El Uruguay asoma al éxito: Comentarios orientales
Por Emilio J. Cárdenas
Fundación Futuro Argentino
1. Avanzan las pasteras en Uruguay.
La fábrica de Botnia -ahora está claro y probado- no contamina. Así lo demuestran, una y otra vez, los controles de todo tipo que se acumulan sobre la planta. Una vez más, una sociedad como la nuestra, proclive a comprar fantasías y transformarlas en verdad revelada ha quedado desairada. Un puñado de fanáticos sigue sin dar su brazo a torcer, violando impunemente el derecho internacional, como si no existiera. Pero la planta no contamina. Esta es la realidad. Para los Kirchner, un papelón. Para Romina Picolotti, aún más.
Mientras esto ocurre, los medios de prensa orientales informan del avance en la construcción de la planta de la española ENCE, que se mueve a gran velocidad. Una segunda inversión millonaria en su sector celulósico empezará a generar empleo y oportunidades. Como Botnia, del otro lado del río. Prefiriendo la seguridad jurídica uruguaya a la peligrosa tómbola argentina.
La planta de ENCE se erige en Conchillas, en el Río de la Plata, en Punta Pereira, cerca de Colonia. Junto al emplazamiento de la nueva planta crece un hotel cuatro estrellas y un inmenso obrador. El terreno tiene más de 500 hectáreas afectadas a las actividades industriales. Miles de uruguayos se afanan en el proyecto y ya se benefician de él, en la etapa de construcción.
La planta aplicará la tecnología más avanzada del mundo, desconocida en la Argentina, esto es el método de “blanqueo ECF Light”, libre de cloro elemental. Producirá un millón de toneladas al año de celulosa. Tendrá una potencia eléctrica instalada de 170 megas, renovable a partir de la propia biomasa. De ellos consumirá unos 81 megas, razón por la cual el resto irá al sistema eléctrico oriental.
Una vez en marcha, contribuirá al PBI uruguayo en unos 400 millones de dólares por año. Generará, además, unos 5.700 empleos de tiempo completo. Todo en beneficio de Uruguay, que ha sabido defender a su sector contra la sistemática ofensiva de los “ambientalistas” de Gualeguaychú, estimulados de mil maneras por las autoridades nacionales y provinciales argentinas. La fabricación de celulosa misma empleará a unas 1.000 personas que, en conjunto, ganarán por año unos 10 millones de dólares en salarios regulares.
Casi todo el movimiento de la madera y la pasta de celulosa se hará por vía marítima y fluvial, lo que seguramente hará crecer el flujo actual de tráfico y creará naturalmente nuevos puestos de trabajo.
Uruguay, fiel a su objetivo nacional de transformarse en un importante productor de celulosa encara, asimismo otra enorme planta, la mayor de todas las que están en curso, sobre su litoral atlántico esta vez. Al norte de Cabo Polonio. En este caso, no solo se elaborará pasta de celulosa, sino también papel.
Para Uruguay asoma el éxito que es hijo del orden y la constancia. Para Argentina, la irresponsabilidad, hija dilecta de ese matrimonio peligroso que une al populismo con la improvisación que ha caracterizado a la gestión de los Duhalde y los Kirchner muestra sus consecuencias. Así nos va.
2. Cambios en el sector agropecuario uruguayo.
Un interesante informe oficial reciente, que acaba de ser difundido por la “Dirección de Estadísticas” (DIEA) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca del Uruguay, asegura que en los últimos ocho años el 31% de la superficie agrícola oriental cambió de manos, en casi 20.000 operaciones distintas de compraventa.
Este es un nivel inusual de actividad, que confirma el crecimiento del sector y la atracción que ejerce sobre los inversores locales y extranjeros.
Ocurre que, a diferencia de lo sucedido en la Argentina, el fuerte crecimiento de la demanda internacional de materias primas producidas por el campo y de sus precios internacionales fue aprovechado -a pleno- por los uruguayos, sin “retenciones”, ni resentimientos de ningún tipo. Y con el clásico apego a la seguridad jurídica oriental, a todos los niveles.
