El ensayo y error en la práctica política
Por Rafael Rincón
Webarticulista
Quienes creemos en la libertad individual debemos defender la existencia de la prensa libre, de la plena libertad de expresión, de los partidos políticos libres, de las elecciones libres y de la alternabilidad en el poder, entre otras cosas. Son elementos básicos e infaltables en un régimen de libertades. Sin embargo, a veces cuesta trabajo hacer entender a nuestros adversarios políticos por qué estos principios no son meros caprichos ideológicos. Este breve texto pretende responder a esa cuestión.
I
Quality control
El crash test, o prueba de choque en español, es una operación de laboratorio consistente en probar la resistencia de un vehículo en caso de colisión, sometiéndolo a impactos programados contra otro objeto, sea, por ejemplo, una pared de concreto sólido u otro vehículo. En la cabina hay uno o varios dummies, es decir, maniquíes especialmente diseñados para reemplazar a un conductor o a una familia completa de carne y hueso. Estas duras pruebas, que pueden destruir por completo un costosísimo auto de lujo, tienen un fin bastante más elevado que el valor monetario de la máquina: probar su seguridad y su funcionamiento.
El auto – o lo que queda de él – es cuidadosamente inspeccionado, así como la “salud” de sus ocupantes, y se elabora un informe detallado que recoge las consecuencias del impacto. El amasijo de hierros y los ocupantes “heridos” o “muertos” contienen información que permite identificar los errores, para luego pensar en la forma de corregirlos. Sólo así se podrá garantizar que el automóvil que se ofrecerá en el mercado es de buena calidad y que sus ocupantes podrán viajar en su interior razonablemente seguros.
Obedientes a la misma lógica, las pruebas sistemáticas de calidad se llevan a cabo para un sinfín de productos y servicios: los catadores prueban el vino que saldrá al mercado – o que no saldrá si sabe a cloro; los ingenieros hacen las pruebas técnicas del servicio de telefonía que se ofrecerá en el mercado – o que no se ofrecerá hasta tanto no se resuelvan eventuales problemas de comunicación; y el experto prueba en laboratorio el nuevo fusil que será empleado por el ejército – o que no será usado si no es capaz de matar a una mosca. Y, aún luego de tantas pruebas y de haber corregido los errores detectados, queda una última evaluación, quizás la más exigente: la del usuario, que bien podrá disponer del servicio post – venta para reportar fallas, para comunicar observaciones y/o sugerencias y hasta para devolver el producto si es que no sirve para nada.
II
Ensayo y error para el ser humano imperfecto
La idea de someter a prueba el producto intelectual y material del ser humano obedece al hecho de que el ensayo y error, como método, es tremendamente beneficioso y útil para enriquecer el conocimiento, cosa que sabe el hombre, no desde que se habla de ello en términos filosófico – científicos, sino desde sus primeros días sobre la faz de la tierra. Los seres humanos, gracias a su experiencia, saben – aunque algunos aún no se enteran – que son seres falibles; seres que pueden errar, equivocarse. Y gracias a sus errores y aciertos – pero especialmente a la forma en que detectan las fallas y enmiendan los entuertos – han logrado notables avances científicos, artísticos y de otras naturalezas.
Una de las obras más conocidas sobre este asunto es Logik der Forschung (1934) o Lógica de la Investigación Científica de Karl Popper, autor a quien referimos en el pasado artículo Comunismo y Nazismo, parientes totalitarios (disponible en: https://webarticulista.net.free.fr/rr200801022150+Rafael-Rincon.html ). El criterio de Sir Karl Popper para la demarcación de la ciencia – es decir, para determinar qué es y qué no es ciencia – encuentra su sostén sobre la refutabilidad: un sistema de enunciados puede considerarse científico sólo si admite la posibilidad de ser refutado mediante alguna observación. Para Popper, una teoría realmente dice algo sobre el mundo si es capaz de chocar o de entrar en conflicto con él.
Esta formulación da forma a lo que se conoce como racionalismo crítico, que dice que el enriquecimiento y desarrollo del conocimiento humano es producto de un proceso de ensayo y eliminación del error que funciona así: El científico propone una hipótesis para resolver alguna cuestión. Luego critica y permite a otros criticar su hipótesis para intentar refutarla. Si la hipótesis sobrevive a los intentos de refutación, puede su contenido ser aceptado o considerado como verdadero, pero de manera provisoria. Si la teoría no resiste – si es falseada – se trata de buscar nuevas soluciones o hipótesis (conjeturas), que habrán de ser criticadas nuevamente. Y se habla de verdad provisoria porque siempre está abierta la posibilidad de que se encuentre, en un futuro, una mejor explicación a las cuestiones que anteriormente han sido “resueltas”, sea porque se descubra que la explicación disponible estaba equivocada o por cambios en las condiciones asociadas a la cuestión. Así, el desarrollo de la ciencia es posible gracias a este proceso de conjeturas y refutaciones, mediante el cual se busca, de manera consciente y planificada, los errores con el propósito de eliminarlos.
