Un parque en el que se aprende a trabajar
Por Miho Inada
The Wall Street Journal
TOKIO — Una tarde reciente, Misaki Ando se unió a la fila de un grupo de niños en un parque temático bajo techo. Pero la niña de 9 años no estaba esperando su turno para jugar videojuegos o conducir un auto de choques. Misaki quería probar sus habilidades para poner gasolina en una estación de servicio de mentira. “Les pasé un paño a los autos y les llené el tanque”, recordaba la niña tras salir de la atracción. “Este es el trabajo que más me ha gustado”.
Misaki estaba pasando el día en Kidzania, un parque de unos 6.000 metros cuadrados que le ofrece a los niños una pequeña prueba de lo que es la vida laboral: unos 50 pabellones patrocinados por diferentes compañías que les da la oportunidad de ensayar una amplia variedad de profesiones, incluyendo las de piloto, dentista, electricista y repartidor de paquetes. Por ejemplo, en el puesto de dentistas, los niños aprenden cómo se forman las caries a la vez que le empastan una muela a un muñeco que hace las veces de paciente.
Un parque temático acerca de las distintas profesiones no suena como la diversión ideal para los niños, pero a Kidzania parece haberle ido bien. El primer parque de Kidzania se abrió en Ciudad de México en 1999 y desde entonces ha recibido más de cinco millones de visitantes, según la compañía. Luego llegaron los parques de Monterrey, Tokio y hay planes para instalarse en Yakarta, en julio, y Lisboa y Dubai el año que viene.
Kidzania de México está en negociaciones para sumar nuevas franquicias en España, Brasil, Perú y Corea del Sur, dice Enrique Mena, representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Kidzania México. El parque se considera su propia nación, con su historia, gobierno, cultura y tradiciones por lo que los cargos de quienes lo dirigen son oficiales.
Fue Einosuke Sumitani, un gerente jubilado de una cadena japonesa de restaurantes, quien llevó el parque a Japón hace dos años. Sumitani, de 63 años, escuchó hablar de Kidzania a través de un amigo estadounidense y pensó que eso era exactamente lo que Japón necesitaba.
El parque en Japón, con capacidad para entretener a unos 3.000 niños al día, ha sido todo un éxito desde que abrió sus puertas en octubre. Las entradas vendidas por adelantado para los fines de semana están agotadas hasta finales de abril. Los días de semana también están repletos con jóvenes provenientes de todo Japón en viajes escolares.
La sorpresiva popularidad de Kidzania en Tokio encierra una realidad cada vez más preocupante en Japón, donde muchos creen que los jóvenes carecen de la ética de trabajo de la que el país siempre se ha enorgullecido. Cada vez más jóvenes japoneses dejan sus trabajos y algunos ni siquiera muestran interés por encontrar su primer empleo. Aproximadamente unos 640.000 japoneses solteros entre las edades de 15 y 34 años no trabajan ni estudian, en comparación con el total de 400.000 que el gobierno registró en 2001.
Algunos especialistas en educación sugieren que la tendencia se debe en parte a que los jóvenes nipones se concentran tanto en los estudios que tienen pocas oportunidades de interactuar en la sociedad y no saben lo que quieren hacer de mayores. Muy pocas compañías organizan eventos que promocionen la relación entre los estudiantes y el mundo laboral. Las pasantías todavía son algo inusual y los empleos durante las vacaciones suelen limitarse a los restaurantes y las tiendas que atienden las 24 horas.
Cada vez más preocupado, el Ministerio de Educación de Japón lanzó una campaña en 2005 llamada Semana de Inicio de Carrera, que animaba a los estudiantes de entre 13 y 15 años a conseguir algo de experiencia laboral. Pero pocas compañías participaron en el programa, alegando que no contaban con el personal suficiente para acomodar y orientar a los estudiantes.
En esta línea, el concepto de Kidzania podría presentarse como un incentivo. “Kidzania tiene el potencial de compensar algo que falta en nuestra sociedad y sistema educativo actual”, dice Sumitami, que fundó Kids City Japan K.K.
Los patrocinadores de la compañía, ansiosos por aumentar el perfil de su marca, aspiran a que el parque de Tokio sea una fiel representación del mundo real para los niños. Tras pagar la entrada, que puede llegar a los US$25 por una sesión de cinco horas, los niños reciben una tarjeta de embarque y unos cheques de viajero en un mostrador que imita el de All Nippon Airways. A continuación, se dirigen a una réplica de una sucursal del banco Sumitomo Mitsui para convertirlos en la divisa del parque, llamada kidzos.
Los niños, de entre dos y 15 años, pueden alquilar auténticos celulares en una reproducción de una tienda de NIT DoCoMo, la mayor empresa de telefonía celular de Japón, y operar a muñecas en el hospital Johnson & Johnson. Por cada profesión que prueban, los niños reciben extra kudzos que pueden gastar en comida y refrescos en el parque.
Cada vez más escuelas públicas de Japón eligen el parque como un destino para sus excursiones. Hace poco, 89 niños de sexto grado de la escuela elemental Narayama Minami en Shizuoka, unos 100 kilómetros al sudoeste de Tokio, visitaron el parque como parte de su programa de educación profesional. Los estudiantes habían hecho sus investigaciones previas, analizando sus personalidades para tratar de identificar qué profesiones podrían ser más compatibles. La maestra Minako Hatono resaltó la importancia de la preparación. “De lo contrario, los niños tienden a elegir los trabajos más fáciles o aquellos donde puedan comer”, explica.
— Ricardo Millán contribuyó a este artículo
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