El regreso de Asia
Por Juan J. Llach
La Nación
Oriente, Grecia, Roma, Media, Moderna y Contemporánea. Tal solía ser la secuencia, apasionante y abrumadora, con la que muchas generaciones aprendimos a degustar los vericuetos de la historia. Quizá ya no debería terminar así, sino con otro capítulo referido a Asia, muy especialmente al Asia Pacífico, que apenas si figuraba en aquel «Oriente» inicial.
La ignorancia y el desdén hacia el Levante Extremo, con pizcas de fascinación, han estado siempre presentes en Occidente. Curioso, porque este subcontinente ha albergado, desde hace milenios, entre la mitad y dos tercios de la población mundial y, hasta el año 1600, la mitad de la producción global.
Marx debió inventar una etapa a medida para que Asia le cupiera en sus períodos históricos; Max Weber inauguró un largo ciclo de interpretaciones acerca de la incompatibilidad entre las religiones asiáticas y el crecimiento económico y Gunnar Myrdal, brillante premio Nobel de Economía, publicó, en 1968, una voluminosa obra sobre el drama, la pobreza y la dificultad de Asia para crecer, justo cuando su milagro económico comenzaba.
Ahora todo cambió, y Occidente entona casi al unísono el himno al crecimiento de Asia. ¿Nos equivocaremos otra vez? Entre los miles de trabajos predominan los optimistas, escritos casi siempre por economistas que desmienten el mote de «sombría» dado a nuestra ciencia. Las palmas se las lleva Robert Fogel (NBER, 2007), también premio Nobel, que proyecta la economía mundial nada menos que hasta 2040 y concluye que, para entonces, China tendrá un PBI de 123 trillones de dólares, tres veces el PBI mundial del año 2000 (sic). Dicho valor representará un 40% del total mundial y, unido al de India (12%) y el del sudeste de Asia (15%), dará al Asia Pacífico un 67% del PBI mundial, casi tres veces el actual.
El mercado chino sería, en 2040, mayor que los de EE.UU., Europa, India y Japón juntos, y su PBI por habitante alcanzaría a US$ 85.000, duplicando al de Europa, y sólo 20% menor que el de EE.UU. Japón no participará de la fiesta, y su participación en el PBI mundial caerá del 8% al 2%.
Además del incesante aumento de la productividad y los bajos salarios, hay otras dos claves del crecimiento de China, y muy relevantes para la Argentina. Una es la fuerte inversión en educación, que en una generación llevará la matrícula secundaria al 100% y la universitaria de grado al 50%. Otra es la que Fogel llama el «federalismo de mercado» que limita el poder del gobierno central, promueve a las empresas, incentiva la competencia entre gobiernos y limita la obtención de rentas conferidas por el Estado. Tal es su optimismo que él cree que países de Asia, junto a otros emergentes, podrán reemplazar gradualmente a Occidente como promotores mundiales de la democracia y la libertad.
Más moderado es Angus Maddison, quien ha dedicado su vida a estimaciones de la economía de los últimos ¡dos milenios! Su obra más reciente es Contornos de la economía mundial: 1 a 2030 DC (2007). Con tan larga mirada Maddison también prevé altas tasas de crecimiento para Asia, aunque menores que las de Fogel y con India creciendo más que China.
De allí resulta que, en 2030, el Asia Pacífico tendrá «sólo» el 47,3% del PBI mundial (pero llegará al 60% en 2040, si extendemos sus proyecciones). Como Fogel, Maddison discute algunos de los factores que pueden limitar el crecimiento de Asia y del mundo, dedicando especial atención a los ambientales. Recomienda reducir el consumo de combustibles fósiles y constituir una autoridad mundial capaz de obligarlo, pero no cree que por el calentamiento global deba reducir sus proyecciones de crecimiento.
Entre los autores pesimistas sobresale Niall Ferguson, joven y prolífico historiador a la moda que, amén de libros más recientes como The War of the World (2006) en el que analiza el descenso de Occidente en el siglo XX, publicó un provocativo artículo ( Sinking Globalization , «Hundiendo la globalización», Foreign Affairs, 2005). Traza allí preocupantes paralelos políticos y económicos entre la actualidad y la belle époque , que culminó en la Primera Guerra Mundial, en el auge de los totalitarismos y, luego del breve jolgorio de los veinte, en la tremenda crisis de 1929. Su análisis no está centrado en Asia, pero si su analogía se realizara, el regreso de Asia sufriría una considerable postergación.
Sería, de todos modos, mucho más breve que la que historiadores asiáticos miran con naturalidad, y que tuvo lugar entre los siglos XIII-XIV y XX de nuestra era; según ellos, el único y pasajero período en el que Asia dejó de ser el centro del mundo.
Lo que preocupa a Ferguson es la conjunción, entonces y hoy, de una economía mundial excesivamente librada a sus fuerzas, imprevisora y con un sistema monetario frágil y, por otro lado, idénticas falencias de la situación política internacional, con un forzado «estiramiento» del imperio dominante, la rivalidad entre las potencias, un sistema inestable de alianzas, países que financian el terrorismo y, en fin, el crecimiento de organizaciones terroristas hostiles al capitalismo.
Agravan hoy la situación el endeudamiento de EE.UU. y la debilidad del dólar que, según él, agrede a los países asiáticos en sus ahorros y en sus exportaciones.
¿Quién tendrá razón? Creo, y espero, que el optimismo moderado lleva las de ganar. Respecto de Ferguson, porque la política económica ha aprendido lo suficiente como para evitar una megacrisis internacional, aunque a la luz de las graves turbulencias iniciadas en 2007 se hace evidente que él acierta, y mucho, al señalar las serias falencias de gobierno político y económico global.
Sin ser un especialista en política, puede verse también que los riesgos geopolíticos son importantes y que se potencian por su ligazón con los ambientales y energéticos, manifestándose en los conflictos de lealtades de las potencias, en sus relaciones con los países del Oriente Medio y aun en sus discrepancias respecto de qué hacer con el terrorismo internacional.
En lo económico, cuesta mucho pensar a China multiplicando por 40 veces su PBI antes de tropezar con límites ambientales formidables. Con todo, aunque sólo la mitad de las proyecciones de Fogel se hicieran realidad, el regreso de Asia ya se ha iniciado y nos acompañará mucho más allá de la vida terrenal del más joven de los lectores.
No me canso de reiterar que ello ofrece a la Argentina una oportunidad inédita, la misma que se le escamoteó con el proteccionismo agroalimentario desde la Segunda Guerra Mundial. Tan cierto es esto como que estamos todavía lejos, muy lejos, de hacer lo necesario para aprovecharla cabalmente.
El autor es economista y sociólogo; profesor del IAE-Universidad Austral
- 8 de junio, 2012
- 15 de abril, 2019
- 8 de junio, 2015
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