Glasgow: un nuevo signo del final de la hegemonía laborista
Editorial –
El Diario Exterior
El jueves 24 de julio tenían lugar elecciones parciales en Glasgow Este tras la dimisión del diputado laborista David Marhsall. Históricamente, esta circunscripción era un bastión laborista. Sin embargo, la victoria ha caído del lado del Scottish National Party (SNP).
Una corriente electoral contraria al gobierno se ha instalado en Reino Unido. Mayo fue el inicio. El final está lejos de conocerse. Sus consecuencias son imprevisibles en lo que a negativas se refiere. Lo único claro es que los días de luna de miel del laborismo con sus compatriotas quedan atrás.
La derrota en la by-election de Glasgow Este es especialmente dramática para Brown. En 2005 el candidato laborista había ganado ampliamente allí. Ahora la situación se ha invertido y los nacionalistas obtienen una victoria que les reafirma como la fuerza política a la alza en Escocia, como lo es el Partido Conservador en Reino Unido.
Las consecuencias de estos resultados, y esto hay que dejarlo claro, no van a afectar a la integridad territorial del país sino al propio Labour Party. Desde el SNP se aprovechará esta victoria para publicitar que los escoceses apuestan por fórmulas como la independencia. Conclusión sesgada: el deseo escocés y británico es el cambio de gobierno.
¿Y el Partido Laborista? Se nos antoja que el camino hacia la Conferencia Anual de otoño será tortuoso y difícil. La discrepancia interna tendrá motivos para arremeter contra el liderazgo pero, ¿está en condiciones de desafiarlo proponiendo nombres alternativos? Probablemente asistamos a semanas de críticas que no se traduzcan más que en la expresión de la división reinante y que les alejará de los votantes, facilitando el camino a los conservadores.
En estos momentos, el laborismo y su discurso es una fuerza desgastada. Más que de nombres, la crisis es de ideas. Por tanto, cualquier relevo en la dirección está abocado al fracaso. ¿Y Gordon Brown? Sus años de gloria como político también se alejan. Hay un contraste entre sus éxitos como máximo responsable de la economía y los fracasos como Primer Ministro, donde sus acciones están destinadas o a la crítica o a la indiferencia.
El Partido Laborista tiene que reciclarse. Tiene que llevar a cabo una reformulación de sus políticas más que protagonizar luchas intestinas que sólo otorgarán a los tories el calificativo de partido natural de gobierno, etiqueta que Blair les arrebató.
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