Paraguay: ¿El gobierno de Nicanor es “neoliberal”?
Editorial – ABC Digital
El Dr. Nicanor Duarte Frutos, presidente de la República, afirmó que los liderazgos políticos –de orientación socialistoide, no terminó la frase– que están emergiendo en América Latina son producto del fracaso del neoliberalismo.
¿Está sugiriendo que la emergencia política del ex obispo Fernando Lugo Méndez se de debe a esta causa? ¿O simplemente está diciendo que él no se considera a sí mismo como neoliberal, sino como socialista?
Sería bueno que el Dr. Duarte Frutos aclarara cuál cree que sea su ideología porque, en realidad, nunca lo hizo mediante palabras o a través de actos de gobierno. No recordamos que siquiera se hubiese declarado “nacionalista y agrarista”, como solían hacerlo anteriores presidentes de la República pertenecientes, como él, a la ANR. ¿Será que el Dr. Duarte Frutos también los vio a estos últimos como “neoliberales”? Parece que sí.
El calificativo “neoliberal” ha sido, sin duda, una hábil y sutil muletilla de las izquierdas para calificar a las gavillas de ladrones que, una tras otra, han venido robando las riquezas de los latinoamericanos durante todo el siglo pasado. Como no tienen otra cosa para fundamentarse, ubican el liberalismo en la imaginación general como una ideología propicia para el surgimiento de la corrupción a gran escala. Si nos atenemos a esta posición, el gobierno de Duarte Frutos necesariamente debe ser calificado de “superneoliberal” (ver páginas 14 y 15 de esta edición).
El Presidente debería aclarar bajo qué ideología deben insertarse, por ejemplo, el negociado con las semillas de algodón y los matapicudos, el acaparamiento de publicidad estatal por una publicitaria ligada a él mismo, un puerto privado por donde ingresaban mercaderías de contrabando también vinculado al primer mandatario, los escandalosos sobreprecios en las importaciones de combustibles de Petropar, negociados hasta con útiles escolares, una oscura concesión para rastreo satelital de mercaderías por Aduanas, la falsificación de documentos a través de una persona adicta en la Sindicatura de Quiebras para aprovecharse de bienes de bancos quebrados, por mencionar solo algunos casos dentro de una lista interminable que nosotros no sabemos muy bien en qué “ideología” insertar. Tal vez, Nicanor sí.
Otro presidente –Evo Morales–, quien frecuentemente condena al “neoliberalismo” como la causa de todos los males de su país, acaba de ver a su Gobierno sacudido por denuncias de actos de corrupción, consistentes en ventas de cargos públicos e irregularidades en los contratos con multinacionales petroleras. Otra muestra de que la corrupción que carcome a nuestros países no tiene ideologías, y que los ataques contra el “neoliberalismo” al estilo Nicanor y Evo Morales son simples excusas para encubrir la basura existente bajo sus alfombras.
Según la campaña de las izquierdas, las privatizaciones amañadas y fraudulentas que se hicieron en muchas naciones del continente no fueron la consecuencia de la deshonestidad rampante de los gobernantes, sino el producto certero y pernicioso del “neoliberalismo”. El clientelismo, el prebendarismo, el nepotismo, tampoco se debieron a deshonestidad e inmoralidad de los gobiernos, sino a la torva ideología “neoliberal”. Si una riqueza natural fue entregada a vil precio a otra nación –como ocurre ahora en Paraguay–, ello no se debió a deshonestidad y traición, sino al “neoliberalismo”. Si en la administración pública solo se pueden lograr soluciones favorables o rápidas mediante coimas, la culpa de esa corrupción administrativa es también del “neoliberalismo”. Si la nación no prospera sino que se aumenta en ella la pobreza a la par que un pequeño sector social se enriquece de manera bien oscura, el “neoliberalismo” vuelve a ser el culpable.
Estas situaciones, sacadas de la realidad del Paraguay desde hace 60 años, se manifiestan con toda crudeza en el gobierno de Duarte Frutos. Pero la verdad es que no son fruto del “neoliberalismo”, sino del estatismo corrupto y corruptor a ultranza, que reina en nuestro país y otros que igualmente están sumidos en la desesperación y en la pobreza. El estatismo –como vemos TODOS LOS DIAS en la prensa– permite a la élite política empotrada en el poder utilizar los recursos públicos para enriquecerse, al tiempo de utilizar a las instituciones y empresas públicas como oficinas de empleos para ubicar a sus paniaguados, parientes, amigos y “amigas”. Eso lo sabe muy bien Nicanor Duarte Frutos, pues se informa de esas prácticas todos los días.
La realidad que se vive en el Paraguay no es obra de doctrina política alguna; por el contrario, de la ausencia de ideología y de una corrupción generalizada que no sabemos qué tipo de gobierno podría corregir: ¿Uno como el de Fidel Castro?, ¿uno como el de Pinochet?, ¿uno como el de Nicanor?, seguro que no. Si no se han podido hasta ahora establecer la seguridad jurídica y el respeto a la propiedad privada en nuestro país, es primordialmente porque la corrupción es enemiga mortal del Estado de derecho.
Si los procesos electorales han sido fraudulentos –como de hecho lo fueron todos en mayor o menor medida–, tampoco es por obra de cualquier ideología democrática, sino por efecto del autoritarismo, la ambición de poder por el poder y la riqueza que él puede brindar a sus actores y por la asquerosa inmoralidad política de quienes organizan el fraude.
Dado el estado de corrupción que rige en el país, el Dr. Duarte Frutos, pese a su apreciación sobre el “neoliberalismo” como causante de la emergencia de políticos socialistoides en el continente, por sus actos se ubica, sin embargo, a sí mismo en la posición de un neoliberal, con la agravante además de estar queriendo irse hacia posiciones como la del presidente venezolano Hugo Chávez, que, para él, es ahora todo un modelo de gobernante democrático, aunque esté a un paso de sepultar la libertad de expresión en su país.
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