Los falsificadores

El Universal El pragmatismo del pillo es necesario, pero también lo es el idealismo del héroe Dos personajes constituyen el hilo de la trama en "Los falsificadores". Uno de ellos es un cínico que no cree en nada. Estrella en el firmamento de los pillos, el falsificador copia cualquier cosa y la hace pasar por original.

Su vida exitosa gira en torno a la mentira, nada en su vida es genuino. Le va muy bien hasta que es enviado a un campo de concentración nazi. Allí, donde la vileza sobrepasa los límites de lo imaginable, la dignidad se evapora y los días son un reto a la cordura, la vida de nuestro delincuente gana un significado sobresaliente, ya que sus habilidades pronto se convierten en el pasaporte para entrar en un infierno menos caliente, donde el diablo se toma un calmante. El falsificador recibe instrucciones de sus captores para conformar un equipo que permita falsificar la libra esterlina y el dólar estadounidense, plan que tienen los nazis para destruir el sistema financiero del enemigo.

Pero las cosas comienzan a ir mal cuando aparece el héroe que sabotea las falsificaciones por considerarlas colaboracionistas con los nazis. Prefiere morir, antes de ayudar a sus captores a ganar la guerra.

El héroe tiene principios y no está dispuesto a cedérselos a los monstruos que insisten en hacer del ser humano un manojo de estiércol. Pero su actitud es poco práctica y puede ocasionar la muerte de todos sus compañeros. El falsificador lo sabe pero no lo entrega a los nazis, al contrario, lo protege. El pillo necesita del héroe para salvarse como hombre; el héroe es la única luz que protege de la absoluta oscuridad al grupo de presos. El falsificador salva la respiración de todos, pero el héroe le da vida a sus almas. El pragmatismo del pillo es necesario, pero también lo es el idealismo del héroe.

La película es como la vida misma. Sin hombres prácticos el mundo no camina, pero sin héroes el mundo no tiene sentido. Con héroes, la vida no está muerta.