Dime con quién andas…
Por Jesús Ruiz Nestosa
ABC Digital
SALAMANCA. Pocas veces el viejo refrán de “dime con quién andas y te diré quién eres” adquiere un significado tan especial como el de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, figura mítica de la revolución sandinista, dos veces presidente de la república de Nicaragua y miembro ilustre de la “banda de los cuatro” (¿o de los cinco?) que, liderada por el presidente de la república socialista bolivariana de Venezuela, el comandante Hugo Chávez, está en busca de su difusa utopía: el socialismo del siglo XXI. Recientemente, con motivo de un aniversario más de la revolución sandinista, se reunieron todos en Managua, incluyendo a nuestro presidente electo, Fernando Lugo, dando todos vivas a la revolución, a Sandino y de paso también a Ortega.
A Fidel Castro no lo incluyo en esta lista porque él ya tuvo su socialismo del siglo XX y ahora no sabe cómo salirse de él, después de haber sumido a su pueblo en la pobreza.
Mientras abundaban los vítores y los abrazos de amistad y los juramentos de lucha eterna contra el capitalismo, el imperialismo y la explotación, la Corte Interamericana de Derechos Humanos resolvía tomar cartas en el caso más ignominioso de la historia política latinoamericana, después que los tribunales de Nicaragua, con esa “valentía” que caracteriza a los cagatintas de las dictaduras, en menos de veinticuatro horas resolvían no dar lugar a una denuncia contra Ortega “porque no ha lugar” como se dice en la terminología forense.
La denuncia fue puesta por la hija de su esposa, Zoilamérica Ortega Trujillo, hijastra de Daniel Ortega, quien por espacio de más de veinte años la sometió sexualmente. La denuncia, en la que se relatan las escenas más escalofriantes, tiene unas cuarenta páginas, y fueron colgadas en Internet por la propia víctima. Quien quiera conocer todos los detalles puede recurrir a la dirección: https://www.sandino.org/zoila.htm Aquí podré hacer referencia nada más que a algunos hechos que marcan el tono de la denuncia.
Sobre la idea de hacer públicos estos hechos, Zoilamérica dice que “No fue una decisión fácil. De momento me invadieron angustias, temores y pesimismos. La ejecución de mi decisión se dio el 2 de marzo de 1998, en mi casa de habitación, donde invité a mis amistades más cercanas para compartir con ellas un momento que para mí fue trascendental. Significó algo así como mi bautizo, un evento solemne, que no tenía que ser triste ni tampoco una celebración. Fue una despedida a una vida pasada y el advenimiento de una nueva. Así he comenzado el camino de mi propia liberación”.
En un momento dice: “Afirmo que fui acosada y abusada sexualmente por Daniel Ortega Saavedra, desde la edad de 11 años, manteniéndose estas acciones por casi veinte años de mi vida… Afirmo que mantuve silencio durante todo este tiempo, producto de arraigados temores y confusiones derivadas de diversos tipos de agresiones que me tornaron muy vulnerable y dependiente de mi agresor… Fui sometida a una prisión desde la propia casa donde reside la familia Ortega Murillo, a un régimen de cautiverio, persecución, espionaje y acecho con la finalidad de lacerar mi cuerpo e integridad moral y psíquica. Mi silencio fue la expresión de un ambiente propio de la clandestinidad y la aplicación de una férrea secretividad. Daniel Ortega, desde el poder, sus aparatos de seguridad y recursos disponibles, se aseguró durante dos décadas a una víctima sometida a sus designios y voluntad individual”.
Esta situación fue vivida por Zoilamérica Ortega desde 1978 hasta 1998, veinte años en los que pasó por todas las violencias imaginables o no, sometida primero a manoseos y luego a situaciones más violentas en las que su padrastro (su padre biológico, Jorge Narváez Parajón había fallecido para entonces) trató por los más diferentes medios, despertar en ella algún tipo de reacción sexual en lugar de “resistencia, rechazo, asco y escalofríos”. No sólo le mostraba programas pornográficos y televisión, sino también revistas. En una oportunidad “me mostró un vibrador que intentó usar, pero no le funcionó”.
Esta es de manera muy abreviada la radiografía del político nicaragüense narrada por su propia hijastra, por una de las protagonistas de estos vejámenes y abusos por parte de alguien que se amparaba en su superioridad de los años, su posición política y su autoridad en la casa. Fue esta persona a la que mandatarios de diversos países fueron a abrazar y compartir un jolgorio que debería avergonzar a cualquiera.
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