La ‘vendetta’ de Chávez
Por Eduardo Ulibarri
El Comercio
¿Dónde están, realmente, la alianza bolivariana, la unidad latinoamericana, la solidaridad continental y los términos justos para las inversiones y el comercio que pregona Hugo Chávez? Solo en sus discursos, responderán 400 trabajadores costarricenses de Alunasa, una exitosa empresa procesadora de aluminio, propiedad del Estado venezolano, que opera en Costa Rica.
El 21 de febrero Chávez cerró la planta, mientras servía de anfitrión, en la región del Orinoco, a su colega argentino, Néstor Kirchner.
Aunque dijo que las razones eran “geopolíticas, económicas y técnicas”, en verdad sus móviles son más turbios. Se trata, simple y llanamente, de una ‘vendetta’ al estilo mafioso, mediante la cual Chávez decidió pasar la cuenta al presidente Óscar Arias, por sus moderadas críticas a los poderes especiales que le otorgó el Congreso venezolano. Las palabras de Chávez no pudieron ser más claras: “Jamás me he metido con él (Arias). Bueno, no me había metido. ¡Ahora él me dio plena libertad para responderle, pues!”.
Cuando los legisladores venezolanos (todos de la coalición gubernamental) transfirieron a Chávez la capacidad de legislar de manera individual por 18 meses, participaron en el más burdo acto de claudicación democrática en la historia reciente de América Latina.
La decisión fue claramente contraria a la Carta Democrática de las Américas, pero muy pocos líderes latinoamericanos la criticaron en público. Arias, consultado por un medio de prensa, se limitó a deplorar el hecho. Ni siquiera dijo que era una violación a la democracia o que Chávez se había convertido en un virtual dictador. Como presidente, lo que hizo fue interpretar fielmente la línea central de la política exterior costarricense, volcada hacia el respaldo a la democracia, la libertad, los derechos humanos y la paz. Desde ella, Costa Rica ha dado múltiples luchas internacionales, ha disentido abiertamente de varios gobiernos ilegítimos y ha consolidado su autoridad moral.
Para Chávez, las observaciones de Arias no fueron un ejercicio de la soberanía que él tanto pregona, sino una señal de sumisión a Washington, a pesar de que el presidente costarricense ha sido un fuerte crítico de algunas facetas de la política estadounidense, sobre todo la venta de armas.
Como capataz acostumbrado a tratar ciertos países como peones, Chávez no podía tolerar siquiera una observación crítica y, contra toda lógica financiera, técnica o comercial (e incluso geopolítica), y contra los propios intereses de Venezuela, decidió cerrar un buen negocio, para ‘meterse’ con Arias.
Alunasa ha sido una sólida empresa desde su adquisición, en 1990, por una corporación estatal venezolana. Sus utilidades han ido en crecimiento. No existe ningún argumento racional para abandonar su operación, como tampoco Venezuela ha abandonado sus inversiones o estrecha relación comercial con Estados Unidos, a pesar de sus grandes enfrentamientos y frecuentes insultos al presidente Bush.
El impacto de esta medida sobre la economía costarricense no será dramático. Alunasa representa una ínfima parte de la producción total del país y de su diversa oferta exportadora. El efecto inmediato lo padecerán los trabajadores que perderán su empleo, y el Gobierno deberá poner en práctica medidas paliativas temporales.
Si lo que Chávez pretendía, en el fondo, era debilitar a Arias, quien también se ha atrevido a pedir democracia en Cuba, logró el efecto contrario. Dentro de Costa Rica se ha producido una ola de rechazo contra su ‘vendetta’, que incluso ha obligado a algunos dirigentes de izquierda a criticarla.
La consigna implícita entre los costarricenses ha sido que la medida debe enfrentarse con seriedad y solidaridad con los afectados directos, pero también con firmeza y dignidad de país soberano. Porque ningún ciudadano consciente de su poder democrático aceptará que un gobernante demagogo y autoritario, como Chávez, pretenda cambiar los valores y principios compartidos que guían su política exterior, ni su aplicación por parte de un presidente libremente elegido que, además, es premio Nobel de la Paz.
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