Venezuela: ¿Agricultura aquí?… Yo te aviso
Por Domingo Alberto Rangel
2001
El señor presidente de la República ha ordenado al ministro de Agricultura formular un plan de autoabastecimiento que permita o logre producir en el país los artículos de primera necesidad que ahora importamos. El ministro tratará de cumplir tal orden. Trasmitirá a sus subordinados la misma orden y éstos harán llegar a sus subalternos hasta el fondo más recóndito de las jerarquías burocráticas. Allí, cuando ya no sea posible bajar más, se detendrán las instrucciones.
Desde 1934, sucesivos presidentes han impartido a sus ministros de Agricultura órdenes parecidas, variando sólo el estilo, según los presidentes fueran, en lo retórico, mediocres o brillantes. Pero la agricultura venezolana que produce cada vez menos, ahora llegó a la postración absoluta. Ya no producimos ni siquiera el café emblemático de la infusión matutina con que los venezolanos iniciamos el día, tampoco el cacao que alguna vez tuvo fama mundial.
Las órdenes del señor presidente tendrán efecto pleno en algún archivo donde se acumulan los papeles de nuestra burocracia. Allí, las chiripas y los ratones, si tienen un Esopo con sentido de la ironía, reirán hasta desternillarse de las fantasías de nuestros gobernantes. No hay en efecto, nada más alejado de las realidades que un presidente de Venezuela. El mandato de nuestras realidades hace de los jefes de Estado unos Napoleones en Austerlitz, pero Napoleones al fin, creen los presidentes de Venezuela que ellos pueden alterar las realidades, ignorar los mandatos de la ciencia y soslayar las insinuaciones de la razón. En Venezuela llevamos tres cuartos de siglo tratando de crear una agricultura moderna. La lista de los fracasados en tal tarea comenzó con Gómez, que era campesino y no dejó de serlo jamás, quien instituyó los subsidios al café y al cacao que fueron mantenidos, intentando siempre perfeccionarlos, durante más de cincuenta años. Hoy producimos menos café y cacao que en 1935 cuando Gómez apeló, el primero, a los subsidios.
¿No entraña una lección este permanente retroceso, o mejor, este colapso de dos frutos, ambos ligados tanto como el Alma Llanera de Pedro Elías Gutiérrez, al orgullo nacional? En Santa Cruz de Mora vi hace años, conmovido, como la agricultura es en Venezuela, una empresa quijotesca. Conversaba una mañana de día domingo con Luis Paparoni y Alba Marina Baptista, su esposa, sobre el café del cual Santa Cruz de Mora fue un eximio productor. Esto fue, me respondió Paparoni. Y me contó que días antes él mismo había macheteado en su finca, la última mata de café. Se me salieron las lágrimas, confesó, porque tú sabes que soy hijo y nieto de caficultores.
Explicó luego que produciendo cambures ganaba tres o cuatro veces más que sembrando café. Y eso, dijo al final, que no he querido entrar al mejor negocio, con este gobierno bolivariano y con todos sus antecesores, que es la corrupción. Tuve que callar, aquellas observaciones valían más que todas las Economías Políticas o las Sociologías.
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