El complejo de Robin Hood
Por Ramón Guerra B.
Correo del Caroní
Según los sicoanalistas, en los seres humanos habitan complejos como el de Edipo o de Electra. Ambos son dos caras de la misma moneda. En el primero, los hijos varones tendemos a un enamoramiento de nuestra progenitora En el segundo, las hembras con respecto al padre. Pero existe otro complejo, el que padece el gobierno nacional al creerse Robin Hood, el legendario arquero de los bosques de Sherwood, que robaba a los ricos para regalarles a los pobres. Con la gran diferencia que este Robin Hood criollo no es ningún perseguido del poder usurpado, pues es el poder mismo, además goza de abundantes ingresos que lo hacen inmensamente rico.
En el 2003, cuando el presidente anunció al país el control de precios de alimentos y servicios, se creía Robin Hood. Pretendía, con medidas policiales, mantener los precios bajos para favorecer a las clases más necesitadas. Luego de 4 años Venezuela posee la inflación más alta de la región (17%), junto a la escasez de productos. Este terrible resultado golpea con más fuerza a los sectores a quien se dijo beneficiarían las medidas.
Llegados al 2007, después de los emocionados anuncios presidenciales tras el triunfo del 3D, nos encontramos en enero con una subida de precios y escasez, superior a la de diciembre. En febrero las cosas tienden a agravarse. Estas palabras clave signan el momento: precios altos y escasez. Azúcar, leche, margarina, carne de res, pollos, caraotas y otros rubros de la dieta del venezolano, desaparecieron de los anaqueles. Sus precios están por encima de los regulados.
El gobierno, ante la presente coyuntura, escogió el camino más fácil, no el más acertado, la importación. Seguiremos promoviendo las industrias avícolas, ganaderas y agrícolas de otros países en detrimento de la nuestra. Como decía mi hermano, terminaremos importando hasta el sabroso queso guayanés. Todo apunta hacia allá.
Meses pasados realicé un paseo. Pasé el sur de Monagas. Crucé el Orinoco en Los Barrancos. Visité Ciudad Bolívar. Regresé, atravesando el puente Angostura, por el sur de Anzoátegui. Me detuve en la mesa de Guanipa, miré hacia atrás. La vista se pierde en el inmenso territorio con que nos benefició la naturaleza. Dudé entre la rabia y tristeza. Opté por la rabia y pregunté: ¿Por qué carajo no hay azúcar ni carne en este país?
El ministro de propaganda Willian Lara y el superintendente del Seniat, Vielma Mora, responderían: por culpa de los acaparadores y especuladores. Aquí vuelve el patológico complejo de Robin Hood. Se regocijan cuando allanan almacenes y decomisan los stocks normales de algunos comerciantes para distribuirlos en improvisadas ventas callejeras ¿Y la red Mercal? Bien gracias.
Mientras tanto, los cañicultores de Cumanacoa perderán su zafra porque un gobierno rico, pero inepto, que expropió el central azucarero, no ha sido capaz de ponerlo a producir. No hablemos del complejo azucarero Ezequiel Zamora de Sabaneta, según el presidente, “será el más grande de Latinoamérica”, aunque después de tantas corruptelas, no ha producido ni un papelón. Pueden ver, señores Lara y Vielma Mora, la productividad de una economía no es un antojo, ni una imposición, mucho menos una cosa de realazos, ustedes lo viven en carne propia. Una economía amarrada no genera abundancia, mucho menos precios bajos. La cuerda sigue partiéndose en lo más delgado, los pobres que ustedes juraron defender, es decir, las grandes mayorías.
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