¿Será lo políticamente correcto?
Por Jesús Ruiz Nestosa
ABC Digital
SALAMANCA. Días atrás, en un ciclo dedicado al cine iraní pude ver “El Círculo” (Jafar Panahi, 2000), la misma que nunca pudo ser exhibida en Irán debido la mirada crítica del director sobre la situación de la mujer en una sociedad en la que no vale más que cualquier baratija de esas que se venden en la calle.
La película no narra una sola historia sino que ella va pasando de mujer en mujer, presentando cada una de ellas una situación particular en la que presenciamos, poco menos que horrorizados, el acoso permanente que sufren por un motivo o por otro. Ya la primera historia nos enfrenta con una mujer que está dando a luz. Es una niña. La ecografía se había equivocado y la familia del padre estaba feliz porque sería un varón. La madre de la parturienta es la primera en enterarse que es una niña y huye del hospital porque ahora su hija será repudiada por su marido y la abandonará.
Pero en ese cúmulo de historias, la que me llamó poderosamente la atención fue esa en la que una mujer que estuvo en prisión, ahora en libertad restringida, visita a una amiga que es enfermera y se ha casado con un médico: “¿Es un familiar? –le pregunta–. ¿Es un amigo cercano de la familia?” No se concibe que se haya podido casar con un extraño. Debido a que es un extraño, ella no ve a su familia desde hace años ni le ha hecho saber que está casada por temor a los castigos que pueda sufrir.
Pero esto es cine, historias fruto de la imaginación del director de la película, un director de mucha fama, por cierto. Pero si su presidente Mahmud Ahmadineyad pone en duda la existencia del Holocausto, muy bien podría poner también en duda los hechos que aquí se narran.
Pasaron muy pocos días después de vista la película cuando la prensa trajo la noticia de una muchacha de dieciocho años que fue violada en Arabia Saudí. Estaba ella con un compañero del colegio en su coche, cuando fueron atacados por siete desconocidos que violaron a los dos. Lo trágico de la noticia es que la víctima de la violación múltiple fue condenada a recibir noventa latigazos por estar a solas con un hombre que no es pariente suyo en primer grado de consanguinidad, que es la única compañía permitida para una mujer. Los violadores fueron condenados a cinco años de cárcel más cierta cantidad de latigazos que iban de ochenta a mil.
“Felizmente”, el rey Abdalá le perdonó los latigazos a la muchacha si bien reconoció que el veredicto y la sentencia eran correctos y que se ajustaban a la ley. La noticia no fue dada de manera oficial, y fue conocida a través de declaraciones hechas al periódico Al Jazirah por un funcionario que está muy vinculado con las autoridades religiosas que controlan el sistema judicial saudí.
Vale decir que la justicia es manejada desde el estamento religioso por lo que las penas no vienen de las leyes de los hombres, sino de las leyes de Dios y estas no se discuten, ni se recurren, ni se apelan. Simplemente se cumplen.
En este mundo “multicultural”, “multiétnico”, “multirracial”, “pluricultural” y todas las palabras que están de moda, ¿será que debemos aceptar en silencio estos hechos porque “se deben respetar” las costumbres de cada pueblo? ¿Será esto lo que llaman lo políticamente correcto?
En este caso la víctima no sólo tuvo que sufrir la violación de siete desconocidos, sino además debió haber sido azotada para que aprenda a no andar sola tal como lo estipulan las leyes del Islam. Y conste que es un hecho bastante benigno en comparación a los “crímenes de honor” que suceden con cierta frecuencia en Europa. Hijas de inmigrantes musulmanes crecen y se crían en una sociedad occidental, lo que les permite elegir el novio que ellas quieren y rechazan los arreglos matrimoniales que realizan sus familiares. Esta desobediencia es castigada con la muerte y debe ser su propio padre, un hermano o un pariente muy cercano que suele ser habitualmente un tío, el encargado de degollarla.
¿Será esto lo que estamos queriendo para el mundo de libertad y de respeto a la persona que hemos logrado crear en occidente? Me dirán que debemos respetar las creencias religiosas de los demás porque esto también forma parte de nuestras libertades. Pero no podemos convivir con reglas que faltan a los elementales principios de humanidad sobre los que se sustenta nuestra civilización.
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