La lectura de Atlas
Por Marta Yolanda Díaz-Duran
Siglo XXI
Cincuenta años han pasado desde la publicación de La rebelión de Atlas.
Mientras acompaño a Dagny Taggart en su viaje tras el motor que sostiene al mundo, medito sobre la evolución que tanto ella, Hank Rearden y los demás protagonistas de “La rebelión de Atlas” experimentan. Pero, más que la evolución de ellos, me interesa la que avanza dentro de nosotros, los participantes del club de lectura que discute, socráticamente, sobre la obra magna de Alissa Zinovievna Rosenbaum, universalmente conocida como Ayn Rand.
Aunque en la mayoría de los casos para muchos ha significado encontrarnos por escrito con aquello que, a base de golpes, hemos aprendido de la realidad humana y como, a partir de la tendenciosa manipulación de verdades a medias y mentiras descaradas, pareciera que viviéramos en un mundo al revés, donde la gente productiva, respetuosa de los derechos de los otros, que no pretende ser carga de nadie, es tachada de avorazada por los mediocres, resentidos e insatisfechos con ellos mismos, que dicen vivir para los demás, bajo la condición de que esos demás, se acomoden a su santa voluntad.
Cincuenta años han pasado desde la primera publicación de esta novela filosófica que cuestionó la visión impuesta de la razón de existir del hombre. Por cierto, según una encuesta de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y el Círculo de Lectores, en la que preguntaron a los entrevistados sobre los libros que mayor influencia habían tenido en su vida, “La rebelión…” ocupó el segundo lugar, sólo superada por la Biblia. Una paradoja, aún para la aristotélica Rand. Tendré que revisar las premisas.
Los temas que a la fecha hemos abordado son variadísimos, si bien apenas estamos iniciando la discusión de la segunda parte de tres segmentos basados en el Organum, la lógica desarrollada por el genial ateniense que inspiró esta extensa reflexión randiana. Hemos debatido acerca de la hipocresía de muchos que hoy brillan en la sociedad, haciéndose pasar por grandes humanistas, cuando en la realidad detestan al ser humano como es y quisieran cambiarlo a la imagen que ellos tienen de los otros. Nunca de ellos, que se consideran personas nacidas más allá del bien y del mal. Siempre interesados en el manoseado bien común, e intentando acabar con aquello que precisamente tenemos en común los descendientes del Cro-Magnon.
El amor, la búsqueda de la felicidad, la moral, el placer, la vida con propósito propio (no de otros), y tantos asuntos que ocupan nuestra mente, los hemos abordado con ansia, emoción y curiosidad. A pesar de la opinión de Floyd Ferris de que “…la gente no quiere pensar, y cuanto mayores son sus problemas, menos quiere hacer el esfuerzo, aunque instintivamente sabe que debería hacerlo, lo cual le hace sentir culpable. Por eso, la gente bendecirá y seguirá a quien le ofrezca una justificación para no pensar.
Alguien que convierta su pecado, su debilidad y su culpa en una virtud de gran altura intelectual”.
Y usted, ¿cómo piensa?
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