La propuesta de Popper parte del hecho de que el ser humano suele errar; de que es falible, por lo que sus productos materiales e intelectuales también pueden serlo. Las ideas expuestas por Popper, también autor de Das Elend des Historizismus (1936; La Miseria del Historicismo) y Die Offene Gesellschaft und Ihre Feinde (1945; La Sociedad Abierta y sus Enemigos), nos explican cómo funciona el pensamiento totalitario y por qué es imperativo defender los infaltables elementos constituyentes de una sociedad libre: plena libertad de expresión, partidos políticos libres, elecciones libres y transparentes y alternabilidad en el poder, entre otros… es decir, verdadera libertad.
III
Buenas noticias: la democracia es imperfecta
Aunque, en teoría, religión y ciencia no se llevan muy bien, el caso del socialismo, por mencionar un emblemático ejemplo, demuestra que la praxis política es una caja de Pandora. Gracias a que los socialistas “científicos” se sintieron poseedores de la absoluta e irrefutable verdad, El Capital de Karl Marx y el Manifiesto Comunista terminaron fundiéndose en una suerte de “Biblia” y el socialismo resultó en religión… secular. Quienes “osaron” proponer revisiones fueron acusados del mortal “pecado” de “revisionismo”, que equivale a la herejía. Y quienes “osaron” disentir fueron – y son aún, como en Cuba o Bielorrusia – castigados, torturados y asesinados… o excluidos y humillados en el mejor de los casos. Es lo que merece quien “pone en riesgo” la construcción del “paraíso terrenal”.
Y es que hay un punto en el que se encuentran la religión e ideas políticas como el marxismo: ninguna de las dos admite refutación. Y quizás sea por ello que el socialismo, en ciertos contextos sociales, suele valerse del mesianismo para legitimar su accionar. A veces conviven en el mismo contexto socio–político el discurso científico, dirigido a los intelectuales, y el discurso religioso, dirigido a las masas… para las que la ciencia no dice mucho, pero sí un Jesucristo “revolucionario y socialista”. El semidiós gobernante tiene, entonces, sabiduría y bendición suficientes para aplastar cualquier intento de oposición – que es traidora, apátrida y criminal – y para prescindir de los mecanismos democráticos de seguridad: libertad de expresión, partidos políticos libres, elecciones libres y transparentes y alternabilidad en el poder.
Las consecuencias de estas empresas utópicas custodiadas por un aparato represor y dirigidas por un poder dotado de “incuestionable sabiduría” – partido único y líder máximo – sobrepasan la restricción de las más elementales libertades y la sistemática violación de los derechos humanos. Al no existir lo que hemos llamado mecanismos democráticos de seguridad, no hay forma de corregir el rumbo – si es que está equivocado – a menos que tal decisión provenga del poder gobernante mismo. Esto quiere decir que la sociedad puede quedar encadenada a los caprichos y errores del terco semidiós y caer con él en el abismo, si es hacia el fracaso que se ha dirigido la marcha… cosa demasiado frecuente.
En un régimen de libertades medianamente decente eso no debería suceder, pues los mecanismos democráticos de seguridad activan las alarmas y anuncian los peligros de cualquier mala decisión tomada por el gobierno: Si el poder político emprende un proyecto o acción para resolver algún problema económico o social, la prensa libre ayudará a comunicar las advertencias; alertas que pueden ser oportunas o absurdas, pero que “salvarán el pellejo” de la sociedad si el caso es el primero. Los partidos políticos libres, desde sus sedes, celebrarán ruedas de prensa para referirse a la decisión gubernamental, que apoyarán o rechazarán, teniendo así la oportunidad de hacer ver errores y peligros si los hubiere. Si la medida afecta negativamente a un sector social determinado, en un régimen de libertades éste podrá organizar una manifestación para dar a conocer su posición, haciéndole ver al gobierno cómo serán perjudicados y proponiéndole alternativas o ajustes. Y, por último, si la gestión político – administrativa ha sido desastrosa, la sociedad podrá echar, en elecciones libres, al mal gobierno, dando paso a otro, que puede ser peor, igual o mucho mejor, cosa que depende en gran medida de la sabiduría e inteligencia del votante.
Por todo esto, la cuestión sobre quién debe gobernar no es fundamental. Es fácil pensar que deben gobernar los “mejores”, los “más sabios”, los “líderes natos”. Nadie en su sano juicio querrá que gobiernen los “peores” o los “tontos”. Pero si, como también propuso Popper en 1945, nos preguntamos “¿Cómo podemos organizar las instituciones políticas, de tal manera que se impida a los gobernantes malos o incompetentes hacer demasiado daño?”, llegaremos a la conclusión de que el principio del ensayo y error – y de ajustes y reajustes -, como método de ejercicio político, debe ser el pilar fundamental de una institucionalidad política eficiente y garante de la libertad. La mejor forma de evitar que un mal gobernante haga demasiado daño es contando con los mejores mecanismos democráticos de seguridad posibles: plena libertad de expresión; prensa libre, partidos políticos libres, elecciones transparentes y también libres y alternabilidad en el poder para que el gobernante inepto no cause estragos hasta el día de su muerte. Afortunadamente, sabemos que la democracia liberal es imperfecta y que sólo nos salvarán un excelente departamento de calidad y un mejor servicio post – venta.
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