Un país de emigrados
Por Alejandro A. Tagliavini
El Nuevo Herald
Buenos Aires — Días después de la muerte de unos 70 inmigrantes africanos en aguas del Mediterráneo, el papa Benedicto XVI exhortó a una solución para los »sin papeles». Habló de la inmigración ilegal para escapar de situaciones »con frecuencia insostenibles» y agregó que los países de origen de los indocumentados también »deben mostrar sentido de responsabilidad» para «eliminar las causas».
En efecto, las personas no escapan poniendo en riesgo sus vidas para hacer turismo, sino para evitar la brutal represión política, económica (sobre el mercado) y social que trae el populismo.
Estados Unidos es la nación que más cantidad de inmigrantes recibe. Según la Oficina del Censo, para 2050 la población total será de 439 millones de personas, 137 millones más que en 2008, mientras que la blanca no hispana llegará a 203.3 millones en 2050, sólo 3 millones más que hoy. Este grupo llegará a ser el 46% del total, una caída del actual nivel de 66 por ciento. Esto se debe a la mayor tasa de natalidad entre los inmigrantes, principalmente los latinos, y a que hoy ingresan 1.3 millones de personas por año, y se prevé que para mediados de siglo lo hagan 2 millones.
Desde la Gran Muralla china hasta el muro de Berlín, el mundo ha conocido infinidad de barreras para detener a los »invasores» (terroristas, narcotraficantes o inmigrantes) indeseados. Tal y como las que impiden el ingreso al »mundo de la libertad», las de alta tecnología que Estados Unidos construye desde los 90s en la frontera mexicana, para frenar la creciente la entrada de personas, cosa que demuestra que las prohibiciones a la libertad son poco efecivas.
La solución no pasa por barreras, que siempre serán violadas, sino por ayudar a los países de origen a que consigan la libertad interna. Además, los receptores no deberían temer a los inmigrantes. Siempre es el sector privado, las personas actuando naturalmente sin la interferencia del poder coactivo del Estado, los que quieren la inmigración.
Los dueños de chacras, hoteles, restaurantes y demás necesitan trabajadores extranjeros, ya que hay escasez de estadounidenses dispuestos a cubrir los puestos. Si existe desocupación y bajos salarios, que inducen a la delincuencia, se debe a las medidas coactivas del gobierno: salarios mínimos, que impiden la contratación de los que ganarían menos, y las trabas a las inversiones y las empresas, que evitan una mayor demanda de mano de obra, lo cual induciría un aumento en los salarios.
Las minorías, en 2050 llegarán al 54% del total. La población hispana, ahora un 15% del total, prácticamente se triplicará: los 46.7 millones de 2008 se convertirán en 132.8 millones, el 30% del total.
Los afroamericanos avanzarán poco desde el 14% actual (41.1 millones de personas) y pasarán a ser el 15% (65.7 millones) en 2050. Los asiáticos ascenderán de 15.5 millones a 40.6 millones, elevando su porcentaje en la población nacional del 5.1% al 9.2%.
La fuerza laboral de Estados Unidos también sufrirá modificaciones. Más del 55%, en 2050, estará compuesto por las que hoy son minorías, el 34%. Dentro de ese total para 2050, los hispanos serán más del 30% de la fuerza de trabajo contra el 15% de ahora. Mientras el 15% serán trabajadores negros (13% en 2008) y 9.6% asiáticos (5.3% en 2008).
En definitiva, Norteamérica va camino de convertirse en un país de emigrados por la demagogia latinoamericana.
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El autor es miembro Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute de Oakland, California.
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