Siglo XXI, cambalache
Por Porfirio Cristaldo Ayala
ABC Digital
El pensamiento económico del neosocialismo inaugurado por Hugo Chávez sigue siendo un misterio. De tanto en tanto sus exponentes explican alguno de sus principios como lo hizo el ex obispo paraguayo candidato presidencial, Fernando Lugo, en un foro del socialismo del siglo XXI, realizado en Ecuador. Los principios nos recuerdan al tango cambalache de Enrique Santos Discépolo, “¡Siglo veinte, cambalache problemático y febril… El que no llora no mama y el que no roba es un gil! ¡Dale nomás! ¡Que allá en el horno nos vamos a encontrar!…” ¿Alguien duda dónde nos vamos a encontrar los latinoamericanos si nos dejamos llevar por el neosocialismo?
El mundo se divide –explicó Lugo– en tres tipos de países, los que gastan mucho para no subir de peso, aquellos cuya población come para vivir, y aquellos que no saben cómo obtendrán su próxima comida. Estas expresiones suenan bien cuando se buscan aplausos de gente con un profundo resentimiento social y desprecio hacia ricos, terratenientes, empresarios. Suena bien cuando se busca revivir la anticuada lucha de clases. Pero no sirven de nada cuando se piensa seriamente cómo alimentar a una población sumida en la desocupación e indigencia. No explican cómo sacar de las calles a millones de niños que se prostituyen por un mendrugo de pan.
El mundo se divide entre países atrasados y países prósperos, países pobres y países ricos. Y la diferencia entre unos y otros no es quiénes tienen que comer y quiénes no, sino qué países atraen las inversiones externas y qué países ahuyentan las inversiones. En la actualidad, todos los que atraen las inversiones externas son países que crecen, prosperan y han dejado el hambre y la miseria solo como un recuerdo. Y todos los países que con su estatismo, intervencionismo y corrupción ahuyentan las inversiones son países atrasados que padecen estancamiento e infortunio. Esta es una norma de hierro que no tiene excepciones.
Para atraer inversiones, crear fuentes de trabajo y mejorar la competitividad, no basta con ofrecer garantías jurídicas, también es preciso crear condiciones muy atractivas a la inversión, como amplias libertades económicas, bajos impuestos, desregulación y privatización, justicia independiente, combate a la corrupción e informalidad. Pero, ¿qué atractivos puede ofrecer la “economía mixta” del neosocialismo, que no sea más intervencionismo, clientelismo y corrupción?
El análisis neosocialista es vago y enteramente errado: culpa al capitalismo de los fracasos del mercantilismo que impera desde hace siglos. ¿Cómo hablar de capitalismo en países que solo conocieron el estatismo? La única solución que tienen las naciones pobres es atraer nuevos e ingentes capitales, abrir sus mercados e impulsar las exportaciones. En cambio, reanudar la hostilidad al capitalismo ubicará a los países entre los de más alto riesgo para el ahorro y la inversión y condenará a sus pueblos a la desocupación, informalidad y criminalidad, verdaderos jinetes del Apocalipsis latinoamericano.
Pero lo más preocupante del neosocialismo, su principal amenaza a la paz social es su visión omnímoda del poder y la democracia. El socialismo del siglo XXI no trata de persuadir, sino de acumular poder. La “acumulación brutal del poder”, de la que hablan, se refiere no solo a la restricción de la libertad de prensa, sino también a la violación de los derechos de propiedad, la reelección indefinida y otros vandalismos democráticos.
“¡Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé!”, dice el tango, como recordándonos que no hay diferencia entre nuevos y viejos tiranos socialistas, entre Fidel, Kim Jong II, Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega, Rafael Correa, y Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Mao, Pol Pot. Todos viven en un mundo celestial, enfermos de anticapitalismo. Paradójicamente, algunos no saben que el verdadero capitalismo nunca existió y que los sistemas que odian son economías de privilegios. No saben que los países que adoptaron unas pocas instituciones del capitalismo, como la libertad económica y el Estado de derecho, muy pronto crecieron, prosperaron y enriquecieron a sus pueblos.
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