ‘Vice’ y sus hombres. A eso apuntan el ‘combo-decretazo’ pensado para diciembre y el otro punitivo decreto que nuevamente dirige la mirada a los recursos de las prefecturas. ¡Qué caretas! Pero si es así, pues al MAS le cobraremos todos los daños materiales, inmateriales y espirituales que le han hecho a la democracia y a la ciudadanía boliviana.
El sostenido bloqueo de las regiones del Chaco autonómico por la defensa del IDH, las tomas de instituciones del alicaído y desagregado Estado por parte de autonomistas, la militarización y las gasificaciones en Beni, los enfrentamientos entre civiles, policías y militares trasladando armas en Pando, trifulcas y golpes entre masistas y no masistas en Santa Cruz, y otros enfrentamientos, son respuestas a las provocaciones del Gobierno y sus representantes. Y como no logran, legal y democráticamente, 2/3 de votos en el Congreso para aprobar por ley el ‘combo’ de diciembre de 2008, andan buscando conciencias de opositores para comprar sus votos: cuatro en el Senado y 19 en Diputados, según el senador masista Félix Rojas. En cualquier lugar, ésos son actos de corrupción. ¿Quién los denuncia y ante quién, si todo está contaminado de ilegalidades y corruptelas?
Con 160 mil votantes no registrados en el Registro Civil, sólo en Santa Cruz –¿cómo será en otras regiones?– pueden ganar elecciones, pero no tienen capacidad para el manejo gubernamental de esta crisis, que la han generado sólo ellos y no los departamentos autonómicos ni sus autoridades políticas y cívicas. Los del Gobierno, son duchos, eso sí, para la chicana, la trampa, la corrupción, el manejo de las masas, la mentira y la denuncia de golpes civiles. ¿Hasta cuándo seguirán sembrando odios y cosechando violencia? ¡No hay pueblo que lo resista!
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