Hillary y el eco de Ralph Nader
Por Nicholas D. Kristof
El Nuevo Herald
Sí, Hillary Rodham Clinton aún pudiera tener una oportunidad de ganar la nominación demócrata. Sin embargo, quizá sea menor que la probabilidad de que una continuación del altercado le dé la Casa Blanca a John McCain.
Consideren lo que haría falta para que Clinton ganara.
Para empezar, tendría que salir adelante en el voto popular, a fin de compensar su segundo lugar en el número de estados ganados y en delegados que le han prometido su respaldo. En las palabras expresadas por Bill Clinton el 17 de marzo: “Si el senador Obama gana el voto popular, entonces la decisión será más fácil. Pero si Hillary gana el voto popular pero no puede alcanzar el nivel de votos de los delegados, entonces hay que preguntarse cuál es de mayor importancia y quién tiene mayores probabilidades de ganar en noviembre”.
Todo parece indicar que incluso Bill Clinton concedió la nominación a Obama a menos que Hillary Clinton gane el voto popular; sin eso, ella ni siquiera tiene un argumento. Para mala fortuna en el caso de los Clinton, casi nadie que haya hecho los cálculos matemáticos cree que ella pueda ganar el voto popular sin nuevas votaciones en la Florida y Michigan.
Clinton está más de 700,000 votos a la zaga en el voto popular. Con 10 estados y territorios aún con votaciones pendientes, quizás otros seis millones de votos podrían depositarse si la concurrencia es muy alta, según Ben Smith, de Politico.com.
Para ponerse a la vanguardia, necesitaría ganar cuando menos 56 por ciento de todas las votaciones restantes o mucho más de 60 por ciento de los votos fuera de Carolina del Norte y otros estados en los que se anticipan derrotas para ella. Pero hasta la fecha, Clinton no ha ganado el 60 por ciento en ningún estado salvo Arkansas, donde fue primera dama cuando su esposo era gobernador.
Todo lo anterior significa que las probabilidades de Clinton de obtener una victoria son mínimas.
Entretanto, el gran ganador de la pelea entre los demócratas es McCain. Una encuesta de Gallup, divulgada el miércoles de la semana pasada, encontró que el 19 por ciento de los partidarios de Obama decían que votarían por McCain en las elecciones generales, si Clinton fuera la nominada. Lo más asombroso fue que el 28 por ciento de los partidarios de Clinton dijeron que se pasarían al bando de McCain si Obama fuera el nominado.
Encuestas de salida muestran la misma tendencia. En Carolina del Sur, en enero, el 70 por ciento de los partidarios de cada candidato dijo que se conformaría si la otra persona terminaba ganando la nominación.
Para cuando se celebraron las elecciones primarias de Ohio y Texas en marzo, menos de la mitad de los seguidores de cada candidato dijo que se alegraría viendo a la otra persona como el nominado.
Cierto, quizás los ánimos se calmen para noviembre. Sin embargo, la prolongación de la contienda solamente profundiza heridas y reduce el tiempo para curarlas: en nueve de las últimas 10 elecciones presidenciales en Estados Unidos, el nominado que fue elegido en primer lugar terminó ganando en noviembre. Y si el nominado del Partido Demócrata pierde, se perjudican los demócratas que se postulan a otros cargos.
”Es asombroso el grado de amargura que está alcanzando, y solamente puede empeorar en los meses próximos”, declaró el gobernador demócrata de Tennessee, Philip Bredesen, quien no ha elegido bando. “A mí me encantaría tener un presidente demócrata, pero también me encantaría tener un Congreso demócrata. Si hay personas furiosas que permanecen en casa, eso no puede ayudar de ninguna manera a los candidatos que aspiran al Senado, a los candidatos que buscan escaños en la Cámara Baja, así como a las legislaturas de los estados”.
Bredesen está exhortando a los superdelegados (él es uno de ellos) a efectuar unas elecciones primarias en junio, de forma que el ganador sea elegido a tiempo para dar comienzo a un proceso de curación antes de la convención.
En vez de ser así, la batalla se torna más sangrienta. Clinton habló la semana pasada de la contienda que continuará por ”los tres meses siguientes”; y que ciertamente serían tres meses intoxicantes.
Hillary Clinton, quien ha llevado a cabo grandes obras en salud y temas de la infancia durante muchos años, que en fecha más reciente ha sido una senadora notable, merece algo mejor. De manera similar, Bill Clinton, quien ha sido un abanderado de la lucha contra el sida y la pobreza desde que dejó la Casa Blanca, enfrenta el riesgo de empañar su propio legado. Sus índices de aprobación han descendido marcadamente, y actualmente tiene índices más desfavorables que favorables.
Si Hillary puede conducir una campaña de alto nivel y controlar a sus subalternos, entonces tiene todo el derecho de continuar en las siguientes elecciones primarias, y los demócratas pudieran incluso salir beneficiados con una mayor concurrencia a las urnas. No obstante, si el altercado sigue, entonces ella y su marido podrían ser recordados por mucha gente que los admiró por largo tiempo como una pareja que tuvo el mismo efecto sobre Obama en noviembre que Ralph Nader sobre Al Gore en el 2000.
¿Acaso los Clinton realmente desean correr el riesgo de convertirse en los Nader del 2008?
The New York Times News Service
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