La escasez de capital y de escala limitan la producción de alimentos
Por Patrick Barta
The Wall Street Journal
ASHBURTON, Nueva Zelanda—A medida que se dispara el costo de los alimentos, desatando protestas desde Egipto a México, se hace evidente que el mundo necesita más producción. Pero, como lo demuestra el caso de Nueva Zelanda, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Nueva Zelanda es el mayor exportador de productos lácteos del mundo. Ahora, ante la creciente demanda global, una cooperativa que comercializa la mayor parte de la leche del país quiere captar al menos US$1.000 millones de inversionistas externos para expandir la producción.
Sin embargo, para hacerlo necesita el consentimiento de los 11.000 pequeños productores que son accionistas de la cooperativa. Éstos, satisfechos con la estructura actual y temerosos de que los inversionistas externos ganen influencia sobre las decisiones, han bloqueado la operación. “Los ganaderos no construyeron este estupendo activo para echarlo por la borda”, dice Frank Brenmuhl, director de la división de lácteos del principal sindicato de agricultores de Nueva Zelanda.
El impasse en Fonterra Cooperative Group Ltd. pone de manifiesto un conflicto central en la agricultura mundial. En el caso de materias primas como el petróleo o los metales, cuando los precios suben en forma sostenida, las grandes compañías dedican sus grandes presupuestos a invertir en nuevos suministros. Las empresas de alimentos han visto aumentar los precios de productos que van desde el arroz al aceite de palma. No obstante, la mayoría de la producción es dominada por millones de pequeños granjeros.
A los estrategas políticos y a los críticos sociales les gusta de esa forma. La pequeña agricultura preserva la vitalidad de las comunidades rurales y provee empleos, especialmente en los países en desarrollo. Sin embargo, los pequeños agricultores tardan más en reaccionar a un alza en la demanda de alimentos. Tienden a ser menos productivos que los agricultores más grandes y a menudo carecen del capital necesario para invertir en un mejoramiento de la capacidad productiva. El resultado es un sistema mundial de producción de alimentos que opera casi al tope de su capacidad. Las reservas de granos, por ejemplo, están en el nivel más bajo de las últimas décadas.
Se estima que la demanda de lácteos crece entre un 2,5% y 3% al año, lo que incluye una expansión de más del 10% en China, pero la producción sólo aumenta entre el 1,5% y 2% al año, según datos del banco holandés Rabobank.
El déficit ha hecho mella en las reservas y ha expuesto los precios de los lácteos a la misma volatilidad que ha caracterizado a la cotización del petróleo. El año pasado, cuando una sequía redujo la producción en Australia, otro de los grandes exportadores, los precios de la leche en polvo que bordeaban los US$2.000 por tonelada, subieron a más de US$5.000 la tonelada, según Rabobank.
Como la sequía deja de manifiesto, la falta de capital no es el único obstáculo a una respuesta expedita al alza en los precios de los alimentos; también lo son el agua, la calidad del suelo, el estado de las carreteras, el almacenamiento, las restricciones comerciales y otros factores. En un reciente informe, sin embargo, el Banco Mundial sostuvo que para satisfacer las necesidades alimenticias del mundo se necesita “una drástica alza en la inversión” en la agricultura, en particular en lugares como África subsahariana, donde se espera que las importaciones de alimentos se dupliquen para 2030.
En algunos casos, las granjas en los países en desarrollo se están consolidando y encontrando inversionistas externos, pero son las excepciones. En muchos países, como México y Tailandia, los gobiernos han impuesto límites a los latifundios o restricciones a la inversión extranjera. A menudo, el objetivo de las reglas es impedir la formación de gigantes agrícolas que luego reduzcan la fuerza laboral.
Planes de expansión
Nueva Zelanda carece de muchas de estas presiones, pero el potencial de expansión sigue siendo limitado. La abundancia de agua y pastizales la convierten en un lugar ideal para la producción de leche. Los productores formaron Fonterra en 2001 al fusionar sus principales cooperativas con el fin de aumentar su influencia en los mercados internacionales.
Los camiones de Fonterra recogen unos 38 millones de litros de leche al día. La cooperativa vende parte de la producción a multinacionales como la suiza Nestlé SA y distribuye sus propias marcas. La mayor parte de los ingresos provenientes de las ventas es devuelto a los agricultores en cheques mensuales.
Los ingresos de Fonterra superaron los US$10.000 millones en 2007 y deberían crecer en 2008 puesto que, en algunos casos, los precios de los productos lácteos se han duplicado respecto al nivel hace 18 meses. Los pagos que reciben los miembros de la cooperativa han subido más de 50% en los últimos 12 meses.
Pero es difícil que Nueva Zelanda aumente mucho su producción. Los pastizales disponibles ya están ocupados por vacas u ovejas. Muchos productores, además, se endeudaron para expandirse y no pueden asumir más deuda.
En noviembre del año pasado, Fonterra propuso una reestructuración que le permitiría producir más leche fuera de Nueva Zelanda. Los activos de la cooperativa serían transferidos a una nueva compañía, que cotizaría en la Bolsa de Nueva Zelanda. Los analistas estiman que la salida a bolsa recaudaría unos US$1.500 millones.
La cooperativa crearía “mini-Fonterras” en otros países, como China y algunas partes de América Latina y Europa del Este. De este modo, aumentaría su presencia en los mercados de mayor crecimiento y la empresa produciría más leche, que es difícil de transportar a través de distancias largas.
A través de sociedades, Fonterra ya tiene operaciones en varios países latinoamericanos incluyendo México, Colombia, Ecuador y Chile.
Henry van der Heyden, presidente de la cooperativa, reveló el plan de las “Mini-Fonterras” en noviembre y dijo que era la única forma de alcanzar las metas de crecimiento. Después de la venta de la participación, los productores neozelandeses retendrían cerca de un 80% de Fonterra.
Los granjeros, sin embargo, pusieron en duda la capacidad de la cooperativa para producir en forma rentable en otros países. Les preocupaba que otros inversionistas los exhortaran a reducir los precios de la leche para generar efectivo para repartir dividendos. “Reducirían nuestros pagos”, dice Peter Williams, quien posee 11.000 vacas.
La oposición al plan, que requiere la aprobación de un 75% de los productores, fue tan enconada, que la cooperativa canceló un referendo fijado para febrero.
Norman Stewart va a agregar unas 200 vacas a las 800 que ya tiene e invertirá US$600.000 para expandirse y aumentar su participación en la cooperativa. ¿Cómo vamos a alimentar a China? se pregunta. “¿Francamente, no creo que tengamos el capital para hacerlo”.
- 4 de diciembre, 2025
- 23 de junio, 2013
- 10 de abril, 2013
- 12 de diciembre, 2025
Artículo de blog relacionados
La Hora, Guatemala En general, el mercado libre, aquel mercado en el cual...
2 de agosto, 2011Instituto Juan de Mariana El pasado sábado Alberto Recarte publicó su quinta entrega...
12 de octubre, 2011El 20 de mayoes el 140 día del año del calendario gregoriano. Quedan 225 días para...
20 de mayo, 2011- 3 de mayo, 2008













