Empate y crispación en España
Por Jorge Castro
Perfil
El Partido Popular (PP) y los socialistas (PSOE) obtuvieron un virtual empate (PP: 35,6%; PSOE: 35,07%) en las elecciones locales de España el domingo, con una polarización extrema, al punto que el tercer partido nacional, Izquierda Unida (IU), logró el 5,5% de los sufragios. La diferencia entre los partidos mayoritarios fue de sólo 155.991 votos, la menor de la historia de la transición española.
Pero en Madrid los populares arrasaron, por un margen de 250.000 votos. Esta victoria en la capital constituyó un golpe directo sobre el debilitado prestigio de José Luis Rodríguez Zapatero, que impuso a su partido, como candidato a la alcaldía de Madrid, a su asesor económico Miguel Sebastián.
Esta extrema polarización profundiza el antagonismo que caracteriza hoy al sistema político español, y agudiza la tensión que provoca entre el PP y el PSOE, que la elocuencia ibérica denomina ambiente de creciente “crispación”. Señala Hauschofer: “Hay más violencia en la tensión que en el enfrentamiento”.
La “crispación” española no es un fenómeno cultural o psicológico, sino esencialmente político. El sistema de decisiones está crecientemente paralizado, y la resolución de los conflictos se traslada de las instituciones a las calles. Esto ocurre en el momento en que la economía española entró en una etapa de inflexión, en la que debe modificar su rumbo drásticamente o soportar una crisis de envergadura.
España ha tenido 13 años consecutivos de fuerte crecimiento económico, con una disminución acelerada de la brecha entre su nivel de ingreso per cápita y el promedio de la zona Euro, que pasó del 20% a menos del 12% en los últimos 10 años. Al mismo tiempo, el factor productividad (incremento de la eficiencia con que se utilizan los factores) ha sido negativo: -0,2 punto porcentual por año. España es el país de la UE que más invierte en Europa: 60.000 millones de euros sólo en 2006. A pesar de su alta tasa de crecimiento, como su productividad es negativa los capitales españoles invierten antes en el exterior que en el propio mercado doméstico.
El resultado es que el déficit de cuenta corriente fue 9% del PBI (107.000 millones de dólares) en 2006; es el segundo más grande del mundo después de EE.UU. Significa que España se endeuda 8% anual, y que la inflación es 1 punto superior al promedio de la zona Euro (3% anual versus 2%).
La razón de esta pérdida creciente de competitividad radica en que el impulso fundamental de la expansión de la última década proviene del consumo doméstico y sobre todo de la inversión en construcción. La construcción creció 6% anual promedio entre 2002 y 2006, el nivel más alto de la OCDE, sólo superado por Irlanda.
Como los salarios están vinculados con la inflación y la productividad es negativa, los costos laborales crecieron 12%, en relación con la Europa de los 25, desde 2000. La Onda Larga de la economía mundial (EE.UU./China) arrastra a Europa desde el año pasado. Por eso aumentan las tasas de interés, lo que frena la demanda española, el país más endeudado de Europa; y para ella a partir de ahora la cuestión crucial es el aumento de la productividad, lo que significa, ante todo, reformas estructurales por el lado de la oferta. Es un cambio tan profundo como el que requirió la incorporación a la Unión Europea (1982) o la adopción del euro (1999); y eso exige construir un nuevo consenso nacional de una amplitud y fortaleza al menos similar al de la transición posterior a la muerte de Franco.
Esto es lo que falta hoy en España. No hay consenso, pero si polarización extrema y abundante “crispación”.
Por otro lado, seis de cada diez votantes rechazaron en Italia al gobierno de centro-izquierda de Romano Prodi, que lleva 12 meses en el poder, en las elecciones locales del 27 y 28 de mayo. Massimo D´Alema, líder del post-comunismo, ex primer ministro y actual canciller de Prodi, sostuvo que Italia enfrenta una crisis similar, por su envergadura, a la de 1991 (“Tangentopolis”/Mani pulite”), en la que cayó la Primera República (1946-1992).
Italia ha sido el país de menor crecimiento en Europa en los últimos 15 años; y esto, en el momento en que el mundo experimenta el mayor nivel de expansión en cuatro décadas y en el que todas las regiones y prácticamente todos los países crecen al mismo tiempo. El estancamiento económico tiene su correlato en la parálisis del sistema político, constituido por coaliciones amplias y relativamente estables pero que forman gobiernos débiles e incapaces de gobernar.
Quince años de estancamiento en Italia, punto de inflexión en la economía española debido a su pérdida creciente de competitividad y nula productividad. En última instancia, la capacidad efectiva para ejercer el poder político (gobernabilidad) parece determinar las posibilidades o imposibilidades del crecimiento económico.
- 23 de junio, 2013
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