La Cenicienta argentina: De recicladora a modelo de alta costura
Por Matt Moffett
The Wall Street Journal
BUENOS AIRES — En 2005, cuando acababa de cumplir 13 años, Daniela Cott empezó a trabajar buscando basura en las calles de un barrio elegante. Aguantó insultos de los conductores, cortadas de vidrios rotos y nubes de mosquitos.
Hoy, es una de las modelos más conocidas de Argentina.
Cott, ahora de 15 años, venció hace poco a otras 1.000 candidatas y ganó el derecho a representar a Argentina en la final de Elite Model Look, un concurso importante para jóvenes modelos de todo el mundo.
Elite Model Management es una de las agencias de modelos más grandes del mundo y entre sus antiguas concursantes han estado Gisele Bündchen y Cindy Crawford.
El camino inesperado de Cott de recicladora (o cartonera, como le dicen en Argentina) a modelo empezó una noche a mediados de 2005, cuando una mujer que regresaba a casa vio a Cott cargando basura. La mujer, una diseñadora de collares llamada Marina González Winkler, le dio a la recicladora alguna ropa y se volvieron amigas. González después tomó fotografías de Cott y las envió a un agente de modelos. (vea algunas fotos aquí).
En Argentina ya se habla de una película y un libro sobre la transformación milagrosa. Cott, de 1,72 metros de estatura, ojos verdes y una figura juvenil, viajó recientemente a España donde fue objeto de reportajes en revistas y televisión. Pero el pasado de Cott es una espada de doble filo. El hecho de haber sido recicladora la convierte en una historia atractiva para la prensa. En una foto para un periódico local en agosto, apareció con una minifalda frente a una fila de recolectores de basura sucios. Al mismo tiempo, ser cartonera tiene un estigma en Argentina.
En un país que por mucho tiempo se ha identificado tanto con Europa como con América Latina, hay una profunda ambivalencia hacia los recicladores que se apoderan de las calles en la noche. Escarbar entre la basura fue ilegal por muchos años bajo un decreto emitido por la dictadura militar a finales de los años 70. La ley no fue eliminada hasta 2002, después de una recesión que forzó a miles de argentinos a sobrevivir. La economía de Argentina ahora está en mejores condiciones, pero se estima que hay cerca de 10.000 cartoneros que venden lo que encuentran en centros de reciclaje.
Cott acaparó titulares antes de la competencia de Elite con la ayuda de sus agentes que promovieron su historia de Cenicienta en la prensa local. Después, siguieron las apariciones en televisión. Denise Dumas, una modelo que presenta un programa de moda y salud, invitó a Cott a su programa el año pasado. «La vi en el estudio y era divina, alta y con una piel maravillosa», dice.
Después, Dumas se acercó y vio las manos de Cott. «Tenían cortes, cicatrices y manchas», dice Dumas. «Fue cuando realmente empecé a entender mejor por lo que había pasado Daniela».
Desde entonces, Cott se ha sometido a un tratamiento dermatológico para ayudar a curar sus cicatrices. La joven dice que quiere usar su fama para presionar al gobierno a que le de guantes protectores a los recicladores. La joven modelo dice que no se avergüenza de haber trabajado como cartonera porque eso le dio un carácter muy fuerte y le enseñó a no tener miedo de nada.
Salvador Jaef, el presidente de Elite en Argentina y uno de los tres jueces de la competencia que se realizó en noviembre dice que el antecedente de Cott como cartonera no afectó su voto en una u otra dirección. Su pasado no importa porque «ella tiene la actitud y el carisma», dice Jaef, que desde entonces asumió el papel de mánager de Cott.
Cott es la cuarta de nueve hijos de un obrero de construcción en un barrio pobre en las afueras de Buenos Aires. La madre de Cott, Olga, dice que de niña, la modelo prefería jugar fútbol en las calles sin pavimentar con sus hermanos que jugar con muñecas. Hace tres años, el padre de Cott no pudo encontrar trabajo en construcción y él, su esposa, Daniela, y dos de sus hermanos se fueron a las calles como recicladores de basura.
Daniela iba a la escuela en la mañana y después se unía a sus padres y hermanos para recoger basura en el barrio Palermo, de seis de la tarde a 10 de la noche. La familia ganaba cerca de US$100 a la semana después de vender la basura a los centros de reciclaje.
Cott aún vive en su casa paterna y no ha ganado lo suficiente para cambiar la situación económica de sus padres y hermanos, dos de los cuales aún son recicladores. Dice que espera algún día poder comprar una casa para su familia.
- 28 de octubre, 2005
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