Un espejo lejano
Por David Gallagher
El Mercurio
Por lo que leo en los diarios, podría estar en Chile, pero estoy en Inglaterra, donde, como en Chile, una centroizquierda gobernante, que lleva demasiados años en el poder, se ha vuelto impopular.
¿Por qué han perdido tanto apoyo los laboristas? Se debaten dos diagnósticos en el partido. Según el primero, es porque abandonaron los principios de la izquierda dura de antaño, dedicándose a administrar un modelo de libre mercado heredado del gobierno conservador. Es un diagnóstico que hace caso omiso del hecho de que Tony Blair, con ese modelo, ganó tres elecciones consecutivas. Según el segundo diagnóstico, el gobierno ha perdido apoyo por la razón opuesta: porque últimamente, no se ha ceñido al modelo, oyéndoles demasiado a los impopulares sindicatos.
Se dice que las oposiciones no ganan las elecciones; son los gobiernos los que las pierden. En Gran Bretaña, lo más probable es que el gobierno pierda las próximas elecciones. Pero una oposición también puede perder una elección que parecía tener ganada. En política, el tiempo juega en contra del que va arriba. Por eso nadie cree que los conservadores tengan las próximas elecciones totalmente ganadas. Gran Bretaña parece estar entrando en recesión, lo que favorece a la oposición. Pero cuando ya toquen las elecciones, la economía puede estar recuperándose. Los electorados se entusiasman con los gobiernos cuando las cosas van de menos a más. Por eso, al gobierno de Brown le conviene enfrentar la crisis actual, sin tratar de paliarla con medidas populistas, porque la inflación, que ya está en 3,8 por ciento, es el más letal de todos los males políticos. En cambio, si lograran imponerse los izquierdis-tas duros, el triunfo de los conservadores estaría asegurado, porque el electorado británico es, como el chileno, muy moderado.
Felizmente, el bando modernizador del partido laborista, forma-do por Blair, es muy fuerte. No es descartable que, al regreso de las vacaciones de verano, logre montar un golpe contra Brown, reemplazándolo con un joven modernizador como el actual canciller, David Miliband, que tiene sólo 42 años. Éste, a su vez, podría nombrar como ministro de Hacienda a James Purnell, un popular ministro de 38 años. Allí sí que los conservadores, liderados por David Cameron, de 42 años, y su brazo derecho George Osborne, de 37, tendrían competencia de verdad. Tal vez ganarían, pero con un margen más escueto que el que se prevé actualmente, y los laboristas se verían como una alternativa viable para el futuro.
Las lecciones para Chile de todo esto son obvias. En Chile, también parte de la coalición gobernante cuestiona el modelo que le ha traído tantos éxitos al país y a sí misma. Pero, a diferencia de los conservadores británicos, la Alianza parece incapaz de beneficiarse de las tortuosas luchas que se dan en la Concertación.
Felizmente para la Alianza, los que exigen más y más izquierda en la Concertación no son tan resistidos como sus pares en Gran Bretaña. Además, en la Concertación no hay un Miliband o un Purnell. En general, las grandes coaliciones chilenas no les han dado el pase a los jóvenes. Tal vez por haber estado 17 años en el desierto, los próceres políticos se han aferrado al poder con indecente terquedad. Otro sería el cuadro político actual si en su momento, cuando parecía tan presidenciable un Nicolás Eyzaguirre, por ejemplo, le hubieran dado más espacio sus mentores.
El drama de la política chilena es que un electorado cada vez más viejo está obligado a resignarse, con cada vez más desgano, a que la gente entre la que tiene que elegir esté también envejecida.
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