En más de la mitad de las referidas transacciones (unas 2.782 millones de hectáreas) la compradora fue una persona jurídica, casi siempre una sociedad anónima. Por esto es posible que muchas de las compras de tierras fueran realizadas por inversores del exterior, que demostraron así su confianza en el futuro del sector rural oriental. La otra mitad de la tierra negociada fue, en cambio, adquirida por personas físicas, entre las que hay argentinos, italianos y suizos.
El precio promedio por hectárea pagado fue de 1.432 dólares, en el 2007. Más del 70% de las transacciones se refieren a parcelas más bien chicas, esto es de entre 10 y 200 hectáreas. El departamento de Paysandú fue el preferido de los inversores. Con Río Negro y Soriano, son los tres departamentos más elegidos. El 75% de las tierras vendidas lo fue por ciudadanos uruguayos.
Además llegaron a la Banda Oriental los llamados “pools de siembra”, esto es grupos de inversores que actúan seducidos por el rendimiento esperado del agro; que cuentan con una organización adecuada, tecnología de punta, y con los recursos financieros líquidos del caso. Esto ha generado alguna preocupación por asegurar el cuidado en el manejo adecuado de los suelos. Las autoridades uruguayas están, se dice, contemplando la posibilidad de exigir a los productores la presentación regular de sus “planes de siembra”, aunque cuidando que ello no demore -ni, mucho menos, paralice- al productor, que debe inexorablemente plantar sus distintos cultivos cuando agronómicamente así se requiere y naturalmente no cuando la burocracia cree que debe hacerlo o, menos aún, cuando los funcionarios están en condiciones de aprobar las respectivas presentaciones, lo que generaría perjuicios, así como frustraciones de todo tipo. Y sería regresivo.
El precio de los arrendamientos creció, duplicándose en los últimos siete años, alcanzando en el 2007 un promedio por hectárea de 60 dólares por año. Para la agricultura ese promedio fue, en cambio, de 135 dólares por año. Para la ganadería, por su parte, de apenas 38 dólares por año. Más del 60% de los contratos de alquiler se hicieron por superficies menores a las 250 hectáreas.
Las inversiones en el sector rural han dejado a muchos uruguayos con una alta liquidez, al poder aprovechar precios de la tierra históricamente altos, lo que alimenta la inversión en otros sectores de la economía, con el efecto multiplicador del caso.
Desde que los inversores que llegan buscan rentabilidad y no están -en general- orientados hacia la especulación, la producción del agro oriental sigue creciendo, con ritmo sostenido. La productividad también y las exportaciones se incrementan, aprovechando las oportunidades que aparecen, algunas de las cuales son consecuencia del abandono de mercados que eran atendidos desde la Argentina y que se han perdido como consecuencia de la incompetencia de las actuales autoridades, siempre encandiladas por las medidas populistas, al precio que sea.
Insólitamente la “diferencia de trato” al productor rural hace que hoy Uruguay exporte más carnes rojas al resto del mundo que la República Argentina. Increíble, pero rigurosamente cierto. En lo que va del año, Uruguay ha obtenido ingresos por exportaciones de carne vacuna cercanos a los mil millones de dólares, concretamente de 983 millones hasta el 9 de agosto pasado. Los novillos especiales cotizan a 3,70 dólares el kilo según balanza. Los terneros a 1,84 dólares el kilo, en pie. Para exportación se pagó, la semana pasada, hasta 4.205 dólares por tonelada, lo que supera todas las marcas precedentes. Y los precios tienden a subir, desde que la carne roja no parece haber sufrido la caída de precios que afecta -en cambio- a las “commodities” agrícolas, en general. Ahora los principales destinos de la carne roja uruguaya son la Unión Europea y Rusia. Ya no los Estados Unidos, entonces. En ovinos ocurre algo parecido, cotizándose el kilo de cordero a 2,77 dólares. En este rubro se están consolidando las exportaciones uruguayas a Arabia Saudita.
El autores es ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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