Respuesta a críticas
Por Gabriela Calderón
El Universio
Hay tres tipos de críticas que suelo recibir: (1) que aparentemente peco de ser “sesgada”; (2) ataques personales, y; (3) que estoy en contra del cambio.
Un lector que se ofendió con mi artículo ‘El costo de la revolución de Fidel’ me dijo: “Sus comentarios sesgados la desacreditan para emitir criterios de esta naturaleza”. Cada individuo tiene una perspectiva distinta del mundo porque cada uno tiene una escala de valores y planes diferentes. Es esto lo que inevitablemente determina nuestra posición en cada situación. Personalmente considero que la libertad individual –en todas las esferas– es el principal valor que debe defenderse y promoverse. Siempre lo he dicho frontalmente y como no me quedo callada sí es evidente de dónde parte mi análisis. Esto no es ser sesgada sino ser transparente. Le corresponde al lector ser crítico y decidir por sí solo si me cree o no. Pero descartar la opinión de alguien por ser “parcial” –sin encontrar los errores en sus argumentos o fuentes– es en sí, una muestra de un sesgo en contra de la posición de esa persona.
El segundo tipo de crítica son los ataques personales. Por ejemplo, un lector me dijo “cualquiera que sea su misión y de la célula para la cual usted trabaja porque no me atrevería a llamarla organización… estaremos atentos y vigilantes”. Esto importa porque es preocupante que en nuestro país el debate intelectual se degenere a cuestiones de carácter personal y no a un debate serio de ideas. Creo que el debate de ideas que vale la pena debe partir de un respeto mutuo y parte de ese respeto es asumir que ambas partes tienen buenas intenciones y la misma voluntad de entender al otro. Estos lectores no creen en mis conclusiones por alguna característica de mi vida personal o mi persona que consideran cuestionable. No pretendo defenderme de esos ataques porque creo que el debate de ideas debe ser sobre ideas, no sobre personas. Atacar a alguien personalmente es algo fácil, y se suele recurrir a eso cuando se carece de argumentos para defender ideas propias.
Finalmente, el tercer tipo de crítica es que como me opongo al estatismo, seguramente no estoy con el cambio. Un lector, además de hacer un ataque personal asumió que yo no estoy a favor de un país distinto: “Por supuesto que usted lo demuestra claramente que es una ‘pelucona’ y que está convencida de que los tiempos pasados eran los mejores y que ahora los ecuatorianos estamos viviendo una completa tragedia”. Quizás existan personas en contra del cambio, yo no las conozco. La mayoría de ecuatorianos no quieren que las cosas sigan como estaban antes de este gobierno, ni tampoco como han estado entre enero de 2007 y julio de 2008. Sucede que la “revolución ciudadana” no es sinónimo de cambio y por lo tanto oponerse a esta no implica querer volver al pasado ni seguir como estamos hoy.
Sin embargo, hay muchos que a pesar de llenarse la boca hablando del cambio solo nos proponen cosas del pasado: controles de precios, un mayor centralismo, y acentuar la desigualdad ante la ley, que tanta exclusión social ha generado en nuestro país. A ellos no se los acusa de estar en contra del cambio.
Las reacciones, tanto las negativas como las positivas, son la mayor recompensa de tener esta columna. Hoy quería agradecerles a mis lectores y contarles un poco de los “gajes del oficio” de una columnista liberal en Ecuador.
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