El diálogo Chávez-Uribe y el conflicto colombo-venezolano
Ppor Carlos Malamud
Infolatam
Madrid.-Una larga parrafada y un gran abrazo bastaban para escenificar cada nueva reconciliación. Sin embargo, en Paraguaná faltó este paso gestual o simbólico. Puede ser, como señalaron algunos observadores, que Uribe no estuviera pasando por un buen momento físico, o también pudo haber ocurrido que el rencor acumulado esta vez en ambas partes fuera superior al de ocasiones anteriores”.
La reunión entre los presidentes Álvaro Uribe y Hugo Chávez el pasado 10 de julio, en la refinería de Paraguaná, en la venezolana ciudad de Coro, ha servido para normalizar unas relaciones bilaterales que atravesaban uno de sus momentos más críticos. Los complejos derroteros seguidos por la mediación de Chávez en el canje humanitario entre las FARC y el gobierno colombiano provocaron una crisis que se prolongó durante más de medio año. Lo que comenzó como un pedido de Uribe a su colega venezolano, ayudar a la liberación de los rehenes en manos de las FARC, terminó convirtiéndose en un verdadero quebradero de cabeza para el mandatario colombiano y en un pedido público de suspensión de la labor mediadora cuando se presentó la primera oportunidad. El fracaso del show mediático en la selva colombiana, con las presencias estelares de Oliver Stone y Néstor Kirchner, testigos de gala para la liberación de Clara Rojas, evidenció la magnitud de unas diferencias cada vez más estentóreas.
La crisis se agravó de forma notoria en marzo pasado, tras el ataque colombiano contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano. El golpe permitió la eliminación de Raúl Reyes, el número dos de la guerrilla, que pernoctaba en el vivac. Si a fines de 2007, cuando acabó la mediación de Chávez, sus insultos a Uribe llegaron a niveles superlativos, en marzo, el gobierno venezolano movilizó un nutrido contingente militar a la frontera común, agravando todavía más la tensión bilateral. Aunque sucesos posteriores, como la Cumbre del Grupo de Río en Santo Domingo, relajaron la situación, ésta seguía atravesando momentos delicados y afectando el comercio binacional. Colombia es el segundo socio comercial de Venezuela, detrás de Estados Unidos. Anualmente cruzan la frontera en ambas direcciones mercancías valoradas en varios miles de millones de dólares (en 2007 se superaron los 5.000 millones).
Tras la Cumbre se mantiene un interrogante: ¿qué factores llevaron a Chávez tras la liberación de Ingrid Betancourt a reunirse con Uribe para acabar una crisis que parecía interminable? Aquí podemos hablar básicamente de tres causas. Primero, la información contenida en los ordenadores de Raúl Reyes llevó a Chávez a reflexionar sobre su relación con las FARC. En enero de 2008 solicitó el reconocimiento del grupo terrorista como parte beligerante en el conflicto colombiano, a la vez que hablaba en términos elogiosos de sus principales líderes. Por el contrario, recientemente no sólo llamó a la liberación de todos los rehenes, sino también dijo que había llegado el momento de abandonar la lucha armada. En segundo lugar, la Operación Jaque, que liberó a Ingrid Betancourt y a 13 secuestrados más, incluidos los contratistas norteamericanos, ha dejado al desnudo la debilidad de las FARC. Un líder que ambiciona potenciar su estatura continental no puede darse el lujo, jamás, de apostar a caballo perdedor.
Por último, las elecciones municipales y regionales de noviembre próximo. Las encuestas no auguran buenos resultados para el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que ha mostrado importantes grietas y la posibilidad de ceder varias gobernaciones y numerosas alcaldías. Como se demostró en diciembre pasado con la derrota en el referéndum constitucional, el discurso radical y beligerante de Chávez no es el mejor camino para retener el voto de sus seguidores. Un nuevo traspié, en noviembre, tendría un coste demasiado elevado para el proyecto bolivariano.
Las relaciones bilaterales entre Colombia y Venezuela en los últimos seis años, desde que coinciden Uribe y Chávez en la presidencia, han estado marcadas por constantes encuentros y desencuentros. A cada desencuentro seguía un encuentro entre los principales protagonistas y la química común (o las necesidades mutuas) reconducía la situación. Una larga parrafada y un gran abrazo bastaban para escenificar cada nueva reconciliación. Sin embargo, en Paraguaná faltó este paso gestual o simbólico. Puede ser, como señalaron algunos observadores, que Uribe no estuviera pasando por un buen momento físico, o también pudo haber ocurrido que el rencor acumulado esta vez en ambas partes fuera superior al de ocasiones anteriores.
Lo cierto es que los infaltables planes faraónicos no fueron acompañados del ritual de rigor. En esta oportunidad el gran anuncio era la construcción de un ferrocarril que permitirá unir a Venezuela con Colombia y América Central y conectar los centros productores y los mercados venezolanos con el Océano Pacífico. Tras tres horas de reunión a puerta cerrada sólo hubo un formal apretón de manos, ni siquiera un abrazo ante las cámaras, y una escueta rueda de prensa. Business as usual pero poco más. De todas formas es mucho lo que se logró: recomponer unas relaciones muy deterioradas y reconducir una crisis que no beneficiaba a nadie.
Tras la Cumbre queda ver cómo la recomposición de las relaciones entre Chávez y Uribe repercutirá en Ecuador y Nicaragua, que aún no han resuelto sus diferencias con Colombia. Con matices y gradaciones tanto Rafael Correa como Daniel Ortega reconocen el liderazgo de Chávez, aunque el último lo hace de un modo mucho más incondicional que el primero. Ambos presidentes atraviesan situaciones de política interna bastante complicadas y la agitación del enemigo externo siempre es útil para mantener unidas las propias filas. Correa tiene en septiembre próximo el referéndum para aprobar el proyecto de su nueva Constitución y es difícil que modifique su actitud totalmente anti Uribe antes de esa fecha. Sólo el compromiso a fondo de Chávez con el diálogo podría cambiar las cosas. Si esto se produce sería la evidencia definitiva de que el líder venezolano no anda sólo necesitado de cariño.